Ya hace ayeres que fue 1990. Ese año tuvo una peculiaridad: ví una película que engrandeció mi amor por el cine y por la vida. Esta página se llamó: » Cinema Paradiso».
El cine tenía nombre, se llamaba » Elektra», ese ubicado en la calle Guadalquivir de la Colonia Cuauhtémoc en la Ciudad de México.
Una primera imagen: una ventana a un mar azul. La música hermosa, daba seguimiento a los créditos. Una sinfonía de vida estaba comenzando. El gran músico Ennio Morricone daba pauta al poema.
Ayer primero de Enero del 2021, después de muchos años la volví a ver, me gusta comenzar el año viendo algo que sea una inspiración para el camino a seguir. Sólo que la variante a «Cinema Paradiso», fue que ví la versión de Guiseppe Tornatore, director de la cinta. Una hora más de duración en comparación del clásico conocido.
La cinta respira en más detalles. Vemos las costumbres del pueblo en más señalamiento. La vida de Alfredo y Toto, protagonistas de la cinta, se precisan más. El regreso de Salvatore Vita, » Toto», al pueblo, después de treinta años, se despeja hondamente. Qué fue de él en el amor y su viejo romance con aquella rubia de ojos azules de la aldea de Giancaldo. Esa llamada Elena.
Editar una hora para el director debió ser terrible. Sin embargo la edición fue magnífica. Un trabajo de cirugía precisa para condensar en existir cinematográfico una síntesis honda de este mural de vida. La película en su versión clásica conocida fue un éxito. Ganadora del Oscar, del Bafta, del Globo de Oro, ganadora en el Festival de Cannes. Pero sobre todo, fue ganadora del corazón de multitud de espectadores en el mundo.
Tal fue mi caso. En » Toto», ví reflejado mi amor por el cine desde niño, mi arrobo por la ficción, mi adolescencia en la oscuridad de una sala cinematográfica, el enamorarse cuál quijote de una Dulcinea, el ir por el sueño de ideal a otra ciudad, el ser alguien soñando en la ficción del teatro y del cine.
Muchos tuvimos una madre con la cual íbamos de su mano cuando niños, la vimos llorar y no sabíamos por qué. Cuántos no vieron a su padre ausente como un Clark Gable. Así como «Toto» lo imaginaba pues «Alfredo», el proyeccionista del cine, le decía que se parecía a él. Quién no tuvo en un momento dado a un Alfredo que le transmitió el conocimiento, el amor a la vida y a los sueños, el luchar por un ideal para significarse en la existencia.
Cuántas y cuántos no han visto a la vida como una película. Quién no ha creído que su vida es como la de una cinta protagonizada por De Niro, Pacino, Rourke, Gere, o Meryl Streep y Clint Eastwood en «Puentes del Madison».
Por eso Cinema Paradiso es un puente universal de conexión con las almas y los sueños. » Es mi vida», dirán muchos. Es cuando hablamos que una película es una obra maestra clásica. Alcanza el cosmos de vida de un espejo que te dice verdades, menciona lo que es difícil definir, pone voz a lo innombrable. Es un poema.
Sí, ayer Alfredo, Toto, Morricone y su bella música para la película vivieron en mis recuerdos presentes de inspiración. Un pretexto cobro existencia viva: mi amor por el cinemat’ografo.
Mi amor por Cinema Paradiso está más vivo que nunca. Mis ansias de sueño personal en meta de realización artística se renuevan. Mi «Alfredo» y mi «Toto», nuevamente me han revelado misterios. Corramos pues a la vida a vivir por un nuevo «Cinema Paradiso». El nos espera para exhibir un secreto que nos develará verdades. La luz está a punto de apagarse. La película 2021 ya comenzó. Vivámosla plenamente.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan.
Comments