El odio patológico al enemigo es un sentimiento inferior, innoble, que degrada más al que odia que al odiado. Desprovisto de ética alguna aunque el odiador se autoconvenza de que su odio deviene de razones morales, odiar imposibilita todo diálogo y acuerdo.
Anula acercamientos porque ensancha abismos. Y se convierte en enfermedad.
Durante los últimos años los odiadores se enfurecieron, gritaron, despreciaron y se cerraron a todo análisis, comprensión y proximidad. Y todo porque no soportan la democracia.
Hoy con el poder en sus manos lo demuestran en cada acción: No es que no quieren la democracia; es que no la toleran, les resulta tóxica y por eso la degradan.
Hugo Toscaraday, argentino. (Sel. Juan Barrientos Figueroa).
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