Hay que estar siempre ebrio. Todo se reduce a eso; es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo, que les destroza los hombros doblegándolos hacia el suelo, deben embriagarse sin cesar.
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como les plazca. Pero embriángense. Y si alguna vez se despiertan en la escalinata de un palacio, tumbados sobre la hierba verde de una cuneta o en la lóbrega soledad de vuestro cuarto, menguada o disipada ya la embriaguez, pregúntenle al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, canta o habla, preguntar qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj les contestarán: «¡Es hora de embriagarse! Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, embriágense; ¡embriágense sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como les plazca. (Charles Baudelaire)
De: Javi Felipe Vicente, ¿El Lone Star o Baudeaire.
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