La vida del hombre que logra sus aspiraciones se sintetiza en el esfuerzo de la superación constante, en obra emprendida y productiva durante su existir, donde los frutos cosechados, tras el cultivo del triunfo, mantienen encendida su luz, ahora y siempre.
Hoy, al contemplar el cuadro-mural del maestro Alfonso Villanueva Manzo a la memoria de Benito Juárez, que este viernes con gran gusto la comunidad nicolaita reinaugura, tengo la impresión de haber visto una obra plástica que evoca la reminiscencia y figura liberal del prócer mexicano, donde su autor plasma al “Benemérito de las Américas” con una expresión de vida fecunda y estoicismo, de soberanía y libertad. De enseñanza perenne.
Es luminosa y sus efectos le sirven para acentuar y matizar el tema que representa. Hay libertad expresiva en lo que propone Villanueva. Incluye calidad estética, encierra inspiración y revela talento.
No encontramos en la obra del artista zamorano realizada en el año de 1958, un vacío que manifieste incapacidad creativa o displicencia de estilo, sin color, que sea inerte, insignificante.
Al contrario, es excelsa y representa la creatividad de un cuadro que, comparado con una obra musical, se aprecia por medio de esa melodía virtuosa tan llena de armonía, ritmo y forma.
En otras palabras, simboliza unidad, fuerza, contenido, estructura, equilibrio y es el resultado de un estilo con propósito estético, donde el autor michoacano tuvo que elegir de entre varios bocetos que el mismo elaboró, el esbozo del “Juárez” que le cautivó para transportarlo a la línea, al trazo, al lienzo, a la superficie, a su color.
Bajo este criterio, con toda seguridad podemos señalar que hay en el “Juárez” -ubicado en el auditorio de la Facultad de Agrobiología “Presidente Juárez”, una pintura que conserva el color y los matices en el rostro del destacado reformista de origen oaxaqueño, donde observamos un rasgo firme, definitivo, sereno; semblante fidedigno del personaje republicano a quien se dedicó esta pieza artística.
Percibimos en su mirada una luz orgánica y expresiva en la profundidad heroica de los ojos del constructor de la soberanía nacionalista y los tonos de la presencia liberal, ello gracias a cada pincelada propuesta que nació de las manos e inspiración del artista.
En resumen, es un trabajo de reconocida composición muralística que llega a ser una obra intensa por el ilustre personaje de la patria mexicana que ahí posa, la que exterioriza una sensibilidad notoria por la elección de colores que utilizó en la plástica, el entonces alumno y amigo de Manuel Pérez Coronado.
El origen del cuadro-mural que hoy fuera reinaugurado por las autoridades del plantel universitario situado hacia el sur de la ciudad, invitados especiales y la comunidad entera, es muy interesante por el acierto que tuvo en su momento el autor Villanueva Manzo, quien en una charla nos relatara:
“Propuse el trabajo para la Facultad de Agrobiología, estaba muy joven, fue en 1968, siendo director Ulises Payan, originalmente tenía la idea de hacer un proyecto de mural en todo lo que ocupa el muro del fondo del auditorio, pero por falta de recursos en la dirección me sugirieron hacer un retrato grande de Benito Juárez, amplio, que diera vida al mismo nombre que lleva la facultad, a lo que acepté; al final se redujo en cuanto a la altura planeada y quedó como ahora lo vemos, lo colocamos en el centro del lugar, se veía muy bien, con presencia”.
Por cierto, el costo de la pintura fue simbólico:
“Mi interés era hacer la obra para tener una antecedente en ese estilo, era para mí un reto, me dieron dinero para el material que se requería, para el bastidor, no recuerdo la cantidad que se dispuso para el trabajo, pero fue sólo lo necesario, el cuadro-mural mide 4.80 metros por 3.50 metros, es decir como 15 metros cuadrados, seleccioné como técnica el acrílico sobre tela. La verdad se hizo con muchas penurias económicas, cómo suele pasar”, precisa.
Y comenta: “sin embargo, lo positivo fue el respeto que se le tuvo a la obra, al no tener ningún daño físico, salvo lo que es natural por el medio siglo que acaba de cumplir de vida”.
Precisamente, el también ex alumno de Alfredo Zalce y Pablo O´Higgins, reconocer que ya tenía varios años intentado llevar a cabo una restauración al retrato, con respaldo financiero de las autoridades de la facultad, pero no había sido cristalizado, “quedando sólo en buenas intenciones”.
Y hoy, gracias a la disposición de la dirección de la facultad y los ex alumnos de Agrobiología, que se pudo efectuar su rescate y restauración por el mismo “Poncho” Villanueva quien está muy agradecido por la sensibilidad que se hubo. He aquí la historia:
“Hablé con la directora –Martha Elena Pedraza Santos-, le dije sobre la restauración, que era necesario salvar el cuadro, repararlo, protegerlo atrás con una lona, ponerle una tela debajo del lienzo para que resistiera más, cambiar el bastidor, que fuera de buena madera ya que estaba torcido, y luego colocarle su marco –no hubo recursos originalmente para que tuviera uno-, era con el fin de que renaciera y viviera muchas décadas más”.
Al aceptar la maestra nicolaita su solicitud, “comenzamos a realizar la labor de restaurar, el trabajo que duró un poco más de quince días”.
La labor para el rescate de la obra fue llevada a efecto, logrando de esta forma salvaguardar un retrato digno de elogios y calidad, “antes tenía algunas averías, se arreglaron, se montó sobre una lona, la tela original era una manta delgada, tenía aberturas, se restauró la pintura, se hizo una raspada porque tenía una pintura barata aunque resistente, se vio lo de los colores, sin quitarle la expresión, había pintura que ya estaba muy deteriorada, todo se hizo con mucho cuidado, sin cambiar el carácter del rostro de Juárez, se siguió a detalle cada pincelada, se vio qué color se había perdido y se volvió a reconstruir”, explica a detalle el artista zamorano.
En resumen, “para mí al restaurar este cuadro lo más importante es que yo mismo lo arreglé, se salva el cuadro, en la reconstrucción es preferible que uno mismo lo haga”.
A propósito, de acuerdo a su criterio, “El Juárez es un buen retrato, impone, es una de las obras que me gusta mucho, se puede llamar cuadro-mural. Hoy la idea es fijarlo en el centro del auditorio, para que llene el auditorio, ya está planeado”.
“Hay cosas que no quedas satisfecho, pero este cuadro si me atrae y eso que los trabajos que emprendo los analizo hasta seis meses, en detalles, los colores, la forma, el brillo, no es fácil, y ese si me gusto, y cada vez que lo veo me gusta, tiene expresión, tiene vida, modestia aparte, comparado con otros retratos, me salió bien, no todos salen igual, hice otros retratos, pero me gustó bastante el Juárez, no quiero dejar de señalar que plantee primero dos proyectos chicos -tamaño cartulina-, y luego ya que estaba seguro de cuál, saqué varias copias, me gustó mucho el definitivo, y así se seleccionó el que está”.
Es de esta manera que Alfonso Villanueva cumple un objetivo que tenía pendiente en cuanto a la restauración que requieren sus obras, decir que su legado artístico se mantiene vigente (en los planteles nicolaitas de Uruapan hay otras dos obras más, tema para comentar en otra ocasión), ojalá y el gobierno local también lo respalde para que reconstruya sus dos murales que se hayan a la entrada de Uruapan viniendo de Paracho, los que dicho sea de paso tienen 20 años de hacerse concluido.
Olvidaba decir que pocos saben que además fue maestro de la facultad citada durante la década de los años 60s. “daba la clase de Dibujo Biológico, hay empezó mi labor de maestro, le echaba todas las ganas”.
Nuestro mayor reconocimiento para el gran amigo Alfonso Villanueva Manzo, a quien desde este apartado le damos las gracias por enriquecer la parte intangible y el espíritu artístico que tanto requiere nuestra ciudad, ¡así sea! / Texto: Sergio Ramos Chávez.
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