RETRATO: Conozco a una muchacha generosa y valiente, siempre resuelta a sacrificarse, a perderlo todo, aún la vida, y luego a recapacitar, a recuperar parte de lo que dio con amplitud, a exaltar su ejemplo, a reprochar la flaqueza del próximo, a cobrar hasta el último centavo. JUSTO CASTIGO: Los demonios me contaron que hay un infierno para los sentimentales y los pedantes. Ahí los abandonan en un interminable palacio, más vacío que lleno, y sin ventanas.
Los condenados lo recorren como si buscaran algo y, ya se sabe, al rato empiezan a decir que el mayor tormento consiste en no participar de la visión de Dios que el dolor moral es más vivo que el físico, etcétera. Entonces los demonios los echan al mar de fuego, de donde nadie los sacará nunca. PARA UN TESORO DE SABIDURÍA POPULAR: Me dice la tucumana: “Si te pica una araña, mátala en el acto. Igual distancia recorrerán la araña desde la picadura y el veneno hacia tu corazón”. LA SALVACIÓN: Ésta es una historia de tiempos y de reinos pretéritos.
El escultor paseaba con el tirano por los jardines del palacio. Más allá del laberinto para los extranjeros ilustres, en el extremo de la alameda de los filósofos decapitados, el escultor presentó su última obra: una náyade que era una fuente. Mientras abundaba en explicaciones técnicas y disfrutaba de la embriaguez del triunfo, el artista advirtió en el hermoso rostro de su protector una sombra amenazadora. Comprendió la causa. “¿Cómo un ser tan ínfimo –sin duda estaba pensando el tirano- es capaz de lo que yo, pastor de pueblos, soy incapaz?” Entonces un pájaro que bebía en la fuente, huyó alborozado por el aire y el escultor descubrió la idea que lo salvaría. “Por humildes que sean –dijo indicando al pájaro-, hay que reconocer que vuelan mejor que nosotros.”. ADOLFO BIOY CASARES, ARGENTINO.
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