Miguel Alemán Valdés: “Una juventud creadora es lo que el país requiere para continuar la ruta de su ascenso nacional y la construcción de la patria nueva”
Un México esforzado demanda la plena entrega de su juventud a las tareas nacionales. El tono dominante de nuestro país es su sentido de la novedad, que sin contradecir sus grandes tradiciones ideológicas, espirituales y políticas, contribuya a promover los beneficios de la población y la mayor eficacia en los resultados constructivos.
Nuestra juventud tiene enormes tareas por emprender, no nos referimos solamente a la juventud como una realidad física, sino al sentimiento de renovación espiritual que es incasable esfuerzo por lograr lo más pronto posible las metas que el país va requiriendo en su desarrollo histórico. Es indudable que la juventud que habita en los campos, la que trabaja en las fábricas, la que estudia en las aulas y la que se empeña y lucha en todos los terrenos de la actividad humana, tiene que prepararse mediante el contacto con los problemas de la realidad, a desarrollar las nuevas perspectivas de la construcción nacional.
No le satisfaría a nuestro país tener una juventud alentada únicamente por la utopía, o ceñida solamente a la realidad. El ideal y el sentido de lo concreto deben equilibrarse mesuradamente en la mente juvenil, preludio de toda madurez fecunda. La juventud debe esforzarse desde el principio por darle la mayor profundidad a sus tareas, por hacerlas más intensamente creadoras y más fervorosamente patrióticas, y por considerar que toda obra fundada debe originarse en una preparación alcanzada por el hombre y por la mujer.
La juventud que estudia debe poner la conciencia de su misión en prepararse para intervenir en el vasto programa de la vida nacional. La ciencia es también una gran aventura en la que se pueden emplear todos los impulsos juveniles; el hombre debe aprender a pensar y a discurrir, pero también a hacer y crear, pues solamente el equilibrado uso de las facultades humanas producirá el tipo de mexicano capaz de cumplir con su destino, de elevar a su Patria y de resolver los complejos problemas que afronta en el presente y le tiene reservados el mañana.
La juventud debe poseer una clara noción de los fines que persigue el país para su desarrollo completo dentro de la trayectoria de las ideas que hemos recibido como un legado. Si llega a poseer una transparente concepción de los fines, deberá tener igualmente un fácil dominio de los medios, pues sólo cuando el hombre puede hacer lo que debe hacer, se halla capacitado para cumplir con su designio moral y su obligación histórica. La juventud debe ser una mezcla armoniosa de moral pública y convicción ideológica.
Si la juventud mexicana se prepara mediante el conocimiento de los objetivos nacionales y de los medios modernos, nada de lo que ahora nos parece una empresa gigantesca podrá detenerla en el futuro; estará posibilitada para intervenir mejor en su tarea social conforme a los lineamientos de la historia nuestra. Si usa plenamente su capacidad de trabajo, podrá ver que el esfuerzo es fecundo cuando la mente preside las tareas del desarrollo personal. Cuando antecede el ideal, el trabajo es fértil; solo la fatiga moral convierte la tarea humana en maldición y la vuelve destructora de la conciencia.
A la juventud le están reservadas importantes tareas políticas en el futuro. No debe llegar a ellas con la sola patente de la impetuosidad, que suele volver irresponsable una conducta sin orientaciones. Cada generación que llega a la plenitud de la vida nacional, recibe una herencia que no debe malgastar, sino acrecentar como reserva que dejara a la generación que llega, para que los mexicanos del mañana tengan desde ahora los recursos para vivir en paz, en armonía, y en pleno goce de los derechos individuales y de las garantías sociales que la Revolución implanto y que son la trayectoria de la historia nuestra.
Solamente una juventud así puede ser alejada de los fatalismos y de la escéptica visión de la vida humana como pasatiempo sin ideales o como ejercicio ciego de la vitalidad sin objetivos. Una juventud creadora es lo que el país requiere para continuar la ruta de su ascenso nacional y la construcción de la patria nueva. Esa juventud podrá enfrentarse a los obstáculos que una región como la del Sureste mexicano nos opone, en donde se requiere voluntad, abnegación y clarividencia sobre nuestro porvenir.
Hacemos desde estos lugares un llamado a la juventud de México; a la que trabaja, a la que estudia y a la que lucha. A la que se prepara, de diversas maneras, para recibir la herencia que habremos de dejarle, a fin de que se convierta en una generación responsable respecto de lo que es país es y ha sido, y de lo que su destino le está señalando que deberá ser. Un llamado para que redoble su esfuerzo en el campo y en la fábrica, en las aulas y en las profesiones, en toda la amplitud de sus tareas; y al mismo tiempo para que emprenda una renovación moral y cultural del país y sea digna de su potencia económica y del mantenimiento de la herencia cívica que habrá de recibir.
Miguel Alemán Valdés, presidente de la república.
(Discurso, 10 de Diciembre de 1957).
De: “Textos y pensamientos del nacionalismo mexicano”, SCOP, México, 1978.
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