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¿Gracias a quién llegaron los italianos a Michoacán?, entre ellos, la familia de don Dante Cusi 

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En diciembre de 1880, el general tamaulipeco Manuel González alias “El manco”, bajo una supuesta calma en el país, se hace cargo del gobierno de la república para los años 1880-1884.

Sobre su trabajo ejecutivo en este cuatrienio existen diversas opiniones en pro y en contra. Sin embargo, en relación a la obra favorable que dejó aún cuando gobernara a la sombra de su compadre Porfirio Díaz; durante su gestión se recuerda la amplia cobertura e impulso que se dio a las comunicaciones del país, a través de nuevas vías férreas.

También el inicio de obras de canalización de ríos; el aceptable aumento en las vías telegráficas, por ejemplo la vía Autlán-Uruapan, y el establecimiento del Banco Nacional Mexicano, que posteriormente se refundaría con el nombre de Banco Nacional de México.

En materia diplomática, el régimen político del nativo de Matamoros, sobresale su aprobación para que en México ingresara capital extranjero y se invirtiera en territorio mexicano, por medio de comercios, negocios e industrias.

Además, a iniciativa propia, a través de la diplomacia mexicana, mantuvo relaciones con el gobierno italiano para la tramitación correspondiente que permitiera el arribo de una importante colonia de italianos con el propósito de fundar espacios agrícolas.

Lo anterior se basaba en la “Ley de Colonización” que se decretara en 1883 a raíz de que la idea predominante era que en nuestro país existía una buena cantidad de tierras baldías y que el territorio en general contaba con escasa población en las grandes dimensiones geográficas existentes.

Cabe decir que en su trabajo ejecutivo, el compadre de Porfirio Díaz estimaba que en asuntos internacionales en nada afectaría aplicar la ley anterior, para que ingresara a la nación gente de origen europeo la que tenía la libertad de  llegar a radicar definitivamente en el país; pues a su juicio el despoblado territorio nacional requería de una inmigración masiva y de la cual él propugnaba por que fuera la de Italia.

A principios de 1883, Raúl Fernández, Ministro Plenipotenciario de México en Francia, se entrevistó con unos empresarios italianos para que invirtieran su capital en tierra azteca.

Era lógico que debido a la difícil situación que imperaba en México, el diplomático sabía de la urgente necesidad de buscar los convenios en el viejo continente.

A detalle, una vez establecidos los contactos con los capitalistas franceses, el diplomático, antes de regresar a México, partió a Roma para iniciar pláticas bilaterales. Para entonces se encontraba en trámite la ley antes mencionada.

Así, el diplomático por instrucciones directas de González, se entrevistó con el Ministro del Interior para convenir ante las autoridades italianas su aprobación migratoria a México en calidad de colonización, de un buen número de gente de aquella tierra europea.

En el encuentro bilateral, Fernández le hizo hincapié al político italiano que por instrucciones del ejecutivo nacional le solicitaba una sencilla condición que consistía en que la gente italiana que llegara a México fuera del Norte de Italia, gente pues de la Lombardía, del Piamonte y del Véneto. Aquella región que se sabía era la más trabajadora, honesta y sencilla.

El plenipotenciario recordaba al político milanés, que una vez en vigor  la “Ley de Colonización” no deseaba que vinieran de otras partes de Italia, mucho menos de Sicilia, ya que sus pobladores tenían la fama de ser conflictivos.

Los trámites diplomáticos y deberes protocolarios iniciaron a partir de aquella entrevista de 1883, al tiempo que se decretaba la ley citada.

Por su parte, a González le faltaba un año para concluir su gestión presidencial y estaba satisfecho por lo convenido en Europa, hecho a petición suya, y resuelto a través del diplomático y consuegro de él, Raúl Fernández.

Cuando el tamaulipeco le entregó el poder a Porfirio Díaz, en diciembre de 1884, ya todo estaba en marcha, y una meta que se había fijado fue acordada: La inmigración de colonos italianos a tierras mexicanas.

Aquella idea de dejar penetrar capitales españoles y franceses a México, así como el ingreso de unos 1, 700 italianos a algunas regiones del país, eran sin duda idea predominante de “El Tunco” González.

De esta manera, para bien o para mal, el capital extranjero seguía manteniéndose firme en el país. Aunque destacaban las inversiones inglesas, francesas y españolas, los italianos al establecerse en México comenzaban a sobresalir respecto a los españoles en materia agrícola.

Unos meses después y concluidos los acuerdos diplomáticos, la colonia italiana que el ejecutivo había dejado entrar a México, básicamente se estableció en tres regiones:

En Chipilo, en el Estado de Puebla; en Martínez de la Torre, Veracruz y en la tierra caliente de Michoacán.

Es importante señalar en este espacio que la llegada de los italianos a Michoacán no hubiera sido posible sin la iniciativa, apoyo y respaldo por parte del citado general Manuel González. Más cuando fue notable que sin su interés nunca hubieran llegado a la región de la tierra caliente de Michoacán aquellos primeros italianos que se establecieron su geografía, de ahí que merece señalar este punto.

Además respecto a lo anterior se debe tener presente que González manejó la negociación conforme a lo acordado en el congreso nacional, y por conducto del diplomático Fernández; fue quien solicitó a las autoridades italianas la emigración de colonos de aquel país, basándose en la ley decretada.

Este sencillo trabajo no abundara sobre los términos de dicho decreto. Pero, se puede mencionar parte del Art. 3º. de esta ley, el que dice: Los terrenos deslindados, medidos, fraccionados y valuados, serán cedidos a los inmigrantes extranjeros y a los habitantes de la república que desearen establecerse en ellos como colonos, etc. (…).

En el caso particular del grupo de italianos, entre ellos Don Dante Cusi Castoldi, que llegaron en 1884 a la región cercana a Uruapan, conviene decir que los primeros dos años, se establecieron en la zona de Apatzingán.

Precisamente rentaron la propiedad del moreliano Ramón Ramírez, llamada hacienda llamada “La Huerta”, muy cerca de Parácuaro y también el Rancho de Uspero.

Al inicio los colonos sembraban índigo, maíz, arroz y ganado y llevaban una vida tranquila, al tiempo en que se encontraba de nuevo en el poder Porfirio Díaz.

Con este panorama iniciaba la primera etapa de migración italiana a la tierra caliente michoacana.

Los italianos al establecerse en las antiguas tierras del Señorío Tarasco, expresarían con gran entusiasmo: Esta es Nouva e bella patria: ¡il Messico!. Inclusive,  unos años después la colonia comandada por Dante Cusi, de quien se habla más adelante, le decía de manera agradecida al mismo González en una de sus visitas a Michoacán (cuando éste ya no era gobernante de la nación): ¡Molte Grazie, Signor Presidente¡

Y es que González fue quien directamente tuvo que ver en la llegada de los italianos al estado de Michoacán. Esto se debe seguramente a que unos años antes, en 1877, había sido gobernador del estado y en su corta gestión conoció la geografía michoacana, sabiendo que la tierra caliente era una opción agrícola para que la colonizaran los italianos.

En 1884, cuando los italianos pisaron tierra firme, González les sugirió establecerse en la región de Apatzingán, y aunque les advertía que era un lugar despoblado e  inhóspito, optimista les aseguraba que se trataba de tierra fértil, virgen y con futuro económico. De tal manera que, como se dijo, la colonia se estableció muy cerca de Uruapan.

Por el poderío económico, social y hasta de influencia política, Dante Cusi, fue sin la menor duda, el personaje más importante de aquella emigración a Michoacán.

Este italiano que luego de varios años de llegar  y trasladarse a la tierra caliente, para con su capital y el trabajo de muchos, llegara a ser el dueño grandes extensiones de tierras fértiles durante el porfiriato; había emigrado con su familia en los 80´s del siglo XIX desde Milán a Estados Unidos. Es decir, cuando apenas llegaban sus paisanos a la hacienda de La Huerta, en Michoacán.

En el país vecino, siguió una carrera bancaria, pero al no encontrar oportunidades de trabajo, al poco tiempo decidió trasladarse a la ciudad de  México.

Ya en la capital del país, se entrevistó con unos paisanos suyos y luego partió a Michoacán, trabajando con sus paisanos durante dos años, aunque presto prefirió independizarse y junto con otro italiano, don Luis Brioschi, rentó unas tierras por 1,500.00 pesos anuales en el Rancho de Úspero, propiedad del Gral. Manuel Treviño nativo de Zirahuén, pero vecino de la ciudad de Uruapan.

La prosperidad económica del hacendado italiano originario de Gambara, Toscana, Italia; es muy conocida, pero se puede resumir de la siguiente manera: Los primeros años de trabajo agrícola fueron difíciles y en 1899, al abrirse el ferrocarril a Uruapan la economía de Cusi y sus socios prosperaron, por lo tanto rentaron otros ranchos cercanos, aumentado a ocho mil hectáreas la tierra irrigada.

Instalaron un molino de arroz en los alrededores de Parácuaro, a unos veinte kilómetros de Uspero. Su patrimonio logró que se compraran una casa y se mudaran a Uruapan y más tarde a Morelia.

A principios del Siglo XX don Dante terminó su sociedad con Brioschi y se asoció con sus hijos.

En 1902 compró la hacienda de “La Zanja”, en los límites de esta propiedad que llamó Lombardía, en recuerdo de su país, eran el Río Marqués al oeste y el Parota-Cajones al este y sur, ocupaba parte de Tamácuaro, Charapendo, La Gallina, Santa Casilda, El Huaco y Las Minas. Cabe decir que la mayoría de estas tierras estaban abandonadas y no había mucha agua de superficie para la irrigación, por lo que establecieron un canal que condujera el vital líquido desde Charapendo a Barranca Onda, para dirigir el sistema de agua a las tierras cultivadas.

La familia Velazco de la Piedad, eran dueños de la Hacienda “Ojo de Agua” de las cuevas, muy cercana a la Lombardía. En 1909 los Cusi le pudieron comprar tal Hacienda a la que llamaron Nueva Italia. Posteriormente emprendieron la tarea de construir canales de riego.

Dadas las posibilidades agrícolas los Cusi decidieron dedicarse al arroz. La prosperidad de los italianos duró muchos años, Don Dante Cusi era respetado por toda la región al ser uno de los más ricos de la región. Su familia fue de las más distinguidas en la sociedad de aquella época. Aún en Uruapan tenía su poderío e influencia social. El tema es muy largo, quizás en otro apartado se comente al respecto.

Por cierto, en “La Inmigración Italiana”, del libro de Morelos González Canseco “De la Epopeya de un Gajo” (ver referencia), su autor precisa que “Manuel (González) resolvió visitar a los colonos italianos para ver cómo les había ido. Quería saberlo personalmente. Tenía referencias en el sentido de que estaban trabajando empeñosamente, pero deseaba ver con sus propios ojos los primeros resultados de su política inmigrante. Empezó por las familias que se habían arraigado en Michoacán. No sólo había sido Gobernador allí, sino que ese Estado era vecino del que ahora gobernaba”, señala.

El relato es muy interesante, y por su contenido, se trascribe:

“Y luego de dejar cuidando las cosas a su colaborador Atanasio, en lo policial y a su joven Secretario de Gobierno en los asuntos políticos y emprendió viaje con sus familiares Julia y Alfonso, y así relata ampliamente el descendiente del general mexicano:

“En carruajes adecuados y medianamente cómodos cuando se pudo usarlos en los caminos reales, y a caballo cuando no quedó otro remedio, llegaron a los lugares que los inmigrantes bautizaron como Nueva Italia y Nueva Lombardía, terrenos que el régimen de González asignara a setenta y cuatro familias, provenientes del Norte de Italia, en plena tierra caliente michoacana, cercana a Uruapan, la principal villa de la región, a Paracho donde hacen finas guitarras -un italiano oriundo de Cremona contribuyó a mejorar la técnica del pulido y barnizado de esos instrumentos musicales- y a Apatzingán la tierra de los famosos “pintos” -personas que tiene la piel de dos colores, morena y blanca, esta última debida a una despigmentación producida por un insecto transmisor que por allí abunda, lo que apenas se conocía en aquella época. Por esa ignorancia mucha gente temía que ese padecimiento, indoloro por cierto fuera contagioso por la simple cercanía con quienes lo sufrían. A Julia le costaba trabajo saludar a las mujeres. Discretamente se lavaba las manos con alcohol cuando se retiraban; al general no le preocupaban los “manchados” y Alfonso ni se daba cuenta. Tantas veces se había pintado la cara en su época de “comanche” que ver a tarascos, purépechas, mestizos y gente de razón de dos colores en el rostro o en las manos, le llamaba muy poco la atención”.

Y Abunda que “aunque el clima malsano -tórrido calor y mucha lluvia-, en las hectáreas que les habían sido asignadas a los italianos, casi todos lombardos o piamonteses lograron, a fuerza de trabajo y dedicación, levantar un verdadero emporio. El general supo -no por ellos- que al principio tuvieron sus problemas con alguna gente de esos pueblos”

“No faltaron valientes locales, borrachos o sanos, que los retaron por ser distintos. Más cuando los mozos europeos no rehuyeron los combates a puño limpio o con puñal en una mano y frazada enrollada en el otro brazo y pelearon con los provocadores, hasta morir en algunas ocasiones, fueron aceptados. No tardó mucho en que se unieran en matrimonio o sin él, italianos con michoacanas y michoacanos con italianas. Habían sido admitidos los recién llegados y quedaron integrados a la comunidad. Los sacerdotes católicos se mostraban encantados. Con su pobre latín, más con rico sentido práctico, entendían las confesiones de sus nuevos feligreses y se escandalizaban, a veces, de sus costumbres sexuales (…).”

En el campo, “los emigrados producían tomate -para las pastas-, maíz -para la polenta-, pepino y calabacita -zuchini- que no se conocían por allí; después siguieron con el melón “gota de oro” y las huertas de aguacate con plantas que hicieron traer de Querétaro y transformaron a base de cruces e injertos. También tenían ganado vacuno; una parte productor de leche y algunos animales para la carne. Les costó trabajo aclimatar las vacas al tremendo calor. Muchas murieron en el proceso de adaptación, pero con fe y entusiasmo los innovadores salieron adelante. Los credos criollos que allí encontraron, les permitieron beneficiarse de sus derivados al tiempo que enseñaban a los campesinos michoacanos cómo aprovechar mejor su carne y vísceras, no en una sola comelitona al año -durante la fiesta del lugar- con chicharrones, carnitas, cabeza, nana, oreja, trompa, manitas, patitas, moronga, chamorros, pozole y birria, sino fabricando jamón, tocino, queso de puerco y otros embutidos duraderos. No cabía duda, eran trabajadores. Fueron pocos, hasta eso, los italianos que se dedicaron al comercio en lugares vecinos. Las primeras generaciones, sobre todo, se dedicaron a la explotación del campo, no de la gente”.

“El general González los felicitó públicamente en la comida que, agradecidos, le ofrecieron con lasaña, el vino que ya producían con uvas que llevaban desde Morelia y rebanadas de un exquisito prosciutto salido de su obrador. Les pidió que siguieran enseñando a los nuestros las experiencias que en siglos de civilización y tradición, les habían proporcionado a ellos sus antepasados”, concluye el documento impreso.

Cabe agregar que fue hasta el año de 1938, con la Reforma Agraria cuando el Presidente de la República, Gral. Cárdenas, expropió totalmente las tierras a los herederos de Cusi, (don Dante había fallecido el 2 de febrero 1928, en la Ciudad de México, a la edad de 79 años), a pesar de la queja de tales hacendados, éste no fue un caso único, pues, de 1930 a 1970 el gobierno mexicano expropió 350 mil hectáreas de la Región del Tepalcatepec que pertenecían a varios terratenientes, entre ellos; los Cusi, don Melchor Ortega, archirrival del General Cárdenas y la familia Treviño.

Los Cusi trataron de defender sus tierras en donde llegaron a emplear alrededor de dos mil trabajadores y sostenían una población total de diez mil personas. Sin embargo, no lograron nada, el cambio de la tierra a través de la Reforma Agraria, se dirigió a la formación de ejidos y reparto de tierras a campesinos. De este modo,  iniciaba otra vida para el campo de esa región y concluía la historia de los protagonistas de las “Memorias de un Colono”.

El latifundio Cusi, como muchos otros, había terminado, ahora continuaba otra vida agraria y con otras esperanzas para el campesinado, pero esa es otra historia.

Por último, el arribo de la familia Cusi a Michoacán y el espacio laboral que tenían para italianos que vinieron a trabajar en sus haciendas, permitió que con el paso del tiempo un número considerable de ellos se quedaran para hacer vida aquí y dejar descendencia en las tierras tarascas.

Gracias a las circunstancias en que se encontraban el campo y la geografía nacional desde mediados del siglo XIX y el fomento migratorio que González había experimentado; poco a poco llegarían a Michoacán pobladores italianos que se establecerían definitivamente aquí, por ejemplo; los Armella, Leveroni, Sizzo, Ragazzi, Ponti, Dadda y Doddoli.

Para Uruapan, dado el auge económico que lograron, destaca de manera significativa la llegada de la familia de don Pablo Doddoli, misma que se estableció en esta ciudad y que en su momento gracias a la voluntad y consideración de don Dante Cusi y con su apoyo, pudo llegar a radicar en el edén michoacano para establecerse como una familia de la sociedad local.

La familia de don Pablo, un florentino que a sabiendas de la existencia de las Haciendas de Lombardía y Nueva Italia, propiedad de su paisano don Dante Cusi; arribó a estas tierras, ¡y quién lo iba decir!, en Uruapan viviría hasta los últimos días de su vida. Y hasta una hija de don Pablo, sería la primera alcaldesa en la historia moderna de Uruapan.

En este escrito no se mencionará de manera detallada la vida de esta familia ni de doña Mary Doddoli, ya que la idea principal es mostrar la trascendencia que tuvo el gobierno del General Manuel González para que arribara una cantidad considerable de pobladores de Italia a nuestro país, y en especial a la región cercana a Uruapan: La tierra caliente.

Sin embargo, en breve se puede decir que don Pablo se casó con María Dolores Murguía, una dama de la sociedad uruapense. Su matrimonio tuvo los siguientes hijos: Pablo, Bertha, Guillermo, Rosmunda, Sergio, Guido, Neri, Mary, Magda, Fiorella y Humberto.

Para concluir, nunca debemos olvidar que la llegada de la colonia italiana a nuestras tierras fue es resultado del fomento migratorio de un tamaulipeco que llegara a ocupar el cargo de gobernador de Michoacán: el General Manuel González, alias el “Manco”. A quien debieron estar agradecidos los italianos que hicieron vida en las tierras del antiguo imperio purépecha.

Bibliografía:

Barrett, Elinore. “La Cuenca del Tepalcatepec”, SEP  Setentas, No. 178, México, 1978.

Canseco González, Morelos. “De la Epopeya un Gajo”, Editorial Diana, México, 1993.

Cusi, Ezio. “Memorias de un Colono”, Ed. JUS, México, 1952.

Silva Herzog, Jesús. “El Agrarismo Mexicano y la Reforma Agraria. Exposición y Crítica”, 1ª Edición, FCE, México, 1958.

Sergio Ramos Chávez, Cronista de la Ciudad de Uruapan.

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