No sé por qué pero aquella Caribe paró en aquellas calles oscuras de la ciudad norteña Torreón. De ahí salieron cinco chavos, cuatro de diecinueve y otro más, Francisco, de veinticuatro, había sido su maestro. Sí lo tengo presente, se oía la canción «Mind Games», de Lennon. Estaban como decían en el pueblo, pisteando. Pasaron como dos horas, y hablaban de sus vidas, sus sueños, metas, miedos, amores que no se cuajaban y de aventuras que dan gasolina al carro para seguir en la azarosa carretera de la vida. Se oía
«Es como volver a Empezar», del disco «Double Fantasy», que John acababa de estrenar en esos finales del año 80. Francisco dijo «Ya John no pudo volver a empezar, se murió cabrones, se murió, entienden lo que es eso». Pancho, como cariñosamente le decíamos a ese extraordinario amigo y maestro de literatura, empezó a llorar, a gemir, «Our live togother is so precious together», así decía John en el momento, y nosotros consolamos al hermano, quién verdaderamente hacía sentir que perdía un amigo.
Esa noche todos, no exagero, lloramos la muerte de John. Nos fundimos en un abrazo. Porque la amistad honda, aquella que es chingona, llora porque a un carnal se le ha ido otro carnal, un pedazo de él. Ese ocho de Diciembre de 1980 de gris noche newyorkina en Dakota, sí, ese edificio donde se filmó «El Bebé de Rose Mary» de Polansky, había muerto el gran John Lennon. Han pasado treinta y cuatro años de aquella noche en Torreón y me digo: La culpa no es de nadie, el tiempo pasa volando, porque mejor no tomamos un largo viaje y nos vamos, será como dijo el maestro Lennon, «Just Starting over», como volver a empezar.
Aquella noche no la inventé, nadie me la contó, porque en la caribe iba yo, aún me parece sentir la lágrima de mi amigo Pancho en la palma de mi mano. Sí amigos, aún bajo la sentencia del tiempo ¡será como volver a empezar! (A la memoria de mis carnalitos, Jorge, Oscar, Cuau y en especial de Francisco Amparán, que en gloria está). Raúl Adalid Sainz, Ciudad de México-Tenochtitlan
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