De la oscuridad de la sala se irradia una luz, es la conciencia crítica de un cine que intentó ver la vida un poco más de cerca. «En Este Pueblo no hay Ladrones», se esconde el amor rabioso de un grupo de jóvenes que no permitieron que nadie les robara las ilusiones. El sueño de cambiar las normas, el sueño inteligente de decir: así vemos la vida. Las ilusiones de hacer un cine en el ejercicio creativo de la libertad. Un Concurso de Cine Experimental que abrió la puerta de hacer posible las vocaciones. El llamado de ser. Sí, porque como dijo Emilio García Riera, co-guionista con Isaac de «En Este Pueblo no hay Ladrones», el cine es mejor que la vida. Yo prefiero decir que la vida se ve mejor sintiendo el vibrar de una buena película.
Un cine mexicano urgido de temas y tratamientos novedosos. El universo de imágenes, de calidad temática, del mundo de un pueblo alterado en su rutina, se cumple en una bocanada de los tantos cigarrillos fumados por Damaso. La risa del agente viajero Arau, es un atentado al convulso tic tac de vida del cinturita culpigeno Damaso. Alberto Isaac expone, no juzga la situación. El espectador construye el universo de vida de este pueblo sin ladrones. Ahí radica uno de sus tantos hallazgos.
«En Este Pueblo no hay Ladrones», sentará precedentes para la creación de un cine rico en el tratamiento de personajes, pondrá cimientos de cómo crear la puesta cinematográfica, dará rutas de exposición crítica al tema a tratar. Este primer intento de un nuevo rumbo para el cine tendrá sus frutos en el gran cine setentero mexicano. Para mi la verdadera época del cine de oro nacional.
La presencia de cine clubs, de creación de nuevos cinéfilos, influenciados por las nuevas corrientes europeas, en especial las de la «nueva ola» francesa, la fundación del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM en 1963, la potencia crítica social del neorrealismo italiano cinematográfico, será influencia decisiva para estos nuevos cineastas exploradores de este primer concurso experimental cinematográfico. Isaac, Pastor, Fons, Gurrola, Ibáñez, Mendoza, Taboada, jóvenes surgidos de este concurso, serán Prometeos encargados de encender luces para nuevos espectadores de nuestro cine.
El paso sin paso significativo del tiempo de esta historia, es el conocimiento profundo que García Márquez, creador del cuento homónimo, tiene de la vida de los pueblos. Este tiempo sin rumbo es perfectamente captado por el contar cinematográfico narrativo de Isaac.
El billar, la ausencia de vida al privarse del rodar de bolas en el robo, es la alteración de un tiempo sin tiempo interesante.
Hoy 27 de Octubre celebramos al idealismo inteligente, a la lucha por el bien del cine mexicano. Ese cine tan nuestro que sigue buscando su luz. Ojalá vuelvan a surgir quijotes artistas como esos que anhelaron un cine mejor para nuestra patria. Yo lo espero. Todos lo esperamos.
Yo como amante irredento del buen cine mexicano, ese que cautivo mi corazón, doy las gracias a esos que cabalgaron con su lente y sus ideas. Porque para hacer cine sólo se necesita una cámara y un universo urgente que contar.
En Este Pueblo no hay Ladrones vuelve a vivir. Hoy dejemos que nuestros sentidos se aviven y nos transmitan el aliento de esa generación sesentera que tantos secretos de lucha nos heredan.Un cine sin recursos económicos pero con harta riqueza de imaginación, observación, y deseos enormes de transmisión. Ahí sin duda están las respuestas que nuestro cine busca y que es urgente volver a revisar.
A la memoria de mi amigo Julián Pastor, actor protagonista de la cinta.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan.
Nota: «En Este Pueblo no hay Ladrones», fue segundo lugar en el primer Concurso de Cine Experimental, convocado por el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica en 1964. Grandes figuras artísticas diversas trabajan en pequeños papeles o como extras: Luis Buñuel, José Luis Cuevas, Carlos Moncibaez, Carlos fuentes, Arturo Ripstein, Juan Rulfo, Leonora Carrington, Abel Quezada, Alfonso Arau, Héctor Ortega, Gabriel García Márquez, entre muchos otros. La magnífica banda sonora es de Nacho Méndez, La fotografía de Enrique Carbajal. Edición del gran Carlos Savage.
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