¿El silencio es un adorno en la mujer? En el mundo patriarcal, de la antigua Grecia, en la época del sabio Sócrates, la mujer era considerada inferior al hombre. Han pasado varios siglos y no hemos avanzado mucho, aún existe un mundo patriarcal, una desigualdad entre hombres y mujeres, una jerarquización en la que la autoridad la ejerce el varón, y en la que las mujeres son consideradas en muchos aspectos inferiores a los hombres. Falta mucho por hacer. Aún son pocas las mujeres que a través de la historia se han atrevido, como Jantipa la mujer de Sócrates, a decir “No” a un sabio, a un hombre. Aun son pocas las que se han atrevido a defender su Libertad y su Igualdad frente al hombre, igualdad que el mismo sabio Sócrates reconocía cuando dijo: “las mujeres pueden aprender todo lo que un hombre puede aprender”.
A Jantipa, se le consideró como “masculina”, “irascible” o “irritable”, fue fuertemente criticada y muchas veces repudiada por contravenir las normas del mundo patriarcal y machista en el que le tocó vivir. Una mujer distinta a las demás. Una mujer que alzó la voz cuando el silencio era un bello adorno en la mujer. Jantipa, era una joven de escasos veinte años, cuando se le obliga a casarse con el sabio Sócrates, quien le llevaba alrededor de 40 años. La diferencia de edades y las condiciones en que le tocó vivir, hacen que la joven Jantipa se convierta en una esposa poco sumisa, como lo exigía la sociedad de la antigua Grecia. Su carácter indómito se acrecentó al tener que vivir con un hombre que no sabía ser responsable con su familia, por lo que ella tuvo que hacerse cargo de la cotidianidad de su hogar. Sus exigencias al filósofo molestaban a los discípulos del sabio, quienes le decían que era una mujer irascible, a lo que Sócrates les contestaba: “vivir con ella me enseña a congeniar con el resto del mundo, si puedo tolerar a Jantipa, puedo tolerarlo todo”.
Se narra una anécdota donde detrás de una fuerte discusión, Jantipa hace que Sócrates salga de su casa, y al estar éste sentado en el quicio de la puerta, sin ser avisado ella le hace caer un recipiente que contenía agua sucia en la cabeza; sin perder la calma, Sócrates comenta: “los truenos acaban en lluvia”. De Sócrates, se dice, es el padre de la filosofía occidental; de Jantipa, su esposa, se dice, que es una mujer dura, de donde viene el ser «antipática». Uno quería filosofar, otra no dejar filosofar. Filosofía y antipatía, unidos en el vínculo del matrimonio. Cosa dura tuvo que haber sido el matrimonio de Sócrates y Jantipa. Pero la historia ha sido injusta con ella al calificarla de incontrolable. Jantipa no fue una mujer que se dejara dominar, prefirió la discusión razonada al silencio sumiso. Si hay una mujer mal interpretada y criticada en los textos antiguos y en muchos modernos de filosofía es Jantipa «La rubia”, “La Amarilla», en griego antiguo, es una de las mujeres más lastimadas por los textos clásicos, influencia que fue trasladada a los autores modernos y contemporáneos que beben de dichas fuentes, desde los platónicos hasta Nietzsche.
En la historia de la filosofía, Jantipa queda como una mujer nefasta, por haberle hecho la vida imposible a su marido con su mal carácter, Nietzsche bromea con esto diciendo: «Sócrates encontró la mujer que necesitaba, aunque tampoco la hubiera buscado de haberla conocido lo suficiente, porque el heroísmo de este espíritu libre no hubiese llegado hasta ese extremo. El hecho es que Jantipa lo impulsó siempre a cumplir su misión originaria, al hacerle su casa inhabitable e inhóspita, fue ella quien le enseñó a vivir en la calle y a andar vagabundeando y charlando por todas partes, haciendo de él el mayor dialéctico de las calles de Atenas». Existen pocas fuentes de primera mano acerca de Jantipa y su relación con Sócrates; su nombre apenas viene mencionado por Jenofonte y por Platón en el diálogo Fedón. En este último se narra cómo los discípulos de Sócrates lo encontraron en su celda junto a Jantipa, llevando en brazos a uno de sus hijos, en la mañana del día de su sentencia. Poco más se sabe acerca de la vida de Jantipa. Trazos de su carácter vienen sido inferidos básicamente a partir de algunas anécdotas referidas por Jenofonte.
En sus Memorables (cap. 2.2), se narra cómo Lamprocles se queja de las reprimendas de su madre. Sócrates le hace ver la virtud de la gratitud, sobre todo cuando su madre no sólo le está bien dispuesta, sino que además «lo cuida cuando está enfermo, cuida que no le falte nada y, además, reza a los dioses por él». Jantipa logró poner a prueba en Sócrates la virtud de la paciencia, usando su ecuanimidad y juicio en el actuar. Las dicotomías de caracteres los hicieron crecer en su relación antagónica, que sirvió para que cada uno creciera en su individualidad. Jantipa aprendió amar a su familia, incluyendo a su esposo, para ella eran su prioridad, mantuvo su responsabilidad sin sumisión, lo hizo por amor, defendió su libertad, su derecho a ser escuchada en una sociedad donde la mujer no tenía voz, a exigir la igualdad que por derecho natural frente al hombre le correspondía. Es una de las primeras mujeres que se enfrentaron al patriarcado machista. Ella fue la compañera que necesitaba el gran filósofo de todos los tiempos para demostrar que la mujer es el complemento igualitario del hombre, y que hombre y mujer son iguales por naturaleza propia.
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