No sé por qué pero no ejerzo mi libertad a cabalidad y por eso le pido al mundo lo imposible.
La función del arte es un misterio: me paso horas y horas de mi vida, leyendo, escuchando y viendo obras de arte.
A veces me sorprendo a mí mismo hablando, pensando, maravillado de sus efectos en la vida diaria: comparo involuntariamente las manzanas de Neruda cuando las estoy contemplando en la realidad; o cuando arreglo mi casa al estilo Lynch o García Ponce; o usando atuendos como los de tal o cual personaje de ficción.
Esas obras a veces me dan felicidad, otras, desencadenan en mí odios, pasiones, rencores o solidaridad hacia los demás.
Sin embargo la vida de los artistas, no me interesa: pensé que si yo tuviera millones-dijo Oscar Wilde: “sólo hablan mal del dinero los que nunca llegan a tenerlo”-, sabrá el destino todos los excesos que yo cometería. Si así pobretón como soy, un día en la maravillosa tienda del Centro, “Artículos ingleses”, le pregunté al dueño, un londinense amable, si me vendería dos pijamas una de cashmir y otra de angora: abrió los ojos, se rió escandalosamente y dijo, tal vez burlándose un poco: “eso no existe, es demasiado refinamiento” cuando en verdad quería decir, “demasiada excentricidad”.
Los artistas pueden ser asesinos, pederastas, yonquis, filántropos, psicóticos, alcohólicos, egomaniacos, infames…y mucho más: son como potencialmente nosotros podemos ser, pero ellos sí tienen dinero o valor para armar sus fantasías y su correa ética es muy elástica.
No me interesa la vida de los artistas, ni de los escritores, ni sus autógrafos, ni preguntarles nada: ahí están sus obras y es mi tarea interrogarlas a ellas, desentrañarlas, interpretarlas: lo que importa es el arte, su arte: y ya lo dijo y lo filmó Miklos Janckso: «Vicios privados, virtudes públicas»
Es que la idea de la integridad moral del artista como algo connatural a su creatividad surgió a partir del siglo XVIII, la moral cristiana la Ilustración europea y la concepción marxista del mundo remachó todo lo anterior: por eso los dirigentes eran tan hipócritas y autoritarios en su trato con las mujeres: fueron sus criadas e instrumentos de placer, jamás de los jamases las consideraron un sujeto político autónomo.
Pero en la Posmodernidad con el impresionante adiós a la Autoridad estatal, escuela, Ética, Moral, la crisis de los países socialistas y la globalización se despliega el poder indomeñable del dinero para COMPRAR todo y en el mundo patriarcal autoritario de los hombres, con su sexualidad a veces cuasi autónoma de su moral personal, salen a la luz todos los estragos que causa el poder del dinero más su dominio ideológico sobre las mujeres. Entre más rico y poderoso un artista y sin freno ético, se vuelve un depredador temible. Por ejemplo, el genio cuasi santificado Charles Chaplin lo fue.
Nota bene: en ese sentido los textos de Kennet Anger, Hollywood Babylon son un atlas ilustrado de la conducta sexual de artistas y hombres poderosos millonarios o muy ricos con una sexualidad desbordada: su lema en asuntos sexuales: “Sky is the limit”.
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Juan Heladio Ríos Ortega.
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