Descifrar el porvenir del surrealismo es como tratar de desenredar el porvenir del Porvenir. En resumen, una imposibilidad, un delirio. Los años 70, como lo sabe todo el mundo, fue una década triste y enervante. La Izquierda se desplomó; las coaliciones cayeron a pedazos; las críticas y las condenaciones soplaron vagamente. El curso de la revolución parecía nublado para todos menos para unos pocos grupitos maniáticos. Pero en medio de esta disolución se hallaban las semillas de la regeneración, los movimientos de una fénix que se alzaba.
Dicen que la revolución fracasó; que el socialismo no es posible; que el surrealismo está muerto, que ha sido reemplazado. Hay una regularidad monótona en esos pronunciamientos, en ellos hay un pesimismo no sin cierto aire de esperanza frenética de alguna panacea. Seguramente es igualmente posible que el surrealismo, como el socialismo viable, está en una etapa embriónica. No está muerto; tiene aún que lograr condiciones en las que puede vivir por primera vez. Al igual que otros territorios marginales, pero no resignados, el surrealismo ha sido atacado, colonizado, robado, distorsionado, vendido, desfigurado y mistificado por fuerzas obscenas de la recuperación. El surrealismo falla y prevalece. Cualesquiera que sean su “lugar histórico”, sus triunfos o derrotas particulares, o los actos de sus adherentes individuales, los impulsos vitales que han animado al surrealismo por más de medio siglo están muy vivos aún. Y siguen siendo una inspiración, una provocación, si no otra cosa, una pequeña cuña incendiaria dentro de las despreciables confusiones de la última cultura capitalista.
No hay nada original en el siguiente resumen de lo que perdura en el surrealismo, como atesta el admirable libro de Franklin Rosemont, André Breton: ¿Qué es el surrealismo?, al hacer disponible un tesoro de materia esencial. Pero esos son las corrientes vivas del surrealismo, no limitadas al pasado, al presente o a un futuro desconocible, y vale la pena reiterarlos:
1- Entrega total a la causa de la libertad humana y hacia una comunidad de iguales.
2- Exaltación de Eros, única salida de la Megamuerte. El surrealismo insiste en la primacía del amor, las millares de visiones del cuerpo, la atracción pasional y la satisfacción del deseo. Una teoría surrealista del conocimiento, basada sobre la cabal realización de Eros (dando importancia a la percepción física y mental) conduce a la reintegración de valiosas cualidades perdidas en la relación del hombre con la naturaleza.
3- Subversión de los rituales positivistas, el culto a la producción, la idolatría del cientificismo y la mentalidad burocrática-imperial. Al oponerse a una noción locamente empobrecida de la realidad, el surrealismo, encarnado a la negación crítica, aspira a devolver ala humanidad lo que le han restado. Devolver el ensueño, el azar, la pasión: esos son actos de aumentar, enriquecer, sanear. Es una desgracia incalculable que el surrealismo sea tan corrientemente representado como la “glorificación de lo irracional.” Pero la tendencia a usar el adjetivo “surrealista” con cierta indiscreción criminal persiste en los medios masivos de comunicaciones.
4- Imposición de un imperativo moral: la imaginación de otra vida para oponerse a esta vida. Al hacer así, el surrealismo afirma que esta vida es invivible y exige que la necesidad más honda y el deseo más loco sean satisfechos. En un país (ni siquiera aún en una democracia social) donde los requerimientos humanos mínimos y mundanos se pasan por alto, esas demandas claman como nunca antes. ¿Puede vivirse el surrealismo? ¿Hoy y en cualquier otro tiempo? Eso está fuera de propósito. Exceso, utopía, fantasía, alboroto, exageración: todo esto revela una imagen contagiosa de un presente vivo maravilloso sobre el cual actuar, aunque tal vez no plenamente todavía.
4- Fusión del arte y la vida. El arte y la poesía no se irán. No son aberraciones idealistas para ser programadas por una sociedad post-revolucionaria: tampoco son, ahora o nunca, limitaciones a la educación, ni a la propaganda ni a las quejas en versos. Reclaman, siempre, la rebelión del cuerpo, la insurgencia de la imaginación, y la armonía potencial de la verdadera voz de la humanidad.
5- Afirmación de un conjunto unitario: al mismo tiempo, el surrealismo desintegra las estructuras, disuelve las contradicciones y resuelve la paradoja. La dialéctica de la analogía poética. La visión analógica, la otra voz del género humano, medita sobre si mismo y los demás, la sociedad y el individuo, la separación y la contigüidad, la ley y la transgresión, la necesidad y el azar, el humor, la magia, el amor y la política. Lenguaje/poesía/sociedad. Una ecuación radical: Igualdad radical. En la imaginación poética, la imaginación surrealista, yace el poder de revelar, transmutar la realidad multifacética.
Nancy Peters y Philip Lamantia/ fuente: Ojo de Aguijón, París, 1986 -/ (Imagen: Jean Cocteau).
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