Entrevistas y Colaboradores

El Corazón de la Materia

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¿Quién es Dios en tiempos de catástrofe? ¿Cómo creer en él cuando su luz parece ocultarse? Es en estos momentos cuando el hombre debe apelar a su urgente rescate, a su esperanza, a su optimismo, ser capaz de aceptar su crisis y evolucionar… Muchas veces la catástrofe nos hace conocer lo que hemos negado, nos vuelve sensibles a los horrores que hemos provocado. La pérdida de nuestros seres nos hace reparar en la vida. Hemos olvidado apreciar y sentir lo que es la vida. Nos hemos robotizado. Ante la catástrofe la gente busca respuestas, mismas que no dan ni las matemáticas ni la física.

 

Tenemos que recurrir a la conciencia. Hacernos duros cuestionamientos que arrojen luz para recuperar la esperanza. Estos y muchos temas actuales de la vida del hombre se verán reflejados en la obra de teatro: «El Corazón de la Materia». En realidad es una versión teatral apegada a la vida del padre Pierre Teilhard de Chardin. Gran sacerdote jesuita, un explorador paleontólogo, un filósofo, un poeta, un alma grande que nos dio una visión de Dios maravillosa. Dios es todo lo que respira en la vida, es la naturaleza, es el trabajo del hombre, son sus sueños, sus esperanzas, es la naturaleza que manifiesta la presencia viva de la luz diurna luminosa, ese numen llamado Dios. Así lo vio Teilhard de Chardin, así lo veo yo después de haber participado en este montaje.

 

Tuve el gusto de vivir el proceso de esta obra teatral. Al inicio del proceso me preguntaba: ¿Qué va a pasar con un texto que habla de Dios, de un sueño, de una revelación, de una piedra que es el llamado de Dios? ¿Una piedra, una materia que simboliza el llamado, las huellas de Dios? Un texto que habla de las calamidades provocadas por el hombre a la naturaleza. Un texto que busca respuestas en la oscuridad. Un texto que habla de un soñador brillante que trató de explicar la vida a partir de Dios, de la ciencia, de la fe engrandecida por el conocimiento.

 

Ese es Pierre Teilhard de Chardin, un espíritu grande, un luchador, un buscador que intenta explicar la vida para dar una idea honorable de Dios. Para encontrar estas luces, el hombre debe pasar tempestades, truenos, relámpagos terribles que lo lleven a la convergencia. Así es el camino del ser humano, de repente, pierde las luces y está en medio de la noche, tendrá que ver hacia adelante con fe, sin traicionar sus convicciones para conocer su propia grandeza de espíritu.

 

La obra ha resultado un encuentro consigo mismo para el público. Una conversación a solas con su alma, con sus ser, con sus propias inquietudes. Quizá encuentra respuestas de su tic tac cotidiano de vida. El teatro es un ejercicio de sanación, una conversación donde encontramos respuestas. «El Corazón de la Materia», es la aventura también. Es el hombre que lucha por un sueño. Ante peligros, guerras, naturaleza en contra, cerrazón de los hombres. Así vivió el padre Teilhard de Chardin, un científico explorador que buscó el origen del hombre, su evolución, un «Indiana Jones», buscando el eslabón perdido. Un hombre que concluyó que la tierra es inmensamente más antigua que nosotros los hombres.

 

La tierra es una madre que comunica cuanto tiene para que los organismos que la habitan tengan vida en abundancia. Dañar a la tierra es dañarnos a nosotros mismos. Teilhard decía que es necesario aprender a amar a la tierra y conocer el desarrollo vital de la naturaleza. Para amarla, para respetarla. La voz de Dios está en la materia, en la vida, en el agua, en el viento, en los ríos, en el mar, en nuestros sentidos, mismos que deberán abrirse para contemplar en comunión con Dios, con nuestro Dios, con nuestra fuerza vital. La obra de teatro,

 

«El Corazón de la Materia», es un canto a la vida. Una misa a lo eternamente vivo. Un abrazo a nuestro mundo, un saludo inmenso a Dios en exigencia para dar lo mejor de nosotros. Un compromiso, comunión y fe con nuestro universo, con la obligación histórica de dar lo mejor de nosotros a este tiempo que nos toca vivir. Yo en lo particular, como actor de esta obra, he aprendido una especie de oración que dice el padre Pierre Teilhard de Chardin en la obra, misma que es dicha con gran verdad escénica por mi compañero José María de Tavira: «Señor introdúceme en lo más profundo de las entrañas de tu corazón».

 

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de este México Tenochtitlan.

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