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Historia de una entrevista al gran Carlos Fuentes

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Mayo de 1998, Torreón Coahuila. El colosal escritor Carlos Fuentes va a La Laguna. El motivo: Dar una conferencia sobre la importancia fundamental de la educación en México.

Recuerdo que el literato Felipe Garrido hizo una presentación honda de la trascendencia de Fuentes en la literatura. Aún conservo la frase de presentación de su ponencia: «Un fantasma se hizo presente en La Laguna».
El gran Fuentes habló de la historia educativa en Nueva España y en los diferentes periodos del México independiente y pos revolucionario. Para los tiempos presentes consideraba básico para nuestro México la instrucción primaria y secundaria.
«Alfabetizar urgentemente. En una labor conjunta, si es posible de casa en casa», decía Fuentes cuál oráculo pronunciado por el sabio Tiresias.
Asistí a la conferencia con un compañero amigo que era mi cómplice de trabajo: El gran Miguel Márquez y el prodigio de su cámara televisiva. En ese tiempo de mi vida me dedicaba a ser reportero cultural de un noticiero en «TV Azteca Laguna». Carlos Fuentes no estuvo concediendo entrevistas durante su estancia en la comarca. Al terminar la dicha conferencia, se pidió que los asistentes que quisieran que el escritor les firmara un libro de su autoría hicieran una fila. Le dije a Miguel, más o menos así: «vamos a formarnos y cuando lleguemos a él, le pido una entrevista; a ver si me la concede». Fue un pálpito, un impulso. Hicimos linea. Éramos los últimos, a propósito, para que así la entrevista, de concederse, se diera sin hacer esperar a nadie.
Al llegar a él, recuerdo que le dije campechanamente y a la lagunera: «Maestro, no traemos libro para que nos firme, ¿Me puede conceder una entrevista?» ; se rió, y me dijo: «Ándele pues, nada más permíteme», y sacó del bolso trasero del pantalón de su traje, un pequeño peine, lo pasó por sus sienes, se alisó el bigote y sonriendo dijo: «Ahora sí». Un verdadero dandy el maestro Fuentes.
La sabiduría de este hombre imponía, pero ya estaba echado andar el andamiaje de la osadía y pues adelante. Solté las preguntas a aquel escritor, al cuál había leído por primera vez a los diecisiete años en su libro de cuentos: «Cantar de Ciegos», su relato de las «Dos Elenas», fue para mi una verdadera aventura adolescente. Ahora estaba delante mío aquel constructor de conceptos y orfebre profundo de la palabra. Atentísimo, fue muy amable. El máximo logro para mi en aquella época de reportero cultural en La Laguna. Bendito atrevimiento. Salimos de aquel Centro de Convenciones de Torreón, iba emocionado, sabía lo logrado, lo que la osadía había conseguido. Mi compañero Miguel me pregunto: “Oye Randy, (así me decía) pues que es tan importante ese señor?”, le dije, «quizá conociste al futuro premio «Nobel» de literatura». Vuelvo la vista atrás a un verano lejano en mi comarca, y espero no convertirme en estatua de sal osando contradecir a Dios. El sabrá perdonarme.

Entrevista a Carlos Fuentes. (Tres preguntas respondidas que para mí pesan en oro.)
Me habló de su encuentro con estudiantes laguneros del Tecnológico de Monterrey, de su gusto de estar en Torreón, tierra villista, me decía: “Fue un encuentro muy caluroso, me han hecho preguntas fantásticas, creo que en toda la república la juventud se está haciendo las mismas preguntas, hay las mismas preocupaciones, hay un vocabulario común, hay un diálogo posible, eso anima mucho para construir la democracia.
Raul Adalid.- ¿Qué papel debe jugar la educación en México? Carlos Fuentes: “Imprescindible es la necesidad que haya una cobertura de primaria y secundaria obligatoria para todos los mexicanos, pero en el otro extremo que haya una educación vitalicia, que se considere a la educación como un proyecto interminable, que en cualquier etapa de la edad de un hombre y una mujer la educación esté abierta, que haya la voluntad de siempre educarse hasta el final de la vida.
Raul Adalid.- ¿Cuál debe ser el compromiso de un escritor para con su sociedad?
Carlos Fuentes sonríe y me dice: Yo ya estoy acabando, con el siglo yo ya me estoy yendo también, verdad, pero yo creo que un escritor fundamentalmente lo que trata de aportarle a su sociedad es lenguaje e imaginación, si además tenemos preocupaciones ciudadanas pues las manifestamos, pero no tanto como escritores sino como ciudadanos.
Nos dimos la mano, me sonrió, sintiendo que mi arrojo le había caído en gracia. «Muchas gracias maestro», dije desde la más profunda admiración. Miguel y yo nos fuimos al canal televisivo a editar el material, no cabía de gusto, sabia que llevaba a cuestas una gran exclusiva. Sí, así como piensan los que reportan la vida.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan.

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