Érase una vez que don José Vasconcelos, a la zaga Secretario de Educación Pública (1924), discutía con editores y libreros, porque se le ocurrió la idea de editar libros para niños con lecturas de los clásicos, y distribuirlos en las escuelas, a precios muy bajos o incluso regalados, germen de lo que más tarde sería el programa de libros gratuitos.
Los editores reclamaban a Vasconcelos que el Estado metiera la mano en el negocio y que últimadamente, «esas mentes tiernas» que iban a saber de clásicos.
Vasconcelos alegó que en todo caso, esos niños iban a ser, algún día, lectores y consumidores de libros y clientes de esas editoriales y librerías y que el negocio iba a creer en lugar de menguar.
«Por lo que hace a la lectura escolar, les hicimos ver la petulancia conque nosotros los mayores juzgamos el cerebro infantil. Nuestra propia pereza nos lleva a suponer que el niño no comprende lo que a nosotros nos cuesta esfuerzo; olvidamos que el niño es mucho más despierto y no está embotado por los vicios y apetitos. Tanto es así, agregué, que me atreví a formular la tesis de que todos los niños tiene genio y sólo al llegar a los dieciséis años nos volvemos tontos». / Juan Manuel Badillo.
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