A principios del Siglo XX, con capital extranjero, en las instalaciones donde actualmente se encuentra la Facultad de Agrobiología "Presidente Juárez", dependiente de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, se edificó una empresa de productos derivados de la carne.
A pesar de los pocos años que estuvo operando, esta compañía fue la primera planta industrial que existió en Uruapan, en última etapa del porfiriato.
Su establecimiento fue promovido a nivel nacional y hasta internacional. La «paz porfiriana» y el interés de los inversionistas sirvieron para que se considerara la interesante opción de contar con una factoría en la segunda ciudad más importante de Michoacán: Uruapan.
Tuvo que pasar más de una década para formalizar construcción de la empresa en esta población, pues hay antecedentes de que desde 1898 el norteamericano William Osterheld se había dirigido al gobernador del Estado de Michoacán, don Aristeo Mercado, solicitándole su permiso para su edificación en su territorio.
Un par de años más tarde, luego de varias sesiones legislativas en que se trató el asunto, el congreso estatal aprobó la solicitud de Osterheld.
Ese mismo año, con personal calificado, los empresarios extranjeros mandaron edificar el flamante inmueble que estaría situado al Sureste del centro de la Ciudad.
La construcción de la planta que a partir de entonces se denominaría «Compañía Empacadora Nacional Mexicana» (Mexican Nacional Packing Company, en inglés), se manejó con inversión extranjera, siendo los socios principales de origen inglés y los minoritarios de Estados Unidos.
Ya concluida la larga etapa de los trámites correspondientes entre el gobierno y los capitalistas, el día 18 de enero de 1908 se efectuó la gran inauguración de la pomposa «Planta Empacadora del Carnes de Uruapan», misma que se pretendía fuera una de las mejores del país en la fabricación de productos derivados de la carne y que en un futuro corto tuviera la facultad de exportar a nivel internacional.
La noticia la cubrieron corresponsales de distintos medios capitalinos como: «El Popular», «El Diario», «El Imparcial», «El Tiempo», «El Heraldo Mexicano», entre otros.
El historiador nicolaita José Napoleón Guzmán Avila en su obra «Michoacán y la Inversión Extranjera», incluye un importante estudio sobre la «Mexican Nacional Packing Company», donde expresa que «la llegada a Uruapan fue muy agradable, las autoridades locales así como multitud de personas dieron la bienvenida a los viajeros; en breve el ferrocarril prosiguió su marcha hasta las oficinas de la empacadora, la que se encontraba profusamente iluminada con lámparas de arco e incandescente y con la propia luz espléndida de la luna llena, que daba al paisaje un aspecto encantador. En uno de los lugares más apropiados y visibles se leía en caracteres de vivísima luz la expresiva palabra «Welcome», como delicado y cariñoso saludo a los invitados. Posteriormente la empresa convidó una cena a los visitantes que en número era de 60 aproximadamente ocuparon uno de los salones de la empacadora»
Cabe decir que asistieron al acto inaugural don Ramón Corral, vicepresidente de la República; Guillermo de Landa y Escandón, gobernador del Distrito Federal; el teniente coronel Manuel García Cuellar, Jefe del Estado Mayor Presidencial, y el general Mucio P. Martínez, gobernador del Estado de Puebla.
Los anfitriones del evento fueron: en primer lugar el gobernador de Michoacán don Aristeo Mercado, Luis G. Córdoba, prefecto de Uruapan; Luis B. Valdés, y el diputado local Silviano Martínez; además de los prósperos hacendados Dante Cusi, Wenceslao y Silviano Hurtado, Francisco Farías, Francisco Camorlinga, Manuel Campos y Alberto Treviño.
En el banquete se brindó porque la nueva empresa llegara a tener un éxito comercial envidiable, e incluso hubo tiempo para que Hiram R. Steele, director del «New York Life Insurance Co.», señalara con toda confianza que, dada la estabilidad social que vivía México, los inversionistas extranjeros podían participar en la economía de su país vecino, opinando que el dinero invertido en la plaza de Uruapan tendría buenos dividendos.
Guzmán Avila egrega en su obra que al finalizar el banquete el Sr. Corral envío la información telegráfica a don Porfirio Díaz:
«Tengo la honra de comunicar a usted que hoy, 18 de Enero de 1908…he declarado solemnemente inaugurada, en nombre de usted, La Casa Empacadora de Uruapan. Sírvase usted recibir mis cordiales felicitaciones y las de las personas que conmigo firman el presente telegrama.» Firmaban además del Vicepresidente, los gobernadores Mercado, Martínez, Landa y Escandón y Mr. De Kay.»
Al siguiente año la compañía ya había logrado un notable crecimiento. En las instalaciones se veía un gran movimiento de obreros y personal encargado en procesar los productos de la empacadora.
Hasta entonces, por dinero no había problema. Para 1907, los socios también eran dueños del Rancho de Santa Catarina, ubicado a 3.5 kilómetros al noroeste de la planta, que antes era propiedad de del taretense Feliciano Vidales, un hacendado que llegara a ser dueño de once haciendas de la región y de la fábrica de hilados y tejidos «La Providencia» de Uruapan. Inclusive, los capitalistas poseían los terrenos de Santa Bárbara y Laguna Grande, del distrito de Uruapan y comprados a Vidales por Luis de Key, representante de la compañía.
La planta de carnes, poseían una presa de mampostería sobre la margen del Río Cupatitzio y una planta generadora de energía eléctrica, capacitada para producir hasta 1,708 caballos de fuerza, energía que le servía mucho a la planta.
En relación a su infraestructura física se construyó con material procedente de Norteamérica. Por ejemplo, el tabique que trajeron de allá era compacto y consistente.
Se componía de cuatro edificios grandes en los que se encontraban amplios departamentos bien iluminados y destinados para la matanza, frigorífico y pailas; y otros menores que se empleaban para el almacenamiento de la materia prima y productos, incluyendo el espacio de los talleres.
El capital invertido por los socios fue notable, disponían de lo necesario para que en un futuro cercano, se convirtiera en una compañía de gran expansión, si era posible a nivel mundial.
En este sentido, en la Ciudad de México la empresa de capital extranjero, era propietaria del almacén refrigerador «El Chopo»; igual de un predio de tres manzanas en el rastro de Peralvillo y de una planta refrigeradora en «Ejidos», situada en San Luis Potosí.
La planta de la empacadora del vergel michoacano ofrecía el espacio, personal y la capacidad para sacrificar diariamente alrededor de 700 bovinos, 500 puercos y 500 carneros.
Pero eso no era todo, para disponer de mayor facilidad en el transporte y embarque de todos los productos elaborados, los socios solicitaron al gobierno estatal su aprobación para abrir un ramal ferroviario hasta donde se encontraba la empacadora, el cual se puso en servicio desde 1908 de acuerdo a lo que se citaba en los medios capitalinos de entonces.
Era un proyecto ambicioso y bien planeado. El proceso de industrialización de la carne generaba la fabricación de un buen número de productos, entre ellos: aceites, margarinas, carnes prensadas y ahumadas; jamones, chorizos con salsa, etc.
La industria no desperdiciaba nada del animal, todo era útil; huesos, pelos, cerdas, pesuñas, cuernos, sangre y pieles tenían un fin comercial.
Cabe decir que el ganado sacrificado en Uruapan procedía de los distritos de Ario de Rosales, Apatzingán y el propio Uruapan, de ahí que los inversionistas sabían que en materia prima no había riesgos en el abastecimiento.
Hablando de la maquinaria e implementos, la mayor parte fue de procedencia estadounidense, lo mismo que el personal más calificado. Aunque los socios estaban comprometidos para que a la planta ingresara personal mexicano.
Sobre el desplazamiento de la carne procesada en la empacadora de la planta que popularmente se le conocía como «Popo» (término de abreviación de Popocatépetl, nombre comercial que recibía la carne procedente de Uruapan) se vendía en establecimientos comerciales de la capital del país, en las calles de San Juan de Letrán y la Viena, y en las tiendas conocidas como «Mercados Nacionales de México».
También se levantaban pedidos en Tacubaya, Mixcoac, San Angel, Tlalpan y Coyoacán, y otro pequeño volumen se mandaba a plazas de San Luis Potosí.
En 1910, a tan sólo dos años de su inauguración, la empresa ya exportaba sus productos a Europa, precisamente a algunas ciudades de Inglaterra como su capital, Londres.
A propósito el mismo gobernador elogiaba los logros alcanzados y orgulloso aseguraba que esta era la primera vez en la historia del país que se exportaba a Inglaterra carne preparada y enlatada, la que orgullosamente se fabricaba en la planta de la ciudad que consideraba como su segunda tierra.
Sin embargo, desde los primeros meses de ese año, los inversionistas entraron en una inesperada crisis económica, pues los bancos de la cuenta crediticia se declararon en quiebra. Por tal razón, la preocupación correspondía en cuanto a liquidez, ya que a pesar del gran avance comercial y de venta, la Compañía Empacadora Nacional Mexicana no sabía realmente su futuro, al carecer de capital suficiente para satisfacer sus necesidades.
Con un final inesperado e increíble, la «Popo» funcionó tres años más, es decir hasta 1913, debido a serios problemas económicos, uno de ellos fue que desde su fundación los empresarios extranjeros tenían una lucha frontal contra los introductores de ganado, dando por resultado que la «Company» vendiera al público sus derivados a precios casi regalados con el fin de aniquilar a los introductores, a los que estuvo a punto de vencer, pero al último la compañía no soportó la presión y perdió varios millones de pesos.
Para colmo de males, los capitalistas británicos, importantes accionistas en el selecto grupo de inversionistas de la planta, solicitaron a sus socios estadounidenses su liquidación, lo que empeoró las cosas, si recordamos que éstos últimos eran los de menor financiamiento.
No tardó mucho en que la «Popo» quedara solo en manos de capital estadounidense, los que continuaban recurriendo a préstamos de otros inversionistas ingleses, ajenos al grupo.
El segundo semestre de 1913 fue fatal para los inversionistas, lo que los orilló a que decidieran cerrar la empacadora por falta de garantías del gobierno mexicano, pues la revolución mexicana había iniciado, y también por las deudas contraídas con varios inversionistas poderosos.
En ese año el administrador de la Planta fue el señor Vicente Medina, quien con voluntad más que capital se quedó unos meses más al frente de la «Popo». Por cierto que Medina en 1917 llegó a ser el primer presidente municipal de Uruapan emanado de la Constitución del 17.
Por otro lado, muchos años más tarde, según el semanario «La Voz de Uruapan», en una edición del mes de octubre de 1933, al referirse a “La Empacadora”, comentaba que «era una pena que se hubiera cerrado, porque ahí -los obreros y empleados- encontraban un trabajo bien remunerado y ocupación constante».
El semanario ampliaba la nota: «La empacadora, que se encuentra precisamente en frente del Valle de las Delicias, también hacía uso del agua del Cupatitzio, para darles movimiento a sus máquinas. ¡Lástima grande! que esta negociación haya fracasado. Ahí concurría un buen número de obreros que hacían su consumo de víveres en esta ciudad”.
“La empacadora, que fue un centro de mucho movimiento, se encuentra actualmente en ruinas, abandonada de propios y extraños, sin que haya persona alguna, que se interesa por ella; para sacarle algún provecho. La empacadora se acabó; pero ha dejado suficiente material de construcción que puede servir aún para alguna empresa, y tiene un canal para encausar y conducir el agua, y una buena caída, para todo servicio”, abundaba.
Una opinión más respecto al cierre de la planta, aunque quizás sólo se trate de una coincidencia, la manifiesta uno de los primeros cronistas contemporáneos de Uruapan, don J. Jesús Alejandre Romero (+), en su interesante antología póstuma titulada «Uruapan de antaño».
Ahí, el vecino del Barrio de San Miguel, nos comenta que «fue a principios de este siglo cuando aún se encontraba trabajando en plena actividad la Empacadora de carnes, situada donde hoy es la Escuela de Agrobiología, aprovechada con varias modificaciones algunas de las antiguas factorías».
Más adelante escribe:
«Sucedió que un día dos altos empleados de la negociación tuvieron la estúpida idea de ponerle a un caballo algodones en la cabeza formándole patillas; además, en el pescuezo, un lienzo con los colores de nuestra gloriosa Bandera Nacional, haciendo burlas y queriendo imitar en forma tan denigrante la figura del padre de la Patria, el Cura don Miguel Hidalgo; paseando en medio de la gritería de más de doscientos trabajadores que tal vez por ignorancia no alcanzaban a comprender la burla de la que estaba siendo objeto nuestro Lábaro Patrio. Pero tocó para la de malas de los ultrajadores, que se encontraba trabajando allí un intérprete originario de Tingambato, quien al darse cuenta de lo que estaba pasando, injurió a los fatales gringos e inmediatamente lo comunicó a las autoridades, siendo esos días Prefecto don Luis Córdoba; estaba de interino el Sr. Francisco Camorlinga, ordenando que inmediatamente fueran aprehendidos los culpables y conducidos en medio de varios gendarmes a la Prefectura, donde fueron fuertemente amonestados y consignados a la cárcel. Estos detestables extranjeros pensaron que al pagar una simple multa quedarían en libertad pero, aún tuvieron el descaro de pedir que se les permitiera les llevaran cama, colchón y cobijas porque no podrían soportar el frío suelo. Pero todo les fue negado justamente, y si no se les llevó con los demás presos, fue por temor a que los lincharan y posiblemente los hubieran matado, pues los blancos los pedían a gritos. Después del cumplimiento de su condena y de pagar la multa -alta en aquel entonces- (de 500 pesos a cada fatal), salieron en libertad. Pero esto fue para que la famosa «Empacadora» cayera en desgracia, pues hubo que cerrar sus puertas y los despreciables e indeseables patrones tuvieron que largarse a su país».
Sin embargo, el hecho descrito por Alejandre curiosamente coincide con la situación económica que vivía la sociedad mercantil de la «Popo», lo mismo se puede decir si se toma en cuenta la proximidad de los avances revolucionarios a Uruapan, hay que recordar que para entonces la plaza de Uruapan ya había sido tomada por el revolucionario Marcos M. Méndez y su gente; y muy pronto lo sería por las tropas de Joaquín Amaro y de Francisco Cárdenas, uno de los asesinos de Francisco I. Madero. En fin, la empacadora de inversión extranjera solamente operó por seis años.
Por último, son muy contadas las referencias que hay respecto al destino inmediato del inmueble, aunque algunos vecinos del Uruapan aseguraban que durante parte de la revolución mexicana, entre 1915 y 1916, fue utilizado para enterrar en sus terrenos a la tropa que moría después de algún enfrentamiento entre bandos contrarios. Inclusive se rumoraba que asustaban a quiénes por ahí pasaban o se metían por mera curiosidad. Fruentemente los vecinos de esa zona escuchaban ruidos y movimiento, aunque no hay nada fundamentado.
Lo que sí se puede confirmar es que en cuanto a su edificación, con el paso del tiempo el lugar se dejó casi como originalmente se había construido y por el año de 1956 se estableció en definitiva la facultad nicolaita que hoy todos conocemos, la cual ha sido un semillero de profesionistas.
En «Documentos Elementales para entender y apreciar el origen, principios y fines de la Agrobiología», (obra de José L. Morales García y Ana Elizabeth Bárcenas Ortega, Facultad de Agrobiología «Presidente Juárez» de la UMSNH, Morelia, 2006); señala la Mtra. Bárcenas que «en febrero de 1956 se funda la Escuela Vocacional de Agrobiología, ahora Facultad de Agrobiología «Presidente Juárez», pero es hasta 1957 que se le ubica en las instalaciones de lo que fuera, la antigua empacadora de carnes». A detalle, justamente el 11 de febrero de aquél año, fue fundada como Escuela Vocacional de Agrobiología Presidente Lic. Benito Juárez, en un local particular acondicionado para el efecto en la avenida Las Américas # 23, bajo el amparo moral, económico y político de la Comisión del Tepalcatepec y su vocal ejecutivo General Lázaro Cárdenas del Río.
Texto, Sergio Ramos Chávez, Cronista de la Ciudad de Uruapan.
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