Cuando aprendía yo alemán, un condiscípulo se presentó así: «Soy filósofo, especialista en Heidegger y deseo aprender el idioma para leerlo y traducirlo; pero siento que ya entiendo el alemán».
Mi hermosa maestra abrió sus celestes ojos intrigada y le preguntó: «Pero ¿has estado aprendiendo alemán?».
El dijo «no pero sólo me interesa leer a este filósofo y lo comprendo bien; por eso ya me propuse leerlo en el original».
No repasaba la gramática, ni practicaba la pronunciación, y le mostraba su libro de Sein und Zeit-Ser y Tiempo- a la walquiriana maestra preguntándole frases; ella amable, le traducía un poco rápido y no alcanzaba él a anotar en los márgenes del texto.
No aprendió alemán, pero comprendía al filósofo y mucho. Bueno…una cosa es la gimnasia y otra la magnesia: para lograr su objetivo, hubiese tenido que apropiarse del mundo simbólico, codificado en esa lengua, y sin gramática ni horas y horas de estudio y repaso, no se puede…
Humildad y empatía con la laberíntica, prodigiosa e inseducible lengua alemana, no hay más.
(Imagen alusiva, no real), Juan Heladio Ríos Ortega.
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