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LA IZQUIERDA, DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LOMBARDO TOLEDANO

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La izquierda ha sido, en todas las épocas, la actividad política fundada en una concepción revolucionaria del desarrollo de la sociedad, que expresa los intereses de los sectores resueltos a sustituir en el poder a los que lo detentan. Es siempre, en consecuencia, una clase social nueva, que emerge del régimen establecido y se propone la transformación progresiva de la sociedad, a la que debe considerarse, con su doctrina filosófica, como la fuerza de la izquierda, dentro de las características peculiares de un momento histórico determinado.
El siglo XVI en México es el siglo de la Conquista. No hay una clase social que aspire al poder, que se está instaurando apenas por medio de la violencia. Pero las ideas que renuevan al mundo se levantan aquí, en nombre de los indios y de la humanidad, para impedir los crímenes que se cometen contra la población autóctona en nombre de autoridades llamadas legítimas. Esas ideas marcan, desde entonces, el debate entre las clases explotadas y sus explotadores, que no concluye todavía.
Los mestizos y los criollos, formados durante el siglo XVII y XVIII, constituyen la nueva clase social que ha de remplazar a los españoles peninsulares que tienen el poder económico, eclesiástico, administrativo, cultural y militar de la Colonia. Sus ideas son las de la burguesía revolucionaria del viejo mundo, que demuelen el orden feudal en todos sus aspectos, y que aquí impusieron los Reyes Católicos.
Lograda la independencia nacional, los liberales vencen a los conservadores, pero han de gobernar un país de agricultura arcaica, sin industrias, sin comunicaciones, sin fuerzas productivas bastantes para mantener a la población que crece a pesar de su miseria. Expropian los bienes de “manos muertas” para ampliar el mercado interior y abren las puertas a la libre iniciativa de los individuos, liquidando las corporaciones de todo género para enriquecer a la nación. A los más preclaros representantes de la nueva clase social les toca la tarea dolorosa y gigantesca da hacer frente a las dos guerras infames que le imponen a nuestro pueblo los esclavistas de los Estados Unidos del Norte y el gobierno de la monarquía francesa, en quiebra definitiva. Salvan al país y consolidan la Republica, llevándola al escenario del mundo.
Hacia fines de ese dramático siglo XIX se desarrolla una nueva clase social adversa al latifundismo y a la acción irrestricta de las inversiones extranjeras en nuestro territorio, con mentalidad burguesa y actitud nacionalista. Es la clase social que dirigirá la Revolución que estalla en 1910, la llevara al triunfo y establecerá las bases materiales y políticas para el México contemporáneo. Las ideas de sus más capaces exponentes, ligados a la industria que se desenvuelve, a los obreros que empiezan a adquirir conciencia de su clase, a las masas rurales que forman las nuevas fuerzas armadas del país, y resueltas a impulsar la producción económica, la educación popular y la formación de los capitales nacionales, son las de la burguesía moderna; pero de un país semi-colonial que tiene que crear simultáneamente las nuevas fuerzas productivas y defenderlas de la presión económica exterior.
A cincuenta años de distancia de la victoria de la Revolución, y por el desarrollo económico, social, político y cultural del país, las clases sociales se han diferenciado más que nunca, se han agudizado sus antagonismos y los de la nación con los monopolios extranjeros. También el mundo de hoy es completamente distinto al de hace medio siglo: dos sistemas de la vida social –el capitalista y el socialista—constituyen ejemplos que influyen, por sus fundamentos ideológicos y programáticos, por sus realizaciones y por su política internacional, en los trabajadores, en las masas populares y en la juventud de todos los países de la Tierra.
Los pueblos coloniales han conquistado su independencia nacional simultáneamente. Antes de una década, el colonialismo habrá desaparecido de la faz del planeta. Los pueblos con independencia política, pero sometidos aun, en mayor o menor proporción, a los monopolios extranjeros, luchan abiertamente para emanciparse del imperialismo.
Todas las rutas de la historia conducen hoy hacia el socialismo. En cada país las fuerzas progresistas, guiadas por el partido de la clase obrera, con métodos propios, de acuerdo con su tradición, su cultura y su grado de desarrollo, construyen su propio camino hacia el socialismo. El régimen capitalista, que vive su crisis final, ha dejado de ser modelo y estímulo para el progreso de la sociedad.
La clase obrera es también, entre nosotros, la que aspira a transformar la estructura y la vida social de México. La división que ha sufrido en los últimos años en sus sindicatos y la falta de unidad de sus dos partidos, son hechos transitorios, problemas que la dinámica de los acontecimientos domésticos e internacionales resolverá, porque no hay fuerza capaz de impedir que una clase social en ascenso histórico logre sus objetivos inmediatos y futuros.
En el México de hoy, la izquierda está representada por el Partido Popular Socialista y el Partido Comunista Mexicano, porque son los partidos que luchan por el advenimiento del régimen socialista. (México, 1976).

“La izquierda en la historia de México”, Vicente Lombardo Toledano, Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”, México, 1987.

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