Cuentan que el pintor francés Claude Monet creó su propio jardín en Giverny, el cual trasladó al lienzo una y otra vez durante sus últimos años de vida. Inspirado en grabados japoneses como los de Hokusai o Hiroshige incorporó, al igual que Van Gogh, estructuras y composiciones diferentes en sus pinturas y jardines.
Por ejemplo instaló un puente japonés sobre los estanques de nenúfares. Moldeó un paraíso personal componiendo el paisaje con gran variedad de especies de plantas, incluyendo muchas consideradas exóticas. «Busca el efecto de conjunto, la impresión general. Las flores son para él reflectores de la luz y una fiesta para los ojos» (Christoph Heinrich, Monet-Taschen). Pintando al aire libre, conciente de los cambios cromáticos según la luz del día, puso su atención en reproducir «l’Instantanéité», como él mismo decía. Monet tenía la intención de presentar enormes pinturas de nenúfares en una habitación creada para lograr una experiencia de contemplación inmersiva.
Luego de su muerte en 1926, se instalaron 12 decoraciones de nenúfares de su autoría en dos plantas ovales del Museé de la Orangerie en París. Imagen, Vancouver, Canadá. Alejandro Aguerre, uruguayo.
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