La noticia de hoy. Ha fallecido Little Richard o Ricardito como se le conocía en nuestro país. Por un lado pareciera hasta natural, era de esperarse y hasta habrá quien diga que «antes duró tantos años». Lo verdaderamente relevante es entender que sin él y otros como Chuck Berry y Jerry Lee Lewis no hubiese existido el rock and roll y por ende, nada de lo que se conoció después de ellos, incluyendo a los Beatles y por supuesto Elvis, así de ese tamaño. En el mundo actual una personalidad como la de él ya resultaría convencional y hasta ejemplar, pero en la década de los cincuenta cuando todo empezó, su presencia causó estragos entre la gente blanca de los Estados Unidos que vieron en él la personificación del diablo por su muy extravagante y extrovertida personalidad gay pero sobre todo por su salvaje interpretación del ritmo que atrapó a la juventud del mundo, el rock and roll. Y es que no podía ser de otra forma, después de la segunda guerra mundial y el marasmo en el que la radio y el cine estaban hundiendo al público con música melosa y azucarada, el surgimiento de sus grabaciones a través de estaciones de radio «solo para negros» pero que eran escuchadas por todo mundo, atrapó de inmediato a la audiencia de jovencitos de raza blanca que en su música encontraron lo que no había en otras expresiones: vida y alegría, energía y optimismo, escuchando a Ricardito los chavos se identificaron con alguien que les cantaba a ellos, no a sus papás y que los invitaba a ser desmadrosos, a ser atrevidos, a ser jóvenes. Su música tuvo eco en la juventud mexicana que le conoció tanto por sus propias grabaciones como por las versiones de los Teen Tops, el «Vivi» Hernández y muchos otros. No murió cualquier cabrón, murió un gigante que cumplió su ciclo y que con su música abrió puertas que parecían negadas no solo para los jóvenes y el rock sino además para la gente de raza negra y por añadidura, los gays. Hoy hay fiesta en el bar del infierno porque seguramente allí se encontrará con Hendrix, Janis, Morrison, Bonham, Kilmister, Moon, Cobain y tantos otros con quienes podrá continuar rocanroleando como solo él sabía hacerlo. Debo concluír con la frase de cajón, «que descanse en paz», pero honestamente, lo dudo y menos teniendo un piano a la mano. / Víctor Moreno, músico.
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