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Un episodio de la historia del Cupatitzio: “La Toma de Uruapan”, ocurrida el 14 mayo de 1911

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Previo al levantamiento armado que iniciara Francisco I. Madero, la vida de la ciudad del Cupatitzio correspondía al modelo clásico de la llamada “Paz Porfiriana”. Gracias al gobierno estatal de Aristeo Mercado (a propósito, quien fuera vecino de la Calle Independencia y dueño de algunas huertas del distrito); comerciantes acaudalados, prósperos hacendados, agricultores y artesanos locales, contaban con una economía satisfactoria; es decir, la ciudad había sido beneficiada en relación al aspecto urbano, comercial, industrial y de comunicaciones. En pocas palabras, la vida económica permitía que sus habitantes del centro y los barrios tradicionales no tuvieran tantas necesidades primarias como en otras partes de la geografía estatal.

Para entonces sus bellezas naturales eran envidiables, el pueblo en sí se interpretaba como la bella ciudad de la perenne primavera, “de encantos jamás antes soñados, donde la naturaleza es pródiga y caprichosa hasta lo inconcebible, presentando a cada paso, espectáculos maravillosos y sublimes que embargan y anonadaban el espíritu del hombre hasta paralizarlo y sumergirlo en un éxtasis seductor y también sublime. Allí la naturaleza es gloria, porque ahí se siente a Dios; su espíritu alienta en todas partes”, refiere una noticia publicada en «El Floridor» (Morelia, marzo de 1910), y reproducido en «Tirabuzón» (3ª época, número 12, Uruapan, 8 de diciembre de 1935).

    “Por eso sin duda a este delicioso pedazo de tierra tarasca, lo llaman propios y extraños: El Paraíso de Michoacán”, cita este medio impreso.  

   Para entonces al antiguo pueblo congregado por su fundador hispano, Fray Juan de San Miguel, la industria y su agricultura lo habían convirtiendo en un emporio de trabajo, “que insensiblemente ha invadido la población, porque está camina siempre animosa hacia adelante, como dignamente empeña en demostrar que merece y sabe llevar muy alto, el honroso y significativo nombre de Uruapan del Progreso», abunda el semanario “Tirabuzón”.

   El impreso noticioso que dirigiera don Bernardo Quesada señalaba que el comercio en el centro de la población y las labores en los barrios tenían una actividad asombrosa, “todo es paz, vida y movimiento y al simple golpe de vista advierte que está encarrilado por la vía amplia y segura de engrandecimiento para orgullo de Michoacán”.

Así, “los productos de las dos fábricas de hilados y tejidos que existen hoy (San Pedro y La Providencia), compiten con los similares del país y aún del extranjero mismo. Hay una casa empacadora (La Popo) cuyas carnes han ido ya hasta el mercado de Londres y Oslo, como ha ido también al exterior el riquísimo café que ahí se produce y que es, sin disputa, el más preciado del país; el plátano lo mismo que la naranja y otros mil frutos que son elementos de vida y riqueza, ahí también se producen”, concretizando la visión que se tenía de una ciudad en desarrollo total con contados problemas de bandolerismo.  

   Por lo anterior, a los habitantes de la prefectura, es decir, del poblado de Uruapan, el inicio de la revolución mexicana los tomó por sorpresa.

Ante tales circunstancia, “La Toma de Uruapan”, ocurrida el 14 de mayo de 1911, se trasformó en un gran saqueo, un robo descarado a los comerciantes de Uruapan; o sea, varias tiendas de ropa y mixtas situadas en el centro histórico fueron afectadas; por ejemplo, la ferretería “La Palma”, de dos hermanos alemanes de apellido Andresen, localizada en el Portal Matamoros, llamado en ese entonces Portal de la Cárcel, fueron víctimas del populacho que venía con los revolucionarios, cuando el prefecto político Salvador Gutiérrez abandonó la ciudad; quedando unos cuantos “gendarmes” impotentes para calmar la multitud, la cual al grito de “¡¡Viva Madero!!”, rompía puertas, ventanas y cristales en los comercios, decir que toda la noche estuvieron acarreando objetos robados, por individuos que aprovecharon el momento para hacer de las suyas.

   Sin embargo. al día siguiente Marcos V. Méndez, uno de los primeros revolucionarios de esta región que se levantaron en armas a favor de Madero, originario de San Juan Parangaricutiro (pueblo sepultado por el volcán Paricutín), sería el encargado de la “Toma de Uruapan”.

   A su paso por Uruapan, con su gente armada logró restablecer el orden, puesto que amenazó con la pena de muerte a quien no entregara lo que había robado en los comercios y tiendas de ropa.

   Cabe agregar que Marcos N. Méndez fue el primer ciudadano de la región de Uruapan que se levantó en armas en contra del gobierno de don Aristeo Mercado, siendo participe y responsable de la citada “Toma de Uruapan” y otras plazas cercanas, principalmente de la meseta tarasca. A pesar de ello, Méndez murió poco después.

   En resumen, la noche del 14 de mayo de 1911, la plaza del paraíso michoacano fue controlada por los revolucionarios que simpatizaban con el forjador del Plan de San Luis que, como sabemos, estuvo respaldado en Michoacán por el Dr. Miguel Silva, Salvador Escalante, Martín Castrejón, Rafael Sánchez Tapia, José Tafolla y otros destacados ideólogos y rebeldes más.

   Aquella fecha, pocos habitantes de la localidad y un buen simpatizantes de la causa maderista procedentes de comunidades y otras regiones cercanas, se sublevaron al gobierno de la Prefectura de Uruapan, comenzando así las actividades revolucionarias que con frecuencia habrían de ocurrir en el suelo del río que canta, hasta 1917, año en que se celebró en Querétaro, el Congreso Constituyente con el que nace nuestra Carta Magna actual y por lo tanto comienza la pacificación paulatina que tendría todo el país.

   Debemos reconocer que luego de esa noche, la etapa revolucionaria en Uruapan se acentuaría mucho más durante la época Delahuertista y enseguida por la conocida Guerra Constitucionalista, que impactó de 1914 a 1916.

   Por ahora, dejamos las palabras que en su obra revolucionaria recordara el Capitán Luis Valencia Madrigal sobre aquella fecha, referente a la toma de la plaza:

“(…) Así a la luz del azoramiento que a Uruapan causara el saqueo, que al vitorear a Madero, el Caudillo de la Revolución, sin convicción libertaria, llevaron a cabo chusmas ignaras el 14 de mayo de 1911 (…) El Plan de San Luis había sido secundado en Michoacán”.

“Los pacíficos habitantes de sus campiñas, diligentes a su reclamo se convertían en “ciudadanos armados” para hacer respetar por la fuerza bruta su voluntad manifiesta en las elecciones y concluida en los escaños de una representación popular sólo de nombre, entonces, Uruapan había sido pedida a las autoridades “Mercadistas” cuyo Prefecto, Salvador Gutiérrez y Capitán del destacamento, señor Pinal, con el apoyo de veinte “carnitas” o sea soldados no federales, consideraron siempre salvar la situación pero aquella veintena de enfundados en militar vestimenta de caqui claro rematada con chaco de cuero hubo de dispersarse y huir, lo mismo que su jefe, abandonando los “Remington” de grande boca y sólo un proyectil de plomo lanzadero en cada intención”, explaya el Capitán Valencia.

   Y dice que “Gutiérrez, Pinal y los “Carnitas” dejaron Uruapan para salvar sus vidas cuando fue inútil el llamado al orden, que a gritos, en la plaza les hizo el prefecto (…); y la población rebelde, por ley psicológica de las multitudes, pronto perdió el sentido de lo justo y plenamente volcada en su sentimiento de libertad sin imitación alguna, recorrió las calles y libertó a los presos que estaba en la cárcel del Portal y buscó y sacó las armas de donde sus dueños las guardaban sin respetar derechos”.

Así se inició el saqueo, “primero la Tienda “Los dos mundos” (situado en el Parían Nuevo), después “La Palma”, de Andresen, El Monte Pio, del francés Juan Caminó (que estaba desde 1895 en la esquina del Portal Carrillo y Cupatitzio), y claro está, no solo fueron las armas que tomó el populacho, absolutamente fue todo. Lo mismo las mercancías de distinto orden que las joyas que como préstamo estaban en el Monte Pío. Nadie podía contener la multitud enloquecida”.

Sin embargo, reconociendo que el accionar de sus tropas habían sido incorrectas, el jefe revolucionario Marco W. Méndez exigió enérgicamente a quienes se habían apoderado de cosas ajenas en el tumulto y saqueo, que en el término de doce horas las entregaran a la Junta Vecinal, anunciando el posterior cateo de los hogares a fin de lograr la más íntegra restitución.

   Al amparo de la noche en las calles cercanas de los barrios, fueron dejando sus efímeros poseedores cuanto el día anterior no era suyo; y de la misma forma sobre las aguas del Cupatitzio flotaron géneros y prendas de vestir.

   Por este motivo, los partidarios del maderismo, a sabiendas de que la noche del 14 de mayo, se había suscitado una brusca sublevación en la prefectura, o sea, en la ciudad de Uruapan; muy temprano, el día siguiente, el 15 de mayo, arribaron a la plaza para organizar la toma del pueblo otros revolucionarios como Félix C. Ramírez, Eutimio Díaz, sobrino de Jesús Díaz, uno de los Mártires de Uruapan.

   El General Ramírez, oriundo de Paracho, en sus memorias da cuenta de ello: “cuando ya tuvimos varios adeptos a la causa maderista nos levantamos en armas en Peribán, con apoyo de Roberto Alvírez, Miguel Díaz, Marcos V. Méndez y José María Álvarez y Ramírez (…) Poco después del levantamiento en Peribán, nos dirigimos a Uruapan, plaza que tomamos sin ninguna oposición, pues, el prefecto Salvador Gutiérrez, al saber que nos acercábamos a dicha plaza la abandonó, entregada por ello al pillaje…Tomada la plaza de Uruapan y restablecido el orden, organizamos la defensa de esta ciudad con civiles, en su mayoría empleados del Gobierno, dejando como Jefe de la Guarnición al ciudadano Marcos V. Méndez… la etapa del porfiriato quedaba atrás, y el gobierno maderista llegaría a Uruapan ocupando el poder estatal el Dr. Miguel Silva, aunque no por mucho tiempo, había iniciado plenamente la revolución mexicana…” 

      A detalle, Rogelio Bucio Ramírez en sus artículos históricos explica que: “durante el año de 1911 un grupo de la avanzada militar comandado por el cuatrero Santiago Archundia, penetró en la ciudad y cometió todo tipo de atropellos, robando comercios y casas particulares, rompiendo puertas si estaban cerradas y derribando todo lo que fuera estorbo o presentara dificultades para la labor de rapiña. El saqueo y rapiña fueron imperantes en aquellos larguísimos minutos”.

   Y continúa: “cuando el grueso de la tropa entró en la ciudad y su jefe Marcos Méndez, se dio cuenta del acto de bandolerismo, queriendo poner un ejemplo a toda su tropa, ordenó el fusilamiento inmediato de Santiago Archundia y amenazó con hacer lo mismo a todos aquellos militares a los que se les encontraran objetos robados”.

   El acto de fusilamiento fue de inmediato, siendo ejecutado el cuatrero Archundia en el Jardín Fray Juan de San Miguel (donde ahora está el kiosco nuevo), frente a la cárcel y oficinas municipales (ambas dependencias situadas donde ahora se localiza el Pasaje Navarro). Pocos minutos después el Jardín se vio colmado de objetos diversos que aparecieron como por arte de magia.

   Cabe agregar que de los habitantes que apoyaron la defensa contra los saqueadores, estuvo Guillermo Wolf, de origen alemán, propietario de un comercio de carnes, y amigo de don Daniel Navarro Alderete, padre de los fundadores de la radio en Uruapan, así como unos 20 vecinos del centro.  

   Los defensores de la plaza, veían a sus rivales desde el campanario del templo viejo, hoy iglesia de San Francisco; ahí al ver el acercamiento de los rebeldes, tocaban varias campanadas para que la gente se metiera a sus casas y los comerciantes cerraran sus negociaciones.

   Durante esos días, los combates también se suscitaron en calles cercanas al centro, se sabe de enfrentamientos menores en la calle de San Francisco, hoy Álvaro Obregón; también en la calle de San Miguel, hoy Juan Delgado.

Además, “en Paracho se fusionaron dos fuerzas solamente para los efectos de ir a tomar a Zamora, ya que creí que García se levantó en armas para defender sus intereses y los de sus hermanos, pero estando en Tangancícuaro recibimos enviados de los vecinos de Uruapan, pidiéndonos que volviéramos a dicha plaza a dar garantías para que Marcos V. Méndez no había podido controlar la situación”, dice de ello el General Ramírez.

   “Regresamos a Uruapan, -escribe- y volvimos a restablecer el orden. Estando en regreso en Uruapan, recibió el suscrito de la Secretaría de Gobierno un telegrama en el que se me ordenaba acuartelara mis fuerza en dicha plaza y que diera garantías a sus habitantes, como ya lo habíamos dicho. Dejamos al cuidado de la plaza al Ing. Eutimio Díaz (sobrino de Jesús Díaz, uno de los Mártires de Uruapan)”.

   Igualmente, el cronista J. Jesús Alejandre, en “Uruapan de Antaño”, nos ofrece su testimonio y los pormenores de la Toma:

   “El grupo revolucionario se dirigió a Uruapan, ya que era uno de los primeros objetivos por ser cabecera de distrito y sede de la prefectura. Siendo en ese tiempo el Prefecto don Salvador Gutiérrez, originario de Zamora. Este señor, espantado por las noticias que le traían sus espías, optó por poner tierra de por medio, huyendo vergonzosamente, no sin antes hacer un acto cómico: reunió en el jardín de los Mártires un grupo de gentes  noveleras, de las que no faltan en toda situación, ávidas de curiosidad en quienes don Salvador personificó al pueblo y delegó sus poderes, manifestando que para evitar derramamiento de sangre (?), abandonaba la plaza, exhortando a los habitantes permanecieran en calma mientras llegaban los maderistas, -cuyos pasos ya sentía tras sus talones-. El Prefecto Gutiérrez se llevaba los pocos soldados que había, dejando como representantes del orden unos cuantos policías que nadie tomaba en cuenta”

 Y prosigue su lectura: “Un rechifla rubricó la arenga del pusilánime prefecto, hombre de gran corpulencia, pero de pequeño corazón, en tales condiciones la ciudad quedó prácticamente abandonada. Algunos comerciantes trataron de organizar una defensa, pero con pocos deseos de dar la cara a una situación tan desconcertante y de peligro”.

   “La noticia de la escapada del prefecto corrió por todos los rumbos surgiendo los variados comentarios todos criticando a don Salvador Gutiérrez, considerando que la población por decoro y lo prudente hubiera sido no dejarla ni un momento abandonada a su suerte y esperar la llegada de los revolucionarios. Otros entonaban por anticipado el hosanna del triunfo revolucionario celebrando el fin de la dictadura porfiriana. Había inquietud, regocijo y deseos de salir a las calles para gritar ¡Viva Madero!”, señala.

    Su testimonio es muy interesante, al manifestar que los sublevados sacaron a los presos de la cárcel: “en medio de esa batahola surgió una voz dominadora: ¡Los presos de la cárcel, hay que liberarlos…! Y sin más ni más, la muchedumbre se movilizó hasta llegar frente a la cárcel que carecía de alcalde y de llaves, pero un hombre se acercó llevando ya una hacha para romper la puerta de la prisión, dejando en libertad a los presos que fueron a engrosar las filas de aquella multitud sin freno y no faltó quien insinuara saquear los comercios y sin que nadie intentara evitarlo, la chusma se lanzó al saqueo de las oficinas públicas y establecimientos comerciales”.

   La revuelta y hasta robos y abusos siguieron pues al poco rato “las calles adyacentes a la prefectura, juzgados y oficinas públicas quedaron inundadas de folios, muebles, etc. La gente corría llevando piezas de tela, pilones de azúcar, zapatos, latería, en fin…”

   Cuando llegó al auxilio gente de Marcos Méndez, para sofocar y controlar el caos de Uruapan, muchos los bandoleros y quienes aprovecharon la situación se habían esfumado, otros no pues “como a las 11 del día 15, otras fuerzas de don Marcos V. Méndez hicieron su entrada, hubo varias aprehensiones y como acto culminante el fusilamiento de un trabajador de apellido Archundia”.

Así comenzaba la revolución en el esplendoroso y centro rector comercial que desde entonces era Uruapan, donde luego llegaría Joaquín Amaro, Francisco Cárdenas, el asesino de Madero; y el carrancista Francisco Murguía, quien expidió en Uruapan los billetes denominados “Los Pericos”, dinero de circulación forzosa. Pero esa es otra historia. 

Texto, Sergio Ramos Chávez, Cronista de la Ciudad de Uruapan.

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