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La “Libertad” está enterrada, en el interior, crece hacia dentro, y no hacia fuera

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La verdadera libertad es la del hombre considerado como persona, es decir, como un ser que es a la vez es de carne y de espíritu. Esto supone que sea, antes que nada, una persona; esto es, que sea digno de serlo.
La libertad es, en primer lugar, interna, y su mayor amenaza no se halla en el control exterior hacia un individuo, ni incluso en la situación económica, sino en la tentación interior de la esclavitud, la esclavitud de nuestros propios pensamientos.
Prueba es el dinero, ya que dependiendo de quién lo use, se convierte en un medio de libertad, de autonomía o de opresión. En esto radica la grandeza y la miseria del dinero; por ejemplo, el monje que renuncia al dinero es más libre que el banquero que, por siempre querer tenerlo, al poseerlo se halla poseído de él.
El pavor de ser uno mismo es el gran obstáculo de la libertad. Pues la libertad equivale a ser uno mismo y proceder de acuerdo a ello, sin prisiones. La libertad da fuga hacia una autoridad externa para la aprobación. Opuesto a ello: es la capacidad de tomar decisiones sin ser sujetas al comentario de los demás.
La libertad verdadera surge en medio de la contradicción. Admite la disciplina, el método.
En la libertad los hombres deben acostumbrarse a perder en todos los conflictos de poca importancia, con tal de que no pierdan de vista aquellos que efectivamente la tienen. No importan los fracasos simples y llanos, importa no fracasar en esas batallas interiores que nos dan libertad, no perder batallas que nos fortalezcan interiormente, y eso depende de cómo manejamos nuestro pensamiento.
La libertad está enterrada, en el interior, crece hacia dentro, y no hacia fuera. Se dice, y acaso se cree, que “la libertad consiste en dejar crecer libre a la planta, en no ponerla en rodrigones, ni guías, ni obstáculos; en no podarla, obligándola a que ella misma tome esta o la otra forma; en dejarla que arroje por sí, y sin coacción alguna, todos sus brotes y sus hojas y sus flores. Y la libertad no está en el follaje, sino en las raíces, y de nada sirve dejarle al árbol libre la copa y abiertos de par en par los caminos del cielo, si sus raíces se encuentran, al poco de crecer, con dura roca impenetrable, seca y árida, o con tierra de muerte”, eso señalaba Miguel de Unamuno./ Juan Aureliano Cuevas para “Tiempo de Michoacán”.

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