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México equilibró un partido en base a su conjunto. Brasil infinitamente superior en individualidades y capacidad técnica. La solidaridad del conjunto mexicano para el dispositivo táctico ideado por Lozano trajo paridad de circunstancias en 120 minutos de juego. Labor nada sencilla. La mayoría de los jugadores cariocas juegan en Europa, en escuadras de alto nivel, en México muchos de sus integrantes ni siquiera son titulares en sus equipos. La instancia final, los penales, marcaron contundentemente la superioridad de jugadores con más sólida experiencia y capacidad técnica. Esta camada de jugadores mexicanos será un gran relevo generacional para la poco motivante selección mayor. Independientemente de la consecución de una medalla, el triunfo es ya de estos jóvenes que han hecho un gran certamen olímpico. Y bien también por los clubes mexicanos que han apostado por trabajar sus fuerzas básicas. Hoy hemos visto jugadores mexicanos con hambre, con talento, con deseos lúdicos de gozar su profesión, lejos de aburguesamientos y egos de jugadores que ya no les significa mucho el jugar por su país. Bueno deberá ser que Jaime Lozano siga trabajando otro ciclo de preparación rumbo a otros certámenes de categorías menores y lograr lo que tanto le ha faltado a nuestro fútbol: continuidad en pro de su definitivo avance. Ojalá los directivos mexicanos estén a la altura de estos jóvenes que ya han puesto a México muy en alto; y que no se pierda esta generación de jóvenes olímpicos, como sucedió con los ganadores de los campeonatos obtenidos en SUB 17 y aquellos ganadores en la olimpiada de Londres 2012.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan.
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