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Relato de algo real, vivido en una clase de sensibilización en Angahuan, Michoacán

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Hoy que tanto se habla de violencia contra la mujer, tuvimos una vivencia particular -en Angahuan, Michoacán- mi compañera de vida Elvira Richards y un servidor en una clase de sensibilización que impartimos a niños purépechas.
En el ejercicio, el niño tenía que mostrar amor a la niña que fungía como su hermana. No sabía cómo hacerlo y le levantó la mano con intención de golpearla. Lo paramos y le hicimos conciencia de cómo expresar amor. Lo invitamos a que la abrazara, le acariciara su cara con suavidad, le tocara su pelo y manos con ternura. El niño lo hizo lleno de vergüenza, pero lo hizo. La satisfacción es que niño y niña reían y terminaron abrazados. Los demás niños sonreían en un acto de amor comunitario. Fue hermoso.
Una lección y experiencia única de conducta social, de vicios heredados. El niño repetía el rol que ve de maltrato a la mujer. No sabía cómo expresar amor.
Si los gobiernos y sociedad fueran conscientes que esta es la manera de erradicar a la violencia, (educación sensible junto con oportunidades reales y óptimas de empleo y crecimiento), creceríamos evidentemente como sociedad. Este trabajo cultural debería ser perenne y a lo largo del país. Como una verdadera cruzada en contra de esta mancha que crece y crece llamada descomposición social.
Raúl Adalid, en algún lugar de México Tenochtitlan

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