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URUAPAN, PREVIO AL 21 DE OCTUBRE DE 1865 Tercera parte.

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Y por último, en el parián viejo, localizado entre las dos plazas, la principal y la de Oriente, comunicado por medio de un camino descubierto.
Es preciso señalar que una de las 4 piezas de artillería estaba colocada en la puerta principal del atrio del templo viejo, y teniendo al frente la plazuela perteneciente a la iglesia, y que hoy conocemos como Plaza Mártires de Uruapan; la segunda miraba al ángulo de la plaza principal, hoy José María Morelos; otra más en la barda que cierra al Norte el perímetro de la parroquia, y la cuarta en el Fortín Lemus.
Desde este modo las fortificaciones estaban situadas adecuadamente, pues no se hallaba un solo espacio en donde no se pudieran cruzar los fuegos y por donde no quedaran los “chinacos” a pecho descubierto.
En resumen, se veía difícil que la plaza fuera tomada por los “zarragozas” -como los invasores extranjeros identificaban a cualquier soldado republicano.
Para iniciar la contraofensiva, Lemus acompañado de 30 jinetes llegó al camino que hoy conocemos como la Calzada Fray Juan de San Miguel, donde se puso el escudo de los republicanos, representados por los cuerpos de caballería del general Riva Palacio y Garnica.
Al ver la aproximación del enemigo intervencionista, el jefe Riva Palacio le gritó a Antonio Huerta, uno de sus compañeros:
-Huertita, escoja usted algunos amigos y salga al encuentro de Lemus, que de seguro es el que ahí viene.
Acompañaban a Huerta, don Rafael Aguilar y otros 20 oficiales procedentes de Coeneo, Michoacán.
El combate duró solo unos minutos, pero los suficientes para que en ambos bandos hubiera muertos y heridos.
Lemus retrocedió y los “zarragozas” o “chinacos” (como se les quiera decir), fueron tras él por la calle de Santiago, hoy Emilio Carranza, hasta el atrio del templo viejo, donde por segunda vez se enfrentaron.
Las lanzas estaban ensangrentadas, eran bastantes los imperialistas heridos, quienes trataban de penetrar por la puerta principal al templo viejo.
El prefecto Lemus, si no hubiera sido por un sargento que estaba a sus órdenes y cuidándolo, seguramente habría muerto.
Al final una gran cantidad de imperialistas resultaron heridos y otros muertos. Sin embargo a Huerta se le escaparon los traidores Margarito Cárdenas, Isidro Paz y tres oficiales más.
Ya dentro del punto fortificado, o sea en el templo viejo, Lemus lo único que pudo hacer fue animar a su gente.
Era la una de la tarde y varios republicanos se acercaban por las calles de algunos barrios de Uruapan.
Tres columnas de infantería marcharon a paso veloz y atacaron por las calles de San Miguel, hoy Juan Delgado; la de Santiago, hoy Emilio Carranza; al costado del templo viejo y la que desembocaba al ángulo sureste de la plazuela del templo viejo, hoy Plaza Mártires de Uruapan.
La lucha dejó muertos y heridos del bando republicano, entre ellos el coronel Félix Bernal, de Zitácuaro, quien antes de morir sólo pudo abrazar a Riva Palacio, el que se hallaba en la primera calle de Santiago; ante la situación aquél decidió que las columnas se retiraran. Pero, luego las columnas asaltantes ocuparon varias casas ubicadas en las plazas, se colocaron pelotones de soldados en los techos y en las ventanas, improvisándose pequeñas trincheras, y nuevamente regresó el tiroteo entre sitiadores y sitiados.
Era junio. Horas después comenzó a aparecer la lluvia. Había nubes gruesas y de vez en cuando se veían relámpagos y se escuchaban truenos. La ciudad se obscureció, se podía percibir un sentimiento triste que llegaba al alma del vecindario no era posible un enfrentamiento más.
Pero, la batalla no cesaba, el fastidio empezó a notarse entre los participantes tras permanecer en las trincheras, de ahí que algunos se atrevieron a salir, y después de un corto fuego volvieron a sus posiciones.
La pequeña tropa republicana que conducían los tenientes coroneles Pablo Jiménez y Andrés Huerta, atacó e incendió el Fortín Rangel, quedando libre para batir el lado Norte del templo antiguo.
Los tenientes coroneles combatieron desde enfrente el punto fortificado del templo. Hubo un encuentro en el cual los dos oficiales que mandaban los retenes más avanzados; uno de cada parte, buscaron cazarse el uno al otro. Atreviéndose a hablarse al tiempo que se disparaban.
En tanto, el general José María Arteaga por su personalidad y el estado de salud que presentaba, se cansó de ver la situación crítica ante la resistencia del traidor Lemus y temiendo que arribaran otros contingentes imperialistas a respaldar a dicho prefecto, pensó que no sería fácil ganar la plaza.
TERCERA PARTE…CONTINUA.
TOMADO DEL LIBRO.
LOS “MARTIRES DE URUAPAN, DEFENSORES DE LA PATRIA”
Del autor: CRONISTA SERGIO RAMOS CHAVEZ.

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