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Roma”, un creativo asalto a la memoria de Cuarón

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“Roma”, un creativo asalto a la memoria de Cuarón

Fui a la calle de Tonalá, sí, ahí en la Colonia Roma. Barrio que da origen en nombre y corazón a la película mexicana que está calando hondo en la vida del espectador que ya vio esta maravilla cinematográfica. La locación: el Cine Tonalá.
Las luces se apagan y aparece el resplandor sobre la pantalla. Un piso de patio recibe agua que fluye, líquido que permanece y se va a la coladera. Son los recuerdos. La memoria que vive y se desnuda. La vida que corre y se desgrana en torrente sobre la pantalla. Una imagen que es la partitura inicial al mundo de niñez de Alfonso Cuarón en la Colonia Roma.
1971-1972, la época a recrear. La memoria es la capacidad para contar la vida. Para reflexionarla, para sentirla nuevamente, y quizá, porque no, para transformarla en el apunte crítico hacia lo sucedido.
Así va deshojando el libro de parte de su niñez Alfonso Cuarón. Se despide de todo artificio y desnuda el alma. Como un San Francisco que se despoja de todo para en la alegría y el dolor contar honestamente una página de su vida; y en especial el pulsar de su familia. Y más precisamente el existir entrañable para él, de Cleo; la empleada doméstica de su hogar. «Libo», en la vida real. A ella va dedicada la cinta.
«Roma», es una película que cuenta el existir de «Cleo» y la gente cercana a ella. Su patrona «Sofia», la madre de ésta, el marido de la misma, los niños hijos de los patrones, y su compañera de trabajo, «Adela», que es mixteca como ella. La ciudad de México será un testigo activo de una indígena en la gran ciudad devorante. La inocencia de «Cleo», sufrirá, verterá lágrimas.
Un poema cinematográfico, que librará diferentes tonos sinfónicos. «Cleo», es la protagonista, la cámara en su mirar, son los recuerdos y la memoria de Cuarón. Ella y la lente son el corazón del cineasta. Ahí está la grandeza de esta cinta.
La pequeña anécdota adquiere hondura en cómo está contada la película. En cómo Cuarón narra el viaje a sus memorias.
Recrea en naturalismo casi documental una época. México, la Colonia Roma, Ciudad Nezahualcóyotl, son vistas como postales fidedignas. Las conductas y aconteceres del México narrado permean en la vida de los personajes y en la de los espectadores. Nosotros espectantes acompañamos emotivos y creativos el viaje de Cuarón y sus protagonistas.
Una película que es un testamento de vida del cineasta. Desnuda su ser, el de su familia, el de un México que poco se ha atrevido a ver en magnitud el mundo de una empleada doméstica.
«Cleo», representa la vida de tantos trabajadores mexicanos de quienes nunca nos preguntamos por su mundo interior. «Roma» solidariza. Indaga. Hace reflexionar críticamente. Lo hace sutil y contundente. Muy lejos de posturas melodramáticas- sensibloides. Uno como espectador puede arrojar una lágrima, y es producto del dolor que da vivir. En «Cleo», uno encuentra espejos humanos. Te provoca esperanza, amor, ternura, asombro, rabia, ira ante la injusta premisa de pasar encima de el más débil, la condena injusta del dolor del ignorante.
Sí, «Roma», es la vida. Es el cine contado con un orden preconcebido. El arte bajo disciplina. Hay un cómo, un por qué y para qué quiero hacer la película. Estamos ante un cineasta mexicano mayor. Cuarón es el Deus Ex Machina del proyecto. Está en la producción, creador del guión, fotografía junto a Galo Olivares, en la edición junto a Adam Gough, y es el director, dicha la palabra en todos los rubros que ésta exige.
En el plano estético de recreación y vida, Eugenio Caballero, director de arte, es fundamental. Las locaciones son una calca de la época, hablando las mismas profundamente en el detalle.
La fotografía es primordial. Recordando la misma al movimiento cinematográfico narrativo del neorrealismo italiano. Grandes planos abiertos, fondos, del interior del protagonista al horizonte presentado. Siendo los ámbitos, ecos sociales, acentos del alma de los protagonistas. La cámara es un coro griego que comenta. Con esta manera de narrar recordé el cine de Vittorio De Sica con «Ladrón de Bicicletas», o el de Visconti con «Rocco y sus Hermanos» o el de Fellini en «La Strada».
Tal como en el neorrealismo italiano, Cuarón trabajó con «no actores», salvo el caso de Marina de Tavira, que es un actriz profesional, y que dicho sea de paso está espléndida.
La protagonista «Cleo», está interpretada por Yalitza Aparicio. Su trabajo es un canto de amor y sinceridad. Todos los participantes actorales están magníficos. Una felicitación al director de casting Luis Rosales.
El trabajo de vestuario recrea la imagen de los tiempos. El diseño sonoro es de una potente sensorialidad. La música en recuerdo de época, notable. Escuchamos a Leo Dan y «Te he Prometido», a Juanga y «No Tengo dinero», a Los Socios del Ritmo y «Vamos a Platicar», a Pepe Pepe y «La Nave del Olvido», parecen susurros, murmullos del alma de «Cleo».
Magnífica. Ojalá este poema cinematográfico sea la inspiración para que los jóvenes cineastas mexicanos vuelvan a hacer, no todos porque los hay y con mucha convicción, un cine con compromiso artístico y social para con su patria. México necesita modelos que den luz creativa. Con hondura, con sensibilidad. Capaces de transformar a una sociedad en su realidad. Que sean un grito a la conciencia reflexiva.
Me llevo la vida en «Cleo», sobrevolando un avión mi panorama; sobre un cielo que fluye como una Roma inspiratoria.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan.

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