En estos días de clausura me he dado a la tarea de ver cine mexicano de los últimos años que no había atendido.
Viví un documental hermoso, sentido, evocativo, reflexivo, realizado en la sencillez narrativa cinematográfica. El objetivo simple y sencillamente es enaltecer al poeta Jaime Sabines y lo que provoca su poesía en sus lectores.
Para qué más. No es necesario pretender cuando la sencillez del tic tac poético de Sabines fue llegar como canto de mar al alma y conmoverla, excitarla o seducirla. Canto de ritmos, oralizada invisible por la letra prodigiosa del maestro de Chiapas.
El documental de Claudio Isaac da la voz a sus lectores. Ellos despejan mundos. Sueños. Arrebatos. Identificaciones. Un coro de imágenes, suscitan momentos como comentarios. Es la voz plástica cinematográfica del cineasta. No olvidar el amor de pasión de Isaac por la pintura.
Maravilla es oír y ver a Sabines dando apuntes poéticos al caminar la vida en la poesía. ¿Qué es ésta? Es un puente entre los seres humanos para comprender y sentir la vida.
Escuchamos fragmentos de sus poemas como ecos resultantes a lo expresado por los lectores testimoniados. Referencias precisas de poemas interpretados en sutileza vivida por la actriz Irene Azuela. Moderada, dejando que su sentimiento acompañe a la lira de imágenes que la suscitan.
El documental está dedicado al hijo mayor de Sabines (Julio Sabines Rodríguez) quien da testimonio de quién era su padre y qué intentaba con su poesía. Hay una referencia maravillosa a lo que era Sabines trabajando. Cuenta que un día su padre al terminar de comer le dijo a su mujer: «voy a trabajar». Él solía encerrarse en su estudio. Sus hijos pequeños lo espiaron por la ventana que era alta. El varón hizo banquito para que su hermana viera por el ventanal lo que hacía el papá. Al preguntarle qué estaba haciendo, ella contestó: » Nada, está viendo a la pared». Todo estaba dicho. Sabines construía en ese momento el mundo en la poesía.
Claudio Isaac, cineasta que allá por 1984 me hizo delirar con una película de su autoría llamada: «El Día que Murió Pedro Infante», una cinta que plasmaba las preocupaciones existenciales de una juventud que no entendíamos, sin seguir entendiendo, qué diablos es esta rueda de la vida. Buscamos las respuestas y aún no las contestamos. Nunca lo haremos y ahí radica la riqueza, el chiste es seguir en el asombro, para bien o para mal. Una película referencial para mí por la identificación con el personaje central «Pablo Rueda», interpretado magníficamente por Humberto Zurita.
«Sin Dios y sin el Diablo, Jaime Sabines y sus lectores», lo puedes ver en la plataforma de internet de «FilminLatino», gratis. Magnífico viaje a las letras de este mago ancestral del susurro secreto de la vida.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan.
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