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LAS POSADAS Y LA NAVIDAD

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¡Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino!

El pasado lunes 16 de diciembre de 2019, iniciaron en México y en diferentes países, las tradicionales posadas. Fiestas que tienen como fin, preparar la Navidad. Comienzan el día 16 y terminan el día 24 de diciembre. Una de las mejores épocas para armonizar con la familia y la comunidad.

De acuerdo a la religión católica, las posadas son la rememoración del peregrinar que José y María tuvieron que hacer durante nueve días para cumplir con sus obligaciones fiscales. Recorrido que hicieron de Nazaret hasta Belén, antes del nacimiento del Niño Jesús. La negación de hospedaje en el mesón y casas donde pedían posada para pasar la noche, y como ante esta negativa tuvieron que pasar la noche en un establo que fue lo único que encontraron.

Las posadas, se llevan a cabo mediante la Novena de Navidad, que no es otra cosa que las oraciones diarias donde se recuerdan cada pasaje de este peregrinar previo al nacimiento del Niño Jesús. Novena que he hacen frente al pesebre que se adorna en las casas o santuarios con figuras que hacen alusión a este pasaje bíblico, y mediante oraciones y canticos que nos hacen meditar sobre el nacimiento del Niño Jesús se llevan a cabo las tradicionales posadas que concluyen con la el rompimiento de la tradicional piñata que originalmente era en figura de estrella y hoy en día es de diferentes figuras.

Lo más importante de las tradiciones y costumbres de esta temporada de Adviento y de Navidad, no es sólo su aspecto exterior, sino su significado interior. La importancia de conocerlas para así llevarlas a cabo y vivirlas mejor.

En México estas festividades pagano religiosas, comenzaron a celebrarse desde los tiempos de la Colonia.

Su origen se remonta a los tiempos de la conquista, cuando los españoles llegaron a México, los aztecas creían que, durante el solsticio de invierno, el dios Quetzalcóatl (el sol viejo) bajaba a visitarlos. Cuarenta días antes de la fiesta, compraban los mercaderes a un esclavo en buenas condiciones y lo vestían con los ropajes del mismo dios Quetzalcóatl. Antes de vestirlo, lo purificaban lavándolo. Salían con él a la ciudad y él iba cantando y bailando para ser reconocido como un dios. Las mujeres y los niños le ofrecían ofrendas. En la noche, lo enjaulaban y lo alimentaban muy bien.

Nueve días antes de la fiesta, venían ante él dos «ancianos muy venerables del templo» y se humillaban ante él. Durante la ceremonia, le decían: «Señor, sabrás que de aquí a nueve días se te acabará este trabajo de bailar y cantar porque entonces has de morir». Él debía responder: «Que sea muy en hora buena». Llegado el día de la fiesta, a media noche, después de honrarlo con música e incienso, lo tomaban los sacrificadores y le sacaban el corazón para ofrecérselo a la luna. Ese día en los templos se hacían grandes ceremonias, dirigidas por los sacerdotes, que incluían ritos y bailables sagrados, representando la llegada de Quetzalcóatl, así como ofrendas y sacrificios humanos en honor a él.

Durante el mes de diciembre, no sólo festejaban a Quetzalcóatl, sino que también celebraban las fiestas en honor a Huitzilopochtli. Estas fiestas duraban veinte días, iniciaban el 6 de diciembre y terminaban el 26 del mismo mes, eran fiestas solemnes que estaban precedidas por 4 días de ayuno y en las que se coronaba al dios Huitzilopochtli poniendo banderas en los árboles frutales. Esto es a lo que llamaban el «levantamiento de banderas». En el gran templo ponían el estandarte del dios y le rendían culto.

El pueblo se congregaba en los patios de los templos, iluminados por enormes fogatas para esperar la llegada del solsticio de invierno. El 24 de diciembre por la noche y al día siguiente, 25 de diciembre, había fiestas en todas las casas. Se ofrecía a los invitados una rica comida y unas estatuas pequeñas de pasta llamada «tzoatl».

Al llegar los misioneros españoles a México a finales del siglo XVI, aprovecharon estas costumbres religiosas para inculcar en los indígenas el espíritu evangélico y dieron a las fiestas aztecas un sentido cristiano, lo que serviría como preparación para recibir a Jesús en su corazón el día de Navidad.

En 1587 el superior del convento de San Agustín de Acolman, Fray Diego de Soria, obtuvo del Papa Sixto V, un permiso que autorizaba en la nueva España la celebración de unas Misas llamadas «de aguinaldos» del 16 al 24 de diciembre. En estas Misas, se intercalaban pasajes y escenas de la Navidad. Para hacerlas más atractivas y amenas, se les agregaron luces de bengala, cohetes y villancicos y posteriormente, la piñata.

En San Agustín de Acolman, con los misioneros agustinos, fue donde tuvieron origen las posadas.

Los misioneros convocaban al pueblo al atrio de las iglesias y conventos y ahí rezaban una novena, que se iniciaba con el rezo del Santo Rosario, acompañada de cantos y representaciones basadas en el Evangelio, como recordatorio de la espera del Niño y del peregrinar de José y María de Nazaret a Belén para empadronarse. Las posadas se llevaban a cabo los nueve días previos a la Navidad, simbolizando los nueve meses de espera de María. Al terminar, los monjes repartían a los asistentes fruta y dulces como signo de las gracias que recibían aquellos que aceptaban la doctrina de Jesús.

Las posadas, con el tiempo, se comenzaron a llevar a cabo en barrios y en casas, pasando a la vida familiar. Estas comienzan con el rezo del Rosario y el canto de las letanías. Durante el canto, los asistentes forman dos filas que terminan con 2 niños que llevan unas imágenes de la Santísima Virgen y de San José: los peregrinos que iban a Belén. Al terminar las letanías se dividen en dos grupos: uno entra a la casa y otro pide posada imitando a San José y la Santísima Virgen cuando llegaron a Belén. Los peregrinos reciben acogida por parte del grupo que se encuentra en el interior. Luego sigue la fiesta con el canto de villancicos y se termina rompiendo las piñatas y distribuyendo los «aguinaldos».

Desde entonces, las posadas son un medio para preparar con alegría y oración nuestro corazón para la venida de Jesucristo, y para recordar y vivir los momentos que pasaron José y María antes del Nacimiento de Jesús. No solo es un festejo más, sino que es preparar tu corazón con un verdadero amor a Dios y a tu prójimo.

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