“El personaje dramático, con lágrimas en sus ojos: –Si me dices que ya no te amo igual que antes, yo replico: «Estoy locamente enamorado de ti, pero no tengo la facultad de decírtelo» —la temporalidad y el amor: el «como antes», se refiere al paraíso que es atemporal, cuando te sales de él, el tiempo cronológico, marca los hastíos, las arrugas, las miserias corporales: el padre tiempo envenena al amor. —Proferición y destino: una vez que te dijeron «es que ya no me amas como antes», caerás en el abismo de mil noches sin fondo… —
Por más que trates de demostrar que eres inocente, que la intensidad del amor es el mismo en tu cuerpo, es imposible que gires el chakravartin a tu favor, te están acusando de ser culpable. No podrás demostrar que eres inocente, si hablas a tu favor más culpable resultarás. –Dejemos hablar a los besos, a las miradas en tus ojos, «dejemos hablar al viento»…el discurso es un lastre frágil y se estrella con las marejadas frías del discurso de la persona amada que te acusa…» Juan Heladio Ríos Ortega.
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