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Frankenstein, crítica a la obra literaria

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Conocía a Yayo Herrero a través de sus agudos textos críticos sobre ecología y feminismo. No le costó mucho a un amigo convencerme para asistir a una conferencia de esta antropóloga, que fue coordinadora estatal de Ecologistas en Acción. El acto tuvo lugar hace ya un año, en la Facultad de Ciencias Económicas de Cádiz, instalada en el antiguo Hospital Mora, un edificio noucentista del arquitecto francés Lucien Vicent (1903) acertadamente rehabilitado por Rafael Otero para su uso docente.
El título de la intervención «Frankenstein y los monstruos del desamor» sugería una lección de literatura, la reputada profesora explicó la crisis económica y la crisis ecológica como el monstruo generado por un sistema político global en el cual la producción y los beneficios que genera prevalecen sobre las necesidades y los derechos de las personas, estableciendo una inteligente relación con la novela «Frankenstein o el moderno Prometeo» de Mary Shelley, según su primera versión de 1818, en la cual se relatan los experimentos del científico Víctor Frankestein, así como sus fracasos y las terribles consecuencias que generan, porque en palabras de Goya «el sueño de la razón produce monstruos».
El investigador intentó crear un nuevo ser vivo a partir de restos humanos, sus esfuerzos culminan en un desenlace tan portentoso como aterrador, pues su criatura presenta un aspecto monstruoso que produce repulsión y rechazo. Atemorizado le abandona, de modo que el sujeto así creado reconoce su situación de desamparo y desamor, e interioriza su propia monstruosidad, por la cual castiga a su creador. Yayo Herrero usa esta obra pionera de la ciencia ficción como metonimia de ese modelo económico monstruoso en el cual todo valor humano merece ser sacrificado para la obtención de lucro privado.
Mary Shelley escribió una de las obras más geniales de la literatura universal con tan solo dieciocho años. Era mujer en la Inglaterra previctoriana y no pudo firmarla con su nombre, por eso se atribuye a su marido Percy Bysshe Shelley. En la villa de Lord Byron en Suiza, la joven autora respondió al reto que su anfitrión lanzó a sus invitados, para que cada uno escribiera un relato de terror, y así ella redacta la primera obra de un género que luego conocimos como ciencia-ficción. El consejo de su padre, “Libérate y busca tu propia voz” acompañó a esta joven criada en un ambiente familiar marcado por la pasión por los libros y la filosofía. Su madre había muerto diez días después de nacer ella, tal vez Mary Shelley traslada su sentimiento de orfandad y soledad al desvalido monstruo que crea, un personaje que ha inspirado a escritores, dramaturgos y cineastas. De entre las muchas películas dedicadas a Frankenstein destaca la de James Whale (1931), protagonizada por Boris Karloff, que se considera por los especialistas una de las mejores cintas de la historia.
En 2004 el periódico New York Times la incluyó en una selección de las mil mejores películas de todos los tiempos. Mary Shelley no solo fue pionera de la ciencia ficción, también se distinguió como feminista radical.

Julio Malo de Molina, español.

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