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MAPECO y el nacimiento del Taller Escuela de Gráfica y Pintura “José Guadalupe Posada” (1/2)

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“Manuel es un joven extraordinario, que aprende con gran facilidad las técnicas, es dinámico, pero tiene una virtud por encima de todos sus compañeros, que fueron mis alumnos en San Carlos y que a muchos de los que nos dedicamos a las artes plásticas –escribe- verifica, tiene facilidad de palabra, curiosidad cultural y una gran inquietud social”. / Alfredo Zalce, México, 1949.

El día 8 de agosto de 1953, nace en Uruapan el Taller Escuela de Gráfica y Pintura “José Guadalupe Posada”, en honor a dicho precursor de la gran escuela realista de la plástica mexicana, personaje original que para su época era considerado un artista de gran sensibilidad, grabador único en su género, poseía el talento de la percepción en lo caricaturesco del pueblo, sus obras ejecutadas representan lo popular, son una frontera entre la vida y la muerte, es pocas palabras fue un artista singular. 

MAPECO sería el fundador del Taller, quien siguiendo los pasos de su guía artístico Alfredo Zalce, concretizó la creación de un espacio público, libre e independiente de cualquier institución, para la formación de jóvenes con perfil artístico, mismo que sería el segundo proyecto educativo establecido en el vergel michoacano.

El nombre del taller fue el mejor, pues como se sabe, José Guadalupe Posada había sido un artista revolucionario, representativo de última etapa del porfiriato, sus grabados son la caracterización crítica y social de una época, precursor de su tiempo, de la estampa y el grabado, ilustrador de corridos, de la muerte, de la tragedia, de la vida, de la rebeldía humana, aspectos que MAPECO reconocía y quería mantener vigentes tal como lo expresa en sus escritos.

En cuanto al plantel independiente, una nota aparecida en “Crítica”, el 26 de febrero de 1961, señala que “MAPECOregresó a Uruapan con $35.00 pesos para fundar con eso un taller escuela para su pueblo y precisamente con $35.00 pesos tomó seis discípulos… y comenzó a enseñarles las técnicas del arte”. 

La historia del taller Posada corresponde a una meritoria labor emprendida por su director y sus alumnos, entre los años de 1953 a 1962, bajo la dirección espiritual, ideológica y de enseñanza de su fundador y del cuerpo de maestros.

La escuela libre funcionó en tres domicilios, los cuales coinciden con el desarrollo formativo, ideológico y de creación de toda la comunidad del plantel; es decir, director, maestros y alumnos. 

La primera ubicación que tuvo fue en la calle de Emilio Carranza número 37, junto al local “Servicio Ríos”, negocio que atendía todo tipo de reparaciones de partes eléctricas para autos y camiones; es ahí con todo reconocimiento el lugar donde dio a luz el fomento al grabado y la pintura: el amor al arte. 

Aquel pequeño espacio estaba al lado de una cochera y de acuerdo con un vecino del barrio de Santo Santiago, el maestro Felipe Gutiérrez Govea, “cuando uno entraba al taller lo primero que se veía era una reproducción de un grabado del artista J. Guadalupe Posada. En espacio era muy limitada la escuela, a un costado se encontraban los dos salones que albergaban el taller, pero lo trascendental de ese pequeño espacio fue que ahí es donde resurgió la plástica uruapense, porque me dicen que antes hubo otra escuela que tenía Zalce”. 

De acuerdo con varias referencias, el lugar fue conseguido gracias a la gentileza del padre de MAPECO, don Ramón Pérez Espinosa y de su tío, don José Socorro Coronado, quien era el propietario de la finca donde se instaló la escuela originalmente.   

  El mismo pintor uruapense, quien dos años antes de fundar el taller, trabajaba en el CREFAL, de Pátzcuaro, en uno de sus textos habla sobre su sencilla inauguración, ocurrida el 8 de agosto del 53: “Allí, en Pátzcuaro, pusimos manos a la obra en confeccionar las hojas volantes, los carteles, pintar rótulos y hacer las invitaciones que se necesitaban para el acto de inauguración.”

  En este aspecto, el valioso escrito “1966: Un experiencia artístico-social en Uruapan”, de la pluma de MAPECO, y que se encuentra en “Una intensa llama. Vida y obra del pintor Manuel Pérez Coronado”, publicado por el Gobierno del Estado de Michoacán, con prólogo del gobernador Leonel Godoy Rangel, en abril de 2011; describe de manera testimonial los primeros pasos del Taller y se refiere a su fortalecimiento y los primeros alumnos del mismo:

  “Fundamos, dice, el Taller Escuela de Gráfica y Pintura “Don Lupe Posada” con un fondo de un mil pesos, que se consiguieron con la manufactura de mil carteles que nos encargó el Subsecretario de Recursos Forestales; con dicho dinero se aseguró la alimentación de dos estudiantes de base que nos ayudaron, pues la renta del zaguán local (antiguo taller mecánico de mi padre) que ascendía a la suma de treinta y cinco pesos, al poco tiempos nos la pagó el H. Ayuntamiento de la ciudad”, afirma.

  Más adelante, recuerda que: “Gildardo Sepúlveda y Francisco José Delgado son los nombres de los dos estudiantes fundadores que mantenían el tallercito abierto todo el día. Una poca de madera que nos obsequió la Comisión Forestal del Estado, para hacer algunos muebles (mesas de entintado y de impresión para carteles, bancos y caballetes, restiradores individuales para dibujar), vidrios gruesos para grabar en cera-parafina con algunos botes y herramientas hechizas, fue todo lo que necesitamos para empezar”.

  En lo que respecta a la inauguración ésta se realizó en la fecha citada con un acto cultural donde hubo presentación de danzas, canciones y lectura de poemas organizado por el fundador, maestros becarios de varios países de la Centro Regional de Educación Fundamental para la América Latina (CREFAL), institución en la que entonces labora MAPECO, así como compañeros y alumnos de esa dependencia que pertenecía a la UNESCO. 

   Cabe detallar que “el lugar de la ceremonia inaugural fue el escenario de la velada cultural –dice MAPECO- y las paredes de nuestro pequeño taller se engalanaron con grabados del famoso Taller de Gráfica Popular de México; las autoridades civiles y militares, así como las personalidades de todos los sectores, nos honraron con su presencia”. 

  Antes de proseguir con la evolución del taller, vale la pena recordar que en aquellos años Uruapan era ya una ciudad con muestras de raíces culturales y artísticas notables, pues había una reconocida comunidad de intelectuales, escritores, poetas, periodistas, profesionistas, maestros, artistas y personas que se identificaban con las actividades culturales, y que, a raíz del establecimiento de la escuela libre serían asiduos visitantes del lugar, entre ellos, recordamos a los hermanos Raúl y José Luis Ríos Romero, Arturo Pérez Coronado, Luis Flores Moreno, J. Jesús Alejandre, Prisciliano Talavera Espinoza, Ramón Ortiz de Montellano“Monette”, los profesores Bernardo Quesada y Juan Martínez Figueroa; el maestro y dramaturgo Jesús Zaragoza Pulido, el físico matemático Santiago Cendejas Huerta, el Lic. David Gálvez Cárdenas, la Maestra Teresa Magaña Silva, etc. 

  Toda esa comunidad fue un aliciente emotivo para el joven directivo y sus discípulos, lo cual se plasmó en sus consejos, apoyo moral y hasta económico de algunos de ellos. 

  Con referencia a lo anterior, MAPECO reconoce la participación de éstos: 

  “Amigos y simpatizantes colaboraron de diferentes maneras, algunos nos regalaron libros, otros revistas, éste mandaba hacer algún grabado para anunciar su comercio, el de más allá mandaba hacer algún cuadro, un dibujo o algún retrato, etc., etc. Todas estas pequeñas campañas precedieron al acto de inauguración”.

  Sin embargo, el taller debió de haber sufrido muchas carencias al comenzar a operar en 1953, pues aunque moderado, requería dinero para el pago de renta; también para el sostenimiento del salario de dos o tres profesores, la adquisición de materiales de trabajo, libros, papelería, inmobiliario, etc.

   De acuerdo con Villanueva Manzo, desde un principio su sostenimiento fue a base del trabajo conjunto de profesores y alumnos en la elaboración de impresos y grabados para los contados periódicos que circulaban en la localidad, programas de cine y catálogos a color, carteles de propaganda política, musical y una que otra conferencia o ponencias. 

  Incluso gracias a las actividades de la Comisión del Tepalcatepec, también los estudiantes llegaron a laborar en trabajos de grabado e impresos que solicitaba dicha dependencia federal.

  En otras palabras, los primeros tres años no hubo prácticamente apoyo oficial ni particular, lo cual resultó difícil para MAPECO. Por lo tanto, director y alumnos se dedicaron al trabajo comercial, a pesar de que no se consideraba trabajo de arte, y de este modo se sostuvieron en los primeros años. 

  Pero, no sólo se ocupaban de lo publicitario, pues elaboraban trabajos que tenían que ver con la misión del Taller: “La verdad es que con esos trabajos pagados se hacían al mismo tiempo aquellos que pedían las organizaciones obreras, campesinas y estudiantiles y departamentos de estado, para ilustrar periódicos, folletos, hojas volantes, material didáctico (campañas para alfabetización, de protección a los bosques, agropecuarias, de saneamiento ambiental, etc., etc.). La experiencia nos ha demostrado que en lo económico y en lo moral el estudiante en estas tareas, se beneficia doblemente, pues realiza con mayor responsabilidad su trabajo al saber que le será pagado, utilizado, publicado y comentado”, afirma MAPECO, lo que coincide con lo expuesto por Villanueva Manzo. 

  En otro orden de ideas, en aquellos primeros años de labor para ocupar un sitio en el fomento a la educación artística,debido a la ideología de MAPECO, que trasmitía a profesores y discípulos, el taller llegó a tener problemas con la sociedad radical y conservadora de Uruapan, gente fanática y apegada a la iglesia. 

  En gran medida porque MAPECO fue uno de los que quisieron reconstruir en Uruapan al Partido Comunista –del cual posteriormente se alejó- y al Movimiento de Liberación Nacional, donde luchara al lado del general Cárdenas.  

  Y es que maestros y alumnos ya no aguantaban las ofensas, consignas y atentados de parte de uruapenses que respaldaban el sinarquismo, una corriente ideológica de moda en ese entonces.

  Se conoce una anécdota que podemos citar al respecto.

  Por el año de 1956, un grupo numeroso de sinarquistas acudieron al taller para protestar por la existencia de una escuela como la que encabezaba MAPECO “con tintes rojos”, decían.

  Resulta que estando en la puerta del taller, ese grupo radical, comenzó a gritarles palabras obscenas, recriminatorias y ofensivas donde sostenían que ahí se predicaba con el comunismo.

  Lo cierto es que traían en sus manos una gran cantidad de piedras para arrojárselas a maestros y alumnos, pues su fin era orillarlos a salir a como diera lugar, con el propósito de que ya nunca más existiera “un taller de rojos y comunistas” en la ciudad, recuerda Villanueva Manzo. 

  A pesar de todo, a alguien de la escuela se le ocurrió sacar un cuadro de la Virgen de Guadalupe que se encontraba en el interior del taller y para calmar los ánimos todos, se hicieron pasar como guadalupanos, y al unísono gritaron: 

  ¡Creemos en la Virgen de Guadalupe¡ ¡Creemos en la Virgen de Guadalupe¡…

  Es muy probable que ésta y otras circunstancias que vivieron “los mapecos” –como desde entonces se les identificaría- fue el resultado de que, al tratar de investigar más a fondo sobre la vida del plantel, no es posible disponer de un buen acervo bibliográfico al respecto y si al caso lo hay, nada más se pueden encontrar algunas notas que en su momento aparecieran en periódicos locales, tales como “Crítica”, “El Noticiero”, “La Voz de Uruapan”, “La Palabra”, entre otros. 

  Sin embargo, se ha logrado reconstruir este periodo de la escuela Guadalupe Posada, gracias a testimonios y entrevistas orales. 

  Así, para finales de 1956, por el conflicto ocurrido con los sinarquistas y muy probable por el incremento de la renta, MAPECO no tuvo otra alternativa que cambiar de domicilio al plantel, a unas cuadras, hacia el poniente de la misma calle, en Emilio Carranza No. 118; exactamente en la planta baja de la casa de don J. Socorro Coronado Rubio.

  Fue cuando el taller  ya comenzaba a consolidarse como una escuela más organizada y formal. Surge ahí la que podría llamarse “primera generación del J. Guadalupe Posada”. 

  Sin embargo, de acuerdo a testimonios de alumnos, al principio no se determinaban las horas de clases, se impartía cátedra en un horario mixto, dependía básicamente del número de alumnos; aunque se daban clases todo el día, por decir, nada más se dejaba el receso para la hora de la comida. Maestros y alumnos eran casi una familia, una comunidad. Se sabe que ya para 1958 se contaba con un horario semanal apegado al tiempo de estudiantes y trabajadores, es decir, de las 13:00 a las 20:00 horas.  

  Antes de proseguir es justo dar a conocer algunos datos biográficos de MAPECO, el líder artístico de aquella comunidad de jóvenes talentosos quienes con el paso del tiempo llegarían a convertirse en pintores representativos del arte michoacano moderno.

  Jesús Zaragoza Pulido, en el semanario “Comentarios”, en la edición del 30 diciembre de 1977, dice que MAPECOnació el 24 de julio de 1929, provenía de una familia humilde. Su padre fue don Ramón Pérez Espinoza y su madre se llamó Felicitas Coronado Rubio. 

  “En 1947, se inscribió en la Escuela de Artes Plásticas de San Carlos, dependiente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en donde fue aceptado en grados superiores pues dominaba, para entonces, la técnica del dibujo, y en su pueblo ya lo conocían por los retratos y caricaturas hechos a sus maestros y compañeros de la ESFU”, asegura el dramaturgo Zaragoza Pulido. 

  Practicaba permanentemente el periodismo, la crítica artística, el arte, la poesía y con mucha frecuencia dictaba conferencias por los distintos rumbos de nuestro país y en el extranjero.

 Al año siguiente de la fundación del taller Posada, a pesar de sus compromisos con éste, MAPECO publicó un cuento de tema indígena con grabados suyos, el cual fue editado por la CREFAL, se trata de “Huachito y Los Viejitos”, el cual, según Antonio Rodríguez, en una nota publicada el 15 de diciembre de 1954 en el periódico “El Nacional”, se refiere al grabado al servicio de las comunidades indígenas aportado por el artista MAPECO, de quien expresa que “después de un año, o más de contacto directo con los indígenas de la región de Pátzcuaro en las actividades específicas del CREFAL, Manuel Pérez Coronado escribió un libro que él mismo ilustró, destinado precisamente a ser distribuido entre las gentes que lo inspiraron”.

  La personalidad de MAPECO era única, escribía que “un taller escuela de Artes Plásticas y Artesanías debería de apoyar a los más desprotegidos, al pueblo, al artesano, a aquellos que tenían grandes carencias económicas, los que no tenían el lujo de contar con los suficientes recursos para estudiar en una escuela, una escuela ostentosa y fuera de nuestra ciudad”.

  En su “Ideario para los Talleres de Artes y Oficios” precisa los conceptos y la misión que habría de tener el proyecto más ambicioso de su vida para los uruapenses: 

  “El estudiante de arte, debe percatarse de su habilidad manual y afición; habrá que darle mañana un oficio o profesión tan digna como todas. La afición pura viene de las clases acomodadas”.

  “La finalidad de un Taller-Escuela, es la de preparar diariamente al estudiante con miras de un trabajo retribuido acorde a las necesidades más urgentes del medio, entrando de lleno en las actividades de un taller como ayudante y participando en trabajos que requieran responsabilidad, las horas de estudio académico estarán sujetas al tiempo que reste del trabajo de base. Indiscutiblemente que un Taller-Escuela, de este tipo, debe contar con una biblioteca, pues de otra manera no habría oportunidad de pasar el artesano al campo intelectual que requiere de este arte”. 

  Y prosigue: “Necesariamente tienen que ir aparejados, en estrecho maridaje intelectual, los de una pequeña imprenta que le sirva como instrumento de acción cultural en la cual se impriman, Ilustrados, pequeños folletos y conferencias que signifiquen producción regular y propicie una entrada económica segura y constante”.

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