* Un buen amigo actor me dijo ponle a este escrito: » Todos Somos Narcos», o » Cada Quien su Narco».
En tiempos en que la proliferación de seriales y películas hacen muestrario del mundo del narcotráfico, uno se pregunta: ¿Qué nada más somos eso? o ¿hay una falta de imaginación artística tal que nada más da a ese respecto? o ¿Es tan redituable la explotación de esos temas? En mi opinión hay un poco de los tres aspectos.
Al público lo han acostumbrado a ver todo esto. Tiene pocas ofertas. Decir que su demanda ha decrecido sería injusto, no se puede generalizar. Los seriales, las películas de narcos hablan del mundo de riqueza, del exponer la vida, vivir aunque sea un rato pero con dinero, con mujeres, con poder. Tener lo que no se puede tener siendo honrado, siendo pobre, siendo ausente de estudios. Un rechazo a ser pobre. Descomposición que refleja la corrupción, la enequidad de la economía de nuestros países latinoamericanos. Ahora bien ¿estos seriales, estas películas, reflejan hondamente una realidad innegable de nuestros países? ¿Son el resultado de un verdadero estudio de nuestras sociedades contemporáneas? Señalaré un buen ejemplo: la película «El Infierno», de Luis Estrada. Esa cinta la considero un buen trabajo al respecto.
Lo demás no sé. No sería justo dar una opinión contundente. Lo que sí y es el sujeto de esta crítica es el aluvión de explotación del tema. No cabe duda que es redituable. Que tiene mercado. Se ha hecho una apología mercantil de la violencia.
La vida es mucho más que eso. Hay seres humanos que aún creemos en el espíritu del hombre, que buscamos la paz como camino, habemos muchos que nos emocionamos con un amanecer, con la caída de la nieve, con un beso a la musa soñada, con la llegada o generosidad de un amigo, gente que rechazamos al bluff, a la mezquindad y al dinero como dioses supremos de estos días. Hay gente que desprecia al ego, elemento soberbio contrario a la solidaridad de principios nobles de convivio humano.
Las mayorías viven un stress, una tensión por salir adelante, buscan rabiantes el éxito, el reconocimiento aún a costa de la indignidad, del pasar por encima de los demás sí es necesario. Hacemos un culto a lo material, a la juventud, al denostar a la mujer y al hombre, verlos como objetos sexuales. Aquí cabe el ejemplo de las muchachas que hablan del clima en la televisión o los anuncios comerciales. Ejemplos hay muchos. Estos seriales del narco reflejan en mucho nuestra vida. Culto al dinero, al poder, al fatuo reconocimiento, acceso a bellas mujeres teniendo lana, a viajar siendo un gran señor. El ser contemporáneo, sin generalizar, ha endiosado a estos capos. Se les rinde culto con corridos. Con entrevistas hechas por famosos. Con múltiples espacios televisivos. Son celebridades.
Hay otras rutas artísticas que son vasos refrescantes. Hace poco vi una película hermosa llamada «Truman», una poesía dedicada a la amistad, al amor. «Birdman», crítica feroz e inteligente al ego del ser humano, hecha por el celebrado director González Iñarritú, «Hachi», monumento a la fidelidad y al amor incondicional. «I AM», un documental hermoso y poderoso hacia el error humano, que ha confundido al éxito, al dinero, a la codicia, como si estos fueran los signos para conseguir la felicidad. Son sólo ejemplos de múltiples mosaicos de la expresión humana. Por fortuna existe el cine de los grandes maestros, las grandes obras de teatro, la literatura, la pintura, la danza, la música, la escultura, los cine clubs, otras posibilidades inmunes a esta desmesurada comercialización.
Más imaginación, menos explotación mercantil del mismo tema. No sé hasta cuando dará esta ubre redituable del tema.
¡Pan, pan con lo mismo¡ Yo también no salgo ileso y quizá por eso escribo al respecto.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan.
PD: Este escrito fue hecho en 2016, lo publiqué porque siento que guarda una gran vigencia y una quizá reflexión que otorgue claridades personales.
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