Uruapan, Mich.- La nube gris entristeció el cielo de aquél Uruapan paradisiaco, glorioso ¡la Ciudad del Río que Canta!, que elogiaran tantos y tantos cronistas y viajeros desde hace varios siglos, así por ejemplo, la Premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral, lo expresa a su amigo Carlos Pellicer, en una carta hecha en 1924, al encontrarse la escritora chilena en este lugar edénico:
“Está en Uruapan tierra de cerros profundos de verdura, mares de vegetación espesa y negra de pura vitalidad: un vino generoso para confrontar un humus rico para poner sobre él mi pecho i recogerlo con nuestro vigor. ¡Dios guarde su tierra mi poeta amigo, no ha hecho otra cosa variamente bella!
Y es que Uruapan (vocablo de la raíz purépecha a partir de “úrhupani”, que significa y se refiere a “el florecer y fructificar de una planta al mismo tiempo”, es la tierra perenne, lugar de la eterna primavera) a partir de ayer lunes, su rostro nuevamente estaba triste, yermo, desolado, sus fuerzas naturales no le alcanzaron para detener las llamas que colmaban de asombro a la vista de los pobladores y que difundieran las redes sociales, tras la aparición de dos incendios: uno hacia el norte de la ciudad, precisamente en el “Cerro de la Cruz” y otro hacia el sur, en el “Cerro de Jicalán”.
Hace unas horas, los problemas para sofocar la gran “quemazón” en el “Cerro de la Cruz” estaban ahí latentes, comenzaban a combatirse las llamas alrededor de las 17:00 horas de ayer, pero la situación no prosperaba y continuaba la mañana de este jueves, donde predomina la contaminación gris y opaca del ambiente de la tierra amada, perenne y fértil.
Justamente en 1870 nuestro pintor uruapense Manuel Ocaranza señalaba: “Uruapan que visto en conjunto, es tan sorprendente, no pierde nada en los pormenores. Las calles que dividen el extenso bosque de naranjos, están simétricamente delineadas y la monotonía que de esto pudiera resultar; se interrumpe por las desigualdades del terreno y por la multitud de riachuelos alegres bulliciosos que en todas direcciones atraviesan cantando. Los árboles de uno a otro lado de estas calles, se unen por la parte alta en perpetúo abrazo, sus ramas cuajadas de frutas, formando lindísimos toldos de verdura (…) Los perfumes que en otras partes se esconden tímidos durante el día en el cáliz de las flores, y que sólo por la noche dan a la brisa sus citas amorosas, allí pueden a toda hora, merced a la semioscuridad, que da la espléndida vegetación vagar libremente”.
Por otro lado, seguramente el fuego llegará el momento en que quede extinguido, pero ahora con gran impotencia está siendo devastado, el cerro del norte de la ciudad, unos de los pulmones que tenemos, por un incendio, de los más voraces que se tengan en la memoria en nuestra región.
Los problemas respiratorios y de salud en general pronto se notarán. La Conafor reportó oficialmente en su momento que en los dos siniestros –el De la Cruz y el de Jicalán- apoyaban 91 combatientes y bomberos, y en Jicalán se había sofocado en siniestro. Pero se habla de al menos 200 personas que se sumaron a la lucha contra la conflagración.
El incendio provocado por descuido o de forma premeditada en el “Cerro de la Cruz”, nos recuerda la gran cantidad de “quemazones” de que ha sido presa nuestra ciudad. En general, la historia en este apartado nos transporta a aquella época en que Uruapan fuera incendiado por las fuerzas realistas de Pedro Celestino Negrete, exactamente en 1813, cuando se gestaba la lucha por la Independencia de México, quedando incendiado lo que ahora conocemos como Casa de la Cultura.
En ese sitio, durante la revolución mexicana, los facciosos huertistas hicieron de las suyas e incendiaron archivos de interés histórico que se conservaban en tal sitio. Además, en plena etapa de la revolución constitucionalista, en 1915, las tropas de Joaquín Amaro incendiaron unas manzanas del Barrio de San Miguel, justamente próximas a la famosa fábrica de La Charanda, próxima al “Cerro de la Cruz”. El famoso Archivo Casasola registra este hecho en dos fotos que se encuentran en su poder.
Por cierto, hubo un tiempo en que los bomberos ¡no se daban abasto!, y es que al menos se han tenido más de un centenar de grandes alcances en las últimas 8 décadas, muchísimos más de menor magnitud, según reportaran hace poco miembros del H. Cuerpo de Bomberos de Uruapan.
El más divulgado fue el del 31 de marzo de 1951, cuando se quemó el Parían Nuevo, lo que hizo que los portales y plazas del centro de la ciudad tuvieran que ser remodelados totalmente, mejoras que duraran en hacerse hasta 1958.
Otro, dos años después –en 1953- que quemó parte de la Huatápera y el Portal A. F. Mercado; y recientemente uno más, que fue noticia a ocho columnas, justamente el suscitado en marzo de 2014. Así, “Moda Telas”, una tienda comercial que tuviera años ubicaba en el Portal Santos Degollado (el Portal de Oriente), donde fuera el “Cine Tariácuri”; al parecer a raíz de un cortocircuito se generó el fuerte incendio que acabó con dicha tienda. Los incendios en toda la geografía del pueblo de Uruapan son una historia aparte. Para un tratado a fondo en ese sentido. Zonas boscosas, edificios públicos, manzanas enteras, escuelas, casas de adobe, vecindades viejas, establecimientos, etc., de barrios, colonias y fraccionamientos, no han quedado exceptos de las llamas provocadas por el descuido humano y hasta provocado para cobrar seguros contra incendios económicamente nada despreciables, como se recordara ya desde los años 50, cuando se quemaran tantas y tantas casas y establecimientos comerciales para recibir el apoyo de las aseguradoras.
Muchos vecinos de aquella época recuerdan a un señor conocido como “El Pirómano”, ya que en su haber al menos provocó el incendio de tres lugares públicos, entre ellos, uno, en la calle 5 de febrero, frente al Hotel Progreso, que tocó el famoso Casino de Uruapan (hoy Pasaje Martínez), donde estuviera alguna vez el famoso Pedro Infante cantándole a las bellas damitas de Uruapan. Queda mucho que reseñar, por ahora creo que vale la pena citar a Sandra Morales, quien compartió su opinión en cuanto a lo que ahora ocurre en Uruapan: “La bestialidad humana, la inconsciencia en toda su expresión (…) pero al mismo tiempo la unidad, el amor por la tierra nos lleva a tratar de rescatar lo que otros han destruido, ¡perdónanos madre tierra!”.
Texto: Sergio Ramos Chávez. Cronista de la Ciudad de Uruapan.
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