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Leopoldo Hurtado y Espinosa fue el dueño de la fábrica de Hilados y Tejidos “San Pedro” y padre de Emma Hurtado, la última esposa de Diego Rivera

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En 1896 el gobierno del Estado de Michoacán aprobó a un pequeño grupo de hacendados y comerciantes de la región para que instalaran en la ciudad de Uruapan una fábrica de Hilados y Tejidos de Algodón, lana, lino y otros textiles. La sociedad había sido constituida entre los años 1892 y 1894, con el nombre de “Hurtado, Cerda y Compañía”.
Esta agrupación en cuanto a la mayoría de acciones la dirigían: Nabor y Leopoldo Hurtado y Espinosa, Wenceslao Hurtado, Silviano Martínez y Silviano Hurtado.
Con capital suficiente, se empezó a trabajar la que sería la segunda fábrica textil de Uruapan, pues desde 1876, la otra llamada primero “Paraíso de Michoacán” y luego conocida “La Providencia”, ya estaba operando.
Para la flamante fábrica los socios acordaron ponerle el nombre de “Fábrica de Hilados y Tejidos San Pedro”, considerando que las instalaciones donde se había construido pertenecían a una parte del barrio del mismo nombre. En cuanto a su instalación, se escogieron los terrenos de las famosas huertas de “Los Cedros” y “El Zapote”, mismos que se localizaban a varias cuadras del nacimiento del río Cupatitzio.
De acuerdo con Bravo Ugarte, en su obra conocida “Historia Sucinta de Michoacán” (volumen III, Editorial JUS, México, 1964), en el año de 1897 la novel fábrica se encontraba en pleno servicio y funcionaba con maquinaria importada desde Inglaterra. A los pocos años, la fábrica fue aumentando su capital y sus accionistas estaban satisfechos con los dividendos generados para la agrupación.
Años posteriores la mayoría de las acciones de la empresa textil las poseía uno de los fuertes accionistas, don Leopoldo Hurtado y Espinosa.
La solvencia económica del socio mayoritario de la fábrica textil era por demás comprobada y muy pronto llegaría a ser el único dueño.
Se trataba pues de un comerciante pudiente, distinguido, y propietario de la famosa tienda de telas y textiles “La Colmena”, misma que se localizaba en el pleno Zócalo de la capital del país.
Pero, ¿quién era don Leopoldo Hurtado y Espinosa? ¿Quién era ese socio que llegaba a tener en su poder los destinos de la fábrica uruapense?
Leopoldo Hurtado y Espinosa, era originario de Purépero, Michoacán. Había nacido el día 15 de noviembre del año de 1857 y sus padres eran vecinos de esa población. Sus abuelos paternos, es decir, los padres de su madre, doña Carlota Espinosa de los Monteros, fueron los dueños de la Hacienda de las Casas Viejas, de aquél municipio.
La infancia del futuro hombre de empresa y político destacado fue difícil, pues cuando falleció su padre tuvo que hacerse cargo de su madre, tres hermanas y dos hermanos.
Con el fin de mejorar la situación económica de su familia, decidió irse a México en busca de trabajo y llegando a laborar en una casa comercial de su pariente lejano, el señor Jesús Silva, padre del doctor Rafael Silva, quien llegara a ser Secretario de Salubridad.
Ahí trabajó unos años, luego quiso independizarse, y con la ayuda de su antiguo patrón, abrió un pequeño local donde vendía sarapes, mantas, cantones, driles y rebozos.
A los pocos meses, conoció al poblano Santos de Letona, uno de los vendedores de mantas y telas más importantes del centro del país, quien al ver que su cliente de “La Colmena” era un comerciante trabajador, luchador y honesto; le prestó, quizá en mercancía y efectivo, doscientos mil pesos.
Con el valioso préstamo, al michoacano le fue muy bien económicamente hablando, a tal grado que en un año le pagó al industrial poblano. Además, seguía manteniendo a su familia de Purépero y hasta le sobró dinero para emprender otras actividades comerciales, entre ellas la de ser socio de la quinta fábrica que por esa época se había instalado en Michoacán y a la que pertenecía su hermano Nabor, su primo hermano Wenceslao Hurtado, vecino de Uruapan y otro familiar. Nos referimos a la fábrica de San Pedro.
Con lo suficiente, desde su creación Hurtado y Espinosa ingresó al grupo accionario de la fábrica y posteriormente con la incorporación de su capital se activó más el movimiento mercantil y de venta, además de que él mismo adquiría la mercancía que se fabricaba en Uruapan para venderla en su tienda de “La Colmena”, localizada, como se dijo, en la ciudad de México.
Siendo uno de los accionistas más prósperos en capital, no tardó mucho en comprar las acciones de los demás socios.
Al respecto el historiador Francisco Miranda, en la clásica Monografía de Uruapan (ver pág. 263, 2a. edición, Uruapan, 1999) señala que “la nueva fábrica de Hilados y Tejidos de algodón, lana, lino, huinare y otros materiales textiles, eran de la sociedad constituida por “Hurtado, Cerda y Cía.”. Las exenciones de los impuestos prediales de uso de las aguas se aumentaron, con el permiso para fabricar driles y cambray. La nueva fábrica de San Pedro se sumaba a la de la Providencia y fue concentrándose en las manos de don Leopoldo Hurtado que adquiere las acciones de Silviano Martínez y Wenceslao Hurtado. Y se amplía con una instalación de una planta de luz”.
Cuando Hurtado y Espinoza quedó como socio mayoritario y después dueño único, trató de reimpulsar el negocio textil. Mandó construir canales, presas y compró aguas de confirmaciones que había allí. La fábrica era amplia, se distribuía en espaciosos salones.
El purepeño deseoso de que su inversión creciera, pensaba en que la fábrica debería estar al nivel de las mejores del país. Por tal motivo, dio instrucciones para que se trazara y construyera una represa sobre el río con el fin de derivar aguas del líquido mediante canales que conducían el fluido a dos caídas y poder desarrollar aproximadamente dos mil caballos de fuerza para mover maquinaria y producir corriente eléctrica, lo que también facilitó la generación de luz para el alumbrado público de la ciudad. Muchos años después esta planta fue sustituida por la conocida Planta del “Cóbano”.
Cabe agregar que las instalaciones de la fábrica eran consideradas como una de las más modernas y eficaces de México, a tal grado que alrededor de 1911 el italiano Adolfo Dollero en su libro “México al Día”, se refiere de manera detallada sobre la fábrica uruapense: “Hemos ido a ver la fábrica de San Pedro cuyos hilados y tejidos son sin duda de los mejores que se hacen en la República (…) Las máquinas eran modernas, y americanas, alemanas e inglesas en el departamento de bonetería. Contamos unos seis mil husos y doscientos telares. Observamos la gran variedad de los tejidos en general, y las excelentes imitaciones de telas inglesas que constituyen la especialidad de la fábrica. Se consumía algodón egipcio y norteamericano”. Y más adelante agrega: “La fábrica posee un manantial cristalino y se espera poder elevar a 1100 HP la fuerza hidráulica de la misma. Visitamos también los alrededores en donde el agua corre muy límpida por varios canales que hacen verdear jardines risueños y fértiles huertas que pertenecen también a la compañía.”
Por otro lado, en ese tiempo el río Cupatitzio proporcionaba cabalmente los HP necesarios para el funcionamiento de la máquina instalada, aunque también Hurtado le compró a Josefina Ruiz, heredera de los bienes del su señor padre, el Lic. Eduardo Ruiz; los manantiales conocidos como “La Yerbabuena”, ubicados en el margen derecho del río, que de acuerdo a estimaciones técnicas serviría para mover hasta ochenta telares con todo y accesorios necesarios.


También, el hombre de negocios para satisfacer sus necesidades instaló 16 molinos de nixtamal repartidos en lugares estratégicos de la ciudad.
Como era normal, para estar al pendiente de su negocio, el señor Hurtado vivió en Uruapan, aunque sólo por temporadas. De acuerdo con una breve entrevista al respecto, José Luis Navarro Quiroz (+), amigo de Manuel Hurtado, uno de los hijos del comerciante; se sabe que el dueño de la fábrica tenía su amplio departamento en la planta alta del famoso “parián viejo” que se localizaba al lado oriente de la “Plaza Juárez” (hoy parte de la “Plaza Monumental Morelos”) y en donde se ubicaban los portales Hidalgo y Zaragoza. También, al extremo norte de portal Zaragoza, el señor Hurtado ocupaba las oficinas de la fábrica de “San Pedro” y expedía los telares de la factoría.
Don Leopoldo Hurtado y Espinosa y su señora Dolores Olín, tuvieron diez hijos: Leopoldo, Dolores, Pedro, Carlota, Eduviges, Guadalupe, Juan, Elisa, Manuel y Emma conocida “La Nena”, quien se casó con el artista mexicano Diego Rivera siendo su última esposa, se casaron en 1955 y al menos en tres ocasiones visitaron Uruapan.
Decir que siempre que venía la familia Hurtado a Uruapan, era motivo de noticia, pues en ese entonces don Leopoldo se identificaba como un personaje muy respetado por la sociedad uruapense. Se sabe también que algunos de sus hijos llegaron a vivir su infancia en Uruapan y hasta estudiaron en uno de los pocos colegios particulares que entonces había, precisamente en 1936 Navarro Quiroz fue compañero de salón de Manuel Hurtado, en el colegio “Fray Pedro de Gante”, que dirigía el añorado profesor Rafael M. Vega.
Por cierto, en 1912 con el apoyo de los trabajadores de las dos fábricas que había en Uruapan, don Leopoldo fue electo Diputado Federal en la XXVI legislatura por Uruapan. Al tiempo que participaba de su cargo político, no dejaba de estar al pendiente de sus negocios “La Colmena” y la “Fábrica de San Pedro”.
Su peso político y económico fue ampliamente destacado. Además, era primo de don Conrado Magaña, padre del revolucionario Gildardo Magaña, colaborador cercano de Emiliano Zapata y quien llegara a ocupar el cargo gobernador del Estado de Michoacán.
Mantuvo buenas relaciones con el doctor Miguel Silva gobernador maderista, al que siempre lo respaldó cuando las condiciones así lo requerían. Del mismo modo, apoyó política y económicamente al Ing. Pascual Ortiz Rubio, antes de que este fuera Presidente de la República e incluso medios impresos dan constancia que en varias veces convivieron en esta ciudad.
Don Leopoldo Hurtado se identificaba con los principios e ideales del maderismo. Cuando se levantó el movimiento, siendo fiel maderista se adhirió enseguida. Su vinculación con los promotores del movimiento llegaron a ser muy marcados; y fue uno de los amigos íntimos de Francisco I. Madero, con quien muchas tardes pasaba en su caserón de Tlalpan y en su casa de la planta alta de su negocio “La Colmena” de la capital; tomando el rico café de Uruapan, hablaban de estrategias políticas a seguir, y al tiempo de que cada uno presumía de las bellezas de su tierra. Ciertamente, hay correspondencia donde Madero agradece a Hurtado por el rico café que le enviara desde la tierra fértil del Cupatitzio.
Hurtado siempre invitó a Madero para que viniera a conocer Michoacán. Hasta ahora es una interrogante saber sí Madero llegó a dar una vuelta por Uruapan invitado por los Hurtado y Espinosa.
Por otra parte, durante su ejercicio legislativo, al dueño de la fábrica de San Pedro se le recuerda históricamente por haber sido uno de los cuatro diputados, el representante del Distrito de Uruapan, que no aceptaron la renuncia de Madero y Pino Suárez, cuando ambos habían solicitado ante el congreso su famosa renuncia.
En resumen, fue adepto a Madero, nunca aceptó cargos que no lo identificaran con los ideales de éste, mucho menos quiso el nombramiento que le había otorgado Victoriano Huerta en cierta ocasión y del cual existe una carta que así lo atestigua. Además, durante un tiempo fue carrancista, de lo que luego se retractó. Conoció a Villa y Zapata, pero no fue amigo de ninguno de los dos. No así de Alvaro Obregón con quien llegó a tener amistad, inclusive el sonorense no pocas veces en su casa de Tlalpan y la otra que tenía en la planta alta de “La Colmena”. Es seguro que con el tiempo esta relación tuvo mucho para que a Obregón le gustara venir a Uruapan en sus días de asueto siendo huésped distinguido de la “Quinta Hurtado”, propiedad de los familiares de don Leopoldo.
Por último, el Sr. Leopoldo Hurtado y Espinosa, nunca se olvidó del pueblo de Uruapan, ya que la exuberante ciudad del Cupatitzio, le traía inolvidables recuerdos familiares y por supuesto económicos. Un poco antes de que muriera, visitó la Perla del Cupatitzio, pero el destino lo esperaba, pues falleció el 13 de marzo de 1927, cuando le faltaban 8 meses para cumplir 70 años de edad.

Sergio Ramos Chávez, Cronista de la Ciudad de Uruapan.

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