La incapacidad para reconocer como válidas ideas de otros, el miedo a ser superado profesionalmente por un subordinado o la envidia pueden llevar a algunos directivos o mandos intermedios a eludir su principal responsabilidad, tomar las decisiones más adecuadas para su empresa, dedicándose a cercenar las iniciativas, aportaciones e ideas de aquellos que pueden dejarles en evidencia. Es el Síndrome de Procusto, un nombre de origen mitológico que retrata una figura que suele observarse en entornos laborales y resulta nefasta para cualquier organización o equipo, incluido el de Comunicación.
El denominado síndrome de Procusto hace referencia a la tendencia que poseen algunas personas, empresas o incluso sociedades a rechazar a aquellos con características diferentes a las propias por miedo a ser superados o cuestionados por ellos. Se tiende a intentar mantener una uniformidad constante en la que las divergencias son mal vistas y/o castigadas. De este modo se establecen actitudes de discriminación e incluso cierto nivel de acoso hacia la persona que sobresale y que se considera puede amenazar la propia posición o estima. Se ignoran o tergiversan sus ideas, se critican los intentos de proactividad y creatividad. Si la relación con dicha persona no puede evitarse se pretende que la persona se mantenga de unos límites que no excedan las posibilidades de la persona que las rechaza, presionando de manera que se obtenga una cierto homogeneidad en las capacidades manifestadas conductualmente.
A menudo el contacto entre ambos sujetos pretende ser correcto y no manifestarse aparentemente ningún tipo de conflicto de manera directa, si bien las relaciones tienden a deteriorarse con el tiempo. Normalmente se da hacia personas que pueden estar por encima, pero en ocasiones también se rechaza a personas que se considera tienen menores capacidades que las propias (en esta caso se les pretende modificar de cara a que se adapten a la visión del mundo de la persona con este síndrome).
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