Un señor como de cincuenta años entraba a mi cuarto y salía convertido en el «Payaso Tribilín». (Dedicado a ese gran actor, José Lagarde, que a tantos niños en la Comarca Lagunera hizo felices.)
Cuando era niño mi madre acostumbraba celebrarme mi cumpleaños contratando un payaso para mi fiesta. Lo recuerdo bien. Como a eso de las cinco de la tarde llegaba a casa un señor acompañado de una maleta negra, canoso, blanco, ceja poblada, de grandes ojos verdes, con una voz casi teatral: «¿Cómo está señora Sarita?, ¿dónde anda Raulito?». Acto seguido entraba a mi cuarto. Yo no alcazaba a adivinar quién diablos era ese señor. Empezaba a escuchar respiraciones y expiraciones hondas rarísimas, ruidos de vocales, aaaa, eeee, iiii, todo en diferentes tonos y volúmenes. Como a la hora de haber entrado aquel señor a mi habitación, ocurría el milagro mágico. La puerta se abría y aparecía un gran payaso sonriente. Con grandes zapatos blancos y rojos. Un traje verde de una pieza con bolas blancas, peluca castaña, maquillaje blanco, con una gran boca, chapas rojas y unos grandes ojos sonrientes profundos. «Raulito, cómo estás, ¡feliz cumpleaños mijo¡», aquello era mágico, «Hola Tribilín», apenas si podía hablar, no alcanzaba a comprender aquel prodigio. De rato llegaban los niños y el show de Tribilín ¡comenzaba!. Actos de magia, chistes, cuentos en teatro guiñol, confeti… aquel personaje lindo organizaba el que rompiéramos en orden la piñata. Más tarde aquel señor blanco, canoso, de maleta negra volvía a aparecer y se despedía. Yo no alcanzaba a saber quién era. Para mí sólo existe el recuerdo de aquella aparición milagrosa que salía de mi cuarto: «Raulito cómo estás ¡Feliz cumpleaños!», era mi gran amigo, el añorado por mí todos los años, el payaso Tribilín. Algunos años después supe quién era ese señor tipo europeo, de pelo blanco y grandes ojos verdes. Era el señor Lagarde. Una semana antes de mi cumpleaños yo oía que mi madre llamaba a un hotel llamado Barcelona. Ahí vivía aquel actor que era contratado para fiestas infantiles. Años después me hice actor y supe que eran esas aaaa, eeee, iiii, ooo uuu, que aquel hombre hacía en mi recámara. Eran sus vocalizaciones. Ahí en mi habitación, aquel actor se transformaba en alma, voz y cuerpo. Muchos años después de este relato vi al señor Lagarde en una posada de la gente del espectáculo lagunero.Tendría yo unos veintisiete años. Nunca lo había visto desde que era niño. Lo fui a saludar. «Señor Lagarde ¿cómo está?» «Raulito mijo ¿qué te has hecho?» «Caray, señor Lagarde,¿cómo me reconoció? «, me contestó con voz tierna y sonriente, «sigues teniendo la misma mirada de niño». Hace tres días cumplí años, y recordé aquel actor que llegaba a casa con una maleta negra. Entraba a mi cuarto y una hora después se convertía en el prodigio de todos mis cumpleaños: convivir con el Payaso «Tribilín».
Un saludo a ese recuerdo. Nunca supe más del actor José Lagarde que daba vida a aquel maravilloso personaje. Si él vive allá en la Comarca Lagunera díganle que siempre lo recuerdo.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan.
Pd. Hoy con tristeza me entero que Tribilín falleció hace ya algunos años en Acapulco, un abrazo para él allá en la eterna inmensidad; dónde seguramente hace feliz a los ángeles con su divina creatividad.
La foto es con mi amigo » Tribilin», durante alguna de mis fiestas de cumpleaños. Él es sin duda un referente elocuente de mi infancia.
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