Siempre me fascinaron desde muy niño las frases insólitas o las cosas raras o mágicas, como el carnaval, las flores, los pájaros, los fuegos de artificio. Quiero con estas palabras subrayar que el surrealismo no es una retórica que se aprende sino que constituye una posición natural del individuo frente a la vida. El surrealismo busca el lado maravilloso de la existencia. Busca alcanzar y nacer permanentemente en estado parecido, en cierta medida, al instante fugitivo que se experimenta entre el sueño y la vigilia, en que lo real y lo sobrenatural se confunden en una sola y misma cosa y todos los milagros parecen entonces posibles. Por esta razón el surrealismo no es una mística con la que solamente se busca practicar el arte por el arte o el arte «comprometido», en el sentido que hoy se estila definir esta frase, sino que es una mística que busca la unidad espiritual y material del hombre, es decir, que sus vísceras participen de lo prodigioso tanto como su espíritu. Por eso el surrealismo cree en la poesía. Porque es en la poesía en donde ambas cosas se dan con más facilidad y ampliamente. Por eso, para el surrealista, la poesía no es solamente la búsqueda de una belleza pura, ideal, no, sino la expresión del hombre total, de su esencia, de todo lo que tiene de lógico y contradictorio, de todo lo que tiene de conocido y desconocido, sea malo o bueno, feo o hermoso. Es la unión de lo cotidiano y contingente con lo maravilloso, la realidad con el arcano.
Juan José Ceselli, poeta argentino.
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