Don Eduardo Ruiz, en su libro sobre la “Guerra de Intervención Francesa en Michoacán” tiene las siguientes palabras, por las cuales reconoce el mérito militar republicano del General Manuel García Soria, más conocido como el General “Pueblita”:
“Este denodado campeón del pueblo era uno de esos hombres en quienes el patriotismo es todo un culto. Valiente, batallador, incansable, inteligente y astuto guerrillero, el partido clerical lo odiaba con un rencor profundo, como lo sabe hacer cuando aborrece a alguien; por esto se ensañaba en calumniarlo”. 1
Manuel García Pueblita, nació en 1820 en la pintoresca población de Pátzcuaro. Sus padres fueron de condición humilde, dedicados a la panadería para su sostenimiento; fueron José María García y Petra Soria.
Cuando fue joven, Manuel en vez de ayudarle a su papá, aprendió carpintería, oficio que trabajó por varios años.
“La pobreza de su familia no le permitió casi ninguna preparación intelectual. A esto se debe, tal vez, que por no haber estado en contacto con núcleos sociales preparados, se le haya ignorado mucho, aun en su época; porque son raras las citas referentes al general en las diversas relaciones existentes debidas a acuciosas plumas de escritores famosos”, señala Luis Rubluo, en sus “Aproximaciones Históricas. Independencia e Intervenciones Extranjeras”, editorial Libros de México, México, 1972.
Un dato poco citado por los historiadores y que damos a conocer es en relación al apellido “Pueblita”, el cual se trataba más bien de un apodo y no de un apellido, puesto que su padre era de origen poblano y de estatura pequeña, por lo mismo le decían “El Pueblita”.
“Este sobrenombre se generalizó en la familia de tal manera, que posteriormente todos fueron llamados así y aún en las pocas páginas de nuestra historia en las cuales se registran las hazañas del militar, aparece con los apellidos de García Pueblita y no García Soria, como justamente debe ser”, deduce con certeza Rubluo.
En cuanto a su vida militar, 1846 tomó las armas para combatir a los invasores norteamericanos. Estuvo en la Batalla de la Angostura el 22 de febrero de 1847, incorporado al Batallón Matamoros, de la Guardia Nacional del Estado de Michoacán. Hecho de armas por el que ganó el grado de Capitán.
Participó en la lucha liberal al lado del General michoacano Epitacio Huerta, adherido en la ciudad de Quiroga en 1854. Francamente antisantanista, apoyó el Plan de Ayutla promovido por don Juan Alvarez, e intervino en diversas batallas para derrocar al dictador centralista, quien acaparaba todo el todo poder y toda razón.
Estuvo en la toma de Morelia, el 24 de noviembre de aquél año, junto al mismo Huerta y los generales Eutimio Pinzón y Ramón Tavera. En 1855 obtuvo el grado de Coronel del Ejército de Michoacán, y en la batalla ocurrida igualmente en esta capital, el 12 de enero de de 1856 gracias a su entrega alcanzo el grado de General, fue justamente cuando los liberales derrotaron a los pronunciados conservadores.
Durante la Guerra de Tres Años continuó adherido al Partido Liberal y sostuvo con sus correligionarios los principios de La Reforma, provocada por el golpe de Estado de Ignacio Comonfort, quien abrumado lo había realizado debido al peso de las constantes necedades de conservadores y clérigos en contra de los principios guardados en la Constitución de 1857; aún cuando después Comonfort se arrepintió hondamente.
Llegó a ser Comandante Militar de las fuerzas republicanas en Michoacán y fue electo Gobernador del Estado, sin que tomara posesión por su modestia excesiva. Es decir, iniciada la intervención francesa, el 19 de julio de 1864, una junta de patriotas liberales estando en Uruapan hicieron dicha elección; pero “baste decir, sostiene Ruiz, que era modesto en alto grado, ajeno al mezquino interés del dinero, leal, franco y comunicativo”; y por estas razones suplicó no fuera nombrado gobernador del Estado, y se marchó para estar al frente de las fuerzas republicanas residentes en tierras michoacanas, siguiendo en la lucha con dinamismo y entereza ya registrados en su trayectoria; Michoacán, Querétaro y Guanajuato fundamentalmente eran sus centros de operaciones militares.
Su vida militar es un ejemplo de heroísmo lo que le trajo muchos problemas con el bando intervencionista del supuesto emperador Maximiliano de Habsburgo, y los conservadores que estaban adictos a este monarca extranjero.
Para ejemplificar un hecho de la gran capacidad militar de este estratega, relata Rubluo que “el General José María Arteaga, acababa de ser combatido en Jiquilpan por las fuerzas francesas que lo sorprendieron y persiguieron por bastante tiempo, cuando el general García Soria –Pueblita- lo encontró con apenas unos 500 soldados, pero con ellos pudo alentar al ejército de Arteaga, quien escapó de una derrota segura. Este encuentro fue en Tocumbo, el 22 de noviembre de 1864. Arteaga pudo confiar en su amigo “Pueblita”, y por las facultades reconocidas cuando fue General en Jefe del Ejército del Centro, nombró a García Soria, Gobernador del Estado de Querétaro y Comandante Militar del mismo lugar”.
La Inhumana muerte del militar republicano.- A finales de mayo del fatídico año de 1865, el General Antonio García Pueblita, salió de la Hacienda de Pedernales rumbo a Zitácuaro.
Unas semanas después, el 20 de junio, un día posterior a la “Toma de Uruapan”, recibió un comunicado de parte del General José María Arteaga, Comandante en Jefe del Ejército Republicano del Centro, para que se marchara a Uruapan donde recibiría instrucciones precisas a fin de continuar con la defensa republicana.
Confiado, dejó su tropa en el viejo San Juan Parangaricutiro y tan sólo con una sola escolta de 15 hombres llegó muy de madrugada al paraíso michoacano, el día 23 de aquél mes.
Decidió alojarse en la casa de don Hermenegildo Solís, localizada en la esquina del Portal de los Solís, hoy Portal Gordiano Guzmán, del dentro histórico. Ahí le informaron del retiro imprevisto de la plaza por parte del general Arteaga.
García Pueblita supo entonces que hacían seis días, los republicanos habían tenido un enfrentamiento en el que buscaban posicionarse de la plaza, defendida por las autoridades conservadoras de la ciudad y una división de intervencionistas.
Cuando le preparaban su desayuno en la casa de los Solís, algunos vecinos le alertaron el riesgo del arribo del enemigo a Uruapan, y le sugirieron que saliera con sus hombres de la plaza, ya que podría atacarlo una columna de franceses que venían en persecución de Arteaga.
No pasaron muchos minutos del aviso cuando ya se acercaba el enemigo.
De la misma forma, le comentaron que una persona recién llegada de Nahuatzen, había visto allá un gran contingente que se preparaba para atacar a Uruapan. Eran zuavos, cazadores de África, contraguerrilleros y soldados imperialistas. En número un poco más de mil elementos.
A pesar de todo lo indicado, el general republicano tenía la confianza en que podía quedarse más tiempo en la casa de los Solís, pero unos minutos más tarde, cerca de las 12:00 horas del día gris, el coronel intervencionista francés Clinchant y su cuerpo de infantería ya se encontraban frente a la casa de don Hermenegildo.
Iniciaron los enfrentamientos en varias calles céntricas, en el choque murieron numerosos soldados, la ventaja era para los que defendían los fines monárquicos.
García Pueblita sólo pudo salir de la casa hacía la calle, con miras de ver dónde dar frente al encuentro, cuando por sorpresa fue emboscado por el traidor zamorense José María Carriedo, y ya sin tiempo para nada, sólo pudo regresar a la casa donde se había hospedado, y en busca de resguardo se escondió en el tapanco.
Conforme a Ruiz, Pueblita al estar oculto en el tapanco, se asomó por entre las tejas y una soldadera enemiga lo ubicó, siendo luego muerto a tiros desde la calle por un zuavo.
El asesinato del General fue un acto salvaje, pues una vez fallecido, aquellos traidores de la patria y la legión extranjera desnudaron el cadáver y lo acribillaron salvajemente con bayonetas, y no conformes con su cólera, después lo arrastraron por las calles (hasta bajar a la calle que hoy lleva su nombre), de ahí por los portales antiguos del centro y la plaza principal del pueblo, “rebotando la cabeza en el empedrado, hasta convertirlo en masa sanguinolenta”, recuerda Ruiz, en medio de una infernal confusión. El año del 65, era ya el año negro de Uruapan. Habrían de pasar unos meses para la muerte de los llamados Mártires de Uruapan, el 21 de octubre de 1865.
Volviendo al asesinato de Pueblita, ese día del terrible acontecimiento y la gran baja registrada para el bando republicano; con sus contingentes, los traidores Carriedo y Chinchant se mostraban jubilosos y engreídos de su hazaña; comieron y bebieron en abundancia y al día siguiente se retiraron, rumbo a la entonces conservadora población de Zamora.
Por su parte, el noble párroco del templo viejo, Francisco García Ortiz, el “Padre Panchito” (como lo nombra el cronista Francisco Hurtado Mendoza), y don Toribio -papá del citado historiador Eduardo Ruiz-, recogieron el cadáver que dejaron en la calle los salvajes militares, acto seguido, lo amortajaron y se encargaron de sepultarlo.
“Terminó así su vida el General Antonio García Pueblita, el 23 de junio de 1865”, remata Rubluo en su texto dedicado al militar patzcuareño.
Por cierto, el 2 de agosto de ese año, Ignacio Manuel Altamirano desde Acapulco remitió una carta a Benito Juárez para informarle de la cruel ejecución del general Antonio García Pueblita, diciéndole:
“(…) No se apercibió de ellos -refiriéndose a Pueblita- sino cuando le habían cercado la escolta huyó y abandonado, se ocultó en una casa. Una mujer infame lo denunció y corrieron a cogerlo, le dieron luego un balazo, él se defendió desesperado y cuentan que hirió a un francés, pero agobiado por el número, cayó a sablazos.
“Nueva víctima de los tiranos, nuevo mártir de nuestra gloriosa lista, Pueblita a sucumbido por una fatalidad; pero el Partido Liberal al que perteneció, siempre debe lamentar su pérdida…”. 1
Citas:
1 Ruiz, Eduardo, “La Guerra de Intervención Francesa en Michoacán”, editorial Talleres Gráficos de la Nación, México, 1940.
2 “Obras Completas de Benito Juárez”, Vol. VI, pág. 94, México, 1970.
Texto, Sergio Ramos Chávez, Cronista de la Ciudad de Uruapan.
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