Sucesos

POZOLE NACIONAL CON MONSIVÁIS

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Sus crónicas han sido multiplagiadas y por ende, simiente para los cronistas posteriores. El estilo monsivaíta de artículo periodístico, con ese humor corrosivo, ironía recalcitrante ya corre por los genes de escritores contemporáneos.
Su posición política animó a las generaciones subsecuentes a ser popular, contracultural, antisolemne antipriísta, leyendo y hablando inglés cual plus, y sin pena nacionalista.
A este guerrero de las causas perdidas lo hemos despedazado con el maíz pretransgénico y nos lo seguimos pozoleando.
Sus ensayos son autoplagios suyos, con una prosa monzónica impenetrable; sus crónicas de arte y poesía se están diluyendo en el olvido, ¡tan pronto!
La obra total-desperdigada-, Por mi madre bohemios, ha envejecido. Sus crónicas-ensayos de Amor perdido, los podemos leer, sólo si nos ponemos en plan de escoliastas porque sus cronicados ya no protagonizan al México globalizado. Los cuarenta años de su reinado se van a exponer al fuego y furia crítica de sus enemigos y amigos envidiosos.
Su Nuevo catecismo para indios remisos, será vista como su obra total y absoluta: la más representativa del genio de su prosa, hipersimbolizante, hierática, multifacética, clásica y aggiornada.
Desde hace cinco años no puedo leerlo, se me cae de las manos. Y distrábico, hemianópsico, cuadrotópsico que soy, sólo tengo ojos y oídos para su prosa admirable de su ensayo escrito en la Revista Trimestre Económico de 1975, si mal no recuerdo la fecha: La novela de la revolución mexicana. Y pensar que este hombre-pluma polígrafo sólo escribió un solo libro orgánico, fue en el 2007: Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina; constancia de sus saberes literarios políticos e históricos, (se lo publicó Anagrama y además se lo premió)…pero en ese registro él no era Ángel Rama, no tenía esos vuelos de ensayista total para escribir sobre la política, la historia, la cultura y la literatura latinoamericana.
Monsiváis es un héroe nacional, un luchador político con una curosidad y avidez de mundo asombrosas.
¡Ah, cuánto nos ilustró, nos educó; y cuánto lo queremos por eso!

Juan Heladio Ríos Ortega.

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