CDMX.- Porque ese era el nombre de la banda, no solo el apellido del de Autlán.
En lo personal disfruto enormemente escuchar un grupo que hoy es legendario cuando todavía no eran conocidos a nivel mundial, cuando tenían hambre de trascender y forjarse un nombre en el mundo del rock.
Acababan de editar su primer LP y tenían mucho por demostrar y Woodstock fue el escaparate ideal, gracias a ello brincaron a la fama y al poco tiempo ya eran de los favoritos en la radio de México con Caminos del mal (Evil Ways), Jingo y Sacrificio del Alma (Soul Sacrifice), rolas todas que venían incluidas en ese maravilloso disco con una de las mejores portadas de la historia.
Tuvieron que pasar poco más de diez años para que en nuestro país pudiéramos ver estas imágenes en el documental del festival que estuvo proscrito (aquí), durante esa etapa.
Ver a Carlos Santana joven, jipioso y tan latino, tan de Tijuana todavía, me remite a esas épocas cuando teníamos a sus similares en las tocadas de los domingos, Ricardo Ochoa, Lupillo Barajas, Frankie Bareño, el Diablo Villegas, Javier Bátiz, Armando Nava, Jaime Valle «El Perro», Elías Amabilis y tantos más que se forjaron en la misma cantera que él en los congales de la Avenida Revolución de T.J.
Escuchar a ese Santana, el del inicio, es escuchar a todos esos músicos que forjaron una época y un sonido, el Sonido Tijuana del cual Carlos Santana es parte fundamental. / Víctor Moreno, músico.
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