«Hoy entiendo que es una época en la que las redes cambian todo. Se puede no leer en libros, se lee en otros lados pero creo que esa visibilidad y proliferación es también un problema porque en la proliferación no se ve nada, un discurso aniquila al otro y no queda nada en pie. (…) ¿qué queda de esas cinchadas de «Me gusta» como rituales de las buenas conciencias que se garantizan en el lado correcto? (…)
Aparece un texto, por lo general soezmente facho, en términos retóricamente bolsonáricos y sabemos que va a saltar una crítica justa pero por lo general, al mismo tiempo previsible, entonces se produce una respuesta a dónde va a saltar el me gusteo de la crítica, pero el diálogo es como una coreografía sin contenido: alguien dice una barbaridad y el otro se queja. Y es todo un mecanismo vaciado de política y sobre todo de incidencia. Entonces pasa que los sectores críticos terminan hablando siempre de lo que quiere el otro, lo cual me parece un grado de esclavitud extremo y donde, y esto es un problema también dentro de la izquierda, se suele convertir a los ya convertidos».
María Moreno Vivanco, periodista colombiana.
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