CDMX.- Alejandra Pizarnik y Julio Cortázar se conocieron tal vez en Pont des Arts, en 1960, una mañana, casi por accidente. “Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos…”.
Se enamoraron con esa mezcla de asombro y distancia que suele unir a los amigos. La poetisa estaba sola y así se sentía sola; había viajado a Europa luego de atravesar por un cúmulo de frustraciones. Muy pronto se hicieron evidentes, entre ellos, grandes y sutiles afinidades literarias y de pareja.
Hay una correspondencia muy interesante y es la última carta de Julio Cortazar para Alejandra Pizarnik, previo a la muerte de ésta, misma que hoy recordamos. Aquí la carta:
“París, 9 de septiembre de 1971.
Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estés ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de.
Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte.
Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y demás no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo.
El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.
Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo. Julio.
Alejandra Pizarnik es quizás la poeta argentina envuelta por más mitos y misterios: su vida, sus amistades, sus amores y su muerte siempre dieron que hablar a la par que su literatura. Su obra la puso a la altura de los grandes escritores de su época, y con algunos de los cuales tuvo una relación de amistad, como es el caso de Julio Cortázar. Sin embargo, hay una anécdota que no tuvo tanta trascendencia que, de haber terminado de otra manera, podría haber causado que uno de los libros más importantes de la literatura argentina jamás se hubiera publicado: Rayuela.
Un año después de aquella carta, la poetisa sudamericana se quitaría la vida con una sobredosis de seconal sódico. Tenía treinta y seis años. / Juan Barrientos Figueroa.
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