Me parece extraño cuando me preguntan cómo me doy cuenta de todo.
La respuesta es simple, sin gracia. Yo no lo hago. Realmente no lo hago. Selecciono prioridades, céntrate en lo que da, barro el resto de la alfombra.
Al día siguiente levanto la beiradinha de la alfombra, retiro unas cosas, escondo otras. Si hoy la cena fue el chino «okesoboro», mañana un almuerzo fresco es la misión número uno. Mi alfombra nunca queda vacía. Nunca.
De hecho, hay días que escombros mucho ahí abajo, que derriba lo que tenga arriba. Peleo con el mundo, lloro un poquito, me siento la más desequilibrada de las mujeres, espero por el día siguiente.
Pero hay mañanas en que despierto llena de amor propio Me río de todo este auê Ignoro la alfombra ya palo con el Monte Everest, y voy hermosa y hermosa (cansado y de piraña en el pelo) tomar un baño largo.
Algunas tardes, la revolucionaria de la alfombra. Brota en el cuerpo una energía que se sabe de dónde vino (probablemente del brigadier de cosechar que comí escondido 3 noches atrás). Y ahí voy a ponerlo todo al día, ¿y no es que casi puedo hacerlo? Si no fuera por casi… Y así es.
Frustrante, alegre, desesperado, feliz. Un eterno barre, esconde, vacía.
No te dejes engañar, siempre hay una alfombra. En la casa de algunas se ve más visible, pronto en la sala. Ya otras prefieren usar el pasillo. Pero él está allí Tiene que estarlo Si no la gente enloquece.
Detrás de estas imágenes, hay una madre común. De carne, hueso, queriendo adelgazar al menos 3 kilos.
Con días buenos para el estilo: «La vida es bella, podría tener 7 hijos, vivir en una casita de sapê, y ser feliz para siempre»
Y con días de «quién soy, dónde estoy, ¿quiénes son estas personas?»
El denominador común es el amor, que cuando se pone en la balanza rompe el puntero.
Gira el juego No da ni oportunidad. El corazón es invadido por gratitud. Y con lágrimas en los ojos agradecemos por todo. Incluso por la alfombra.
Texto, Milena Daniela, brasileña.
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