Entrevistas y Colaboradores

Un Jesucristo Gómez que todos los mexicanos debemos encontrar

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Hace muchos años, allá por 1979, leí una novela que me impactó: «Jesucristo Gómez», de Vicente Leñero. Un santo hombre. Jesucristo y su evangelio, según Lucas Gavilán. Así lo intitulaba Vicente Leñero. Jesucristo y sus treinta y tres años de vida en México, y particularmente en Iztapalapa. A los años, 1985, el maestro Ignacio Retes, presentó la versión teatral. Adaptación hecha por el propio autor. Recuerdo aquel montaje de Ignacio Retes en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón. La puesta en escena nunca fue lo impresionante que me resultó leer la novela.
Aquella lectura adolescente siempre me siguió como un fuego eterno. Ayer en el Foro Rascón Banda de la Casa del Teatro (Torreón, Coahuila), vi un montaje de «Jesucristo Gómez» lleno de potencia catártica. De talento. De energía contagiante al espectador. De organización del material para narrarlo en orden escénico por parte del director Mauricio Pimentel. El Grupo teatral, «Sédesierto», nos presentó un microcosmos del México Contemporáneo. Un México del sufrimiento injusto. Un México preso del fanatismo como consuelo. Un México sumido en la ignorancia. Preso de sus miedos e incertidumbres. Un México que necesita creer.
Un México que encuentra a un líder que concientiza. Un México que encuentra a un Jesucristo activo, de lucha, de hermandad, que impulsa a la transformación en la colectividad. El viaje de Jesús del nuevo testamento es trasladado a México. Ahí en un espacio vacío se crea el teatro. Los actores cincelan el imaginario. El director desarrolla una estilística expresionista para lograr énfasis satírico narrativo. El espacio se cubre de significados. Una batería en su acústica marca ecos de vida: matices de dolor, de desesperanza, de luz llena de fuerza colectiva.
Un Jesucristo humanizado que nos cautiva, que nos lleva a la lucha, que nos sucumbe en el espejo de la cruel injusticia, pero que nos reta a buscarlo en la resurrección personal. Él estará con nosotros para compartir una manzana. Así como esa bella imagen del Cristo reencarnado en el montaje teatral. Cuando uno ve un montaje con tanta pasión de ser, con tanta vehemencia transformada en talento, con tanta juventud de aliento, uno sólo puede decir: Gracias. El día de ayer concluí: debo buscar urgente y necesariamente mi propio Jesucristo Gómez. Esa luz de evangelio que incendie los caminos para lograr una transformación interior y social. Todos deberíamos hacerlo. Jesucristo Gómez no ha muerto, esos hombres nunca mueren.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

 

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