Hace muchos años por una carreterita en mi provincia era la noche, dos amigos míos iban adelante en uno de esos coches llamados Caribe. Yo iba atrás. Puso el conductor su casetera y se escuchó una canción de Camilo llamada «Piel de Ángel». Refería un amor a hurtadillas, anónimo de las normas, clandestino. «Tengo que amarte a escondidas como un cobarde».
Mi amigo de adelante en el asiento del copiloto se erizaba en pasión de éxtasis. Era una canción hermosamente íntima. Yo iba en el asiento de atrás, tenía 18 años.
A los años alguien me dijo que esa canción había sido la razón más pública ambigua de Camilo Sesto a sus preferencias eróticas. Los amigos de la Caribe a la distancia de los años supe que habían roto sus cadenas y se amaron en una cama blanca como la nieve en un refugio de seis a nueve.
Hoy a la muerte de Camilo quise escuchar aquella canción de la carreterita nocturna de mi pueblo norteño llamada: «Piel de ángel». Y recordar a aquellos amigos a los cuáles esa noche les decía: «Esa canción merece repetirse».
Raúl Adalid, actor.
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