. El hombre violento, producto tan abominable y detestable del patriarcado, no es visto en cuanto a su proceso de construcción sino como un producto del mismo. No es esta afirmación un intento de exculpación sino de comprensión de la producción de varones violentos, fruto de un proceso de violencia invisibilizado hacia ellos mismos. Hay un proceso endógeno de violencia hacia sí mismo que pocas veces se puede visibilizar pero que constituye en una instancia fundamental para aportar en el desarme del patriarcado.
La subjetividad y la violencia en sujetos masculinos es una relación entre la dimensión micro y macro, y en la cual la dimensión de la vida emocional sí tiene directa relación con el modo en que estructuralmente se nos moldea, casi independientemente de nuestra clase, generación y etnia. Se evidencia una dimensión transcultural masculina hegemónica que ha comenzado a visibilizarse en sus fisuras y es tiempo de situarse en ellas para hacerlas implosionar.
La contracara de la violencia podría ser la poesía. A pesar de esto sería necesario tener consciencia, primero, que la violencia no va a desaparecer y, segundo, que la poesía es una buena herramienta para reconfigurar la memoria y socialización masculina tóxica, hacia sí mismo y Otros. Afrontar el modo que somos socializados y abrir la posibilidad de que la violencia entre hombres, y hacia nosotros mismos, podría ser pensada como una violencia de género. Las relaciones violentas entre varones, independientemente de la orientación sexual, es un elemento estructural y que plantea, lamentablemente, la violencia como modo de diálogo socialmente validado para los varones, y repudiado socialmente en las mujeres.» «Masculinidades y la poesía»/ por Devanir da Silva Concha.
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