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Di que vengo de allá de un Mundo Raro, una película de Armando Casas

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Sí, bien presente lo tengo yo, fue un Agosto del año 2000, cuando se dio el pizarrazo inicial de esa inolvidable película.

Recuerdo que allá por el año 1999, me invitó a comer el cineasta amigo Armando Casas para leer su guión. Era una historia llamada: “Un Mundo Raro”. Sí, como la canción de José Alfredo, pero nada que ver con el contenido de la misma.
Recuerdo haberla leído y tener una grata impresión. Un guión que en síntesis desgajaba una aguda carcajada de la vida. Dos asaltantes secuestran a un famoso cómico de la televisión. Uno de los secuestradores, “Emilio”, al reconocerlo, despierta todo su gusto guardado: Ser un famoso comediante de la pantalla chica. Emilio tratará por este hecho coincidente de ingresar a un mundo que no le corresponde, la esperanza de ser parte del show business, la ilusión desilusionante de ser estrella en un mundo raro.
Recuerdo que Armando me preguntó: “Que qué personaje me gustaba”, le dije, “El Pollo”, “curiosamente en ese te pensé”. El guión estaba inscrito para el segundo concurso de Óperas Primas del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos. Los resultados serían en los primeros meses del año 2000 siguiente. Por Febrero de ese año, Armando Casas y su Mundo Raro resultaron ganadores.
Por ese mes de Febrero recuerdo que Casas fue a verme a la obra de teatro que estaba haciendo: “Los Endebles”. Traía yo un corte de pelo muy particular, de reo, la obra sucedía en la cárcel. Armando me dijo que el corte estaba muy bien para “El Pollo”. El personaje es el guarda espaldas del famoso cómico secuestrado “Tolín”.
Después de muchos avatares de decisiones, finalmente el personaje llegó a mi vida. Armando dudaba por mi tipo, pensaba que el actor debería ser alguien más tipo mexicano sureño. Mi facha norteña lo hacía dudar. No sé, o quizá era mi falta de experiencia cinematográfica. El papel era importante, muchas secuencias. En ese momento de mi vida sólo había hecho una película y con no muchas secuencias: “Pachito Rex”.
El casting por fortuna fue a parar con el afamado director de reparto Manuel Teil; quien estaba en el candelero por haber hecho la célebre “Amores Perros”. Manuel acababa de verme en “Los Endebles” y había enloquecido con el montaje. Le había gustado mucho el desempeño de los actores. Así que Armando al consultarlo sobre la posibilidad de que yo hiciera “El Pollo”, sé que él dijo: “Estupendo”. Manuel es catalán y esa contestación es muy de él.
Armando Casas me dio la buena noticia. Elvira, mi compañera de vida haría también una pequeña participación. Ella es actriz, había hecho mucho teatro con Rogelio Luévano en Torreón. En ese momento estudiaba actuación con Rogelio en “La Casa del teatro”. Armando la conoció como actriz en unos programas que dirigía llamados: “Diálogos en Confianza”. El caso es que Armando me advirtió junto a la buena noticia que me iba a traer cortito. Le preocupaba mi falta de experiencia cinematográfica.
Yo había tenido mucha práctica con Armando en unos videos de capacitación que años atrás él hacía para una empresa. Con situaciones ficticias capacitaba a los trabajadores de la empresa. Él siempre me decía: el actor de cine, sólo piensa, al hacerlo la cámara pesca tu deseo, en serio, no te preocupes por demostrar nada. Eso se hace en el teatro. Recuerdo que siempre me instruía con esas premisas. Pues esas mismas fueron mi guía de navegación para filmar. Amén de hacer las cosas en pequeño. Una energía más bien interna, guiada por el tren de pensamiento que la cámara iba a retratar. Pasadas dos semanas Armando no me decía nada. “¿Tan mal estaré?”, pensé. Le pregunté directamente y me dijo literal: “Si no te digo nada, es que todo está bien”. Un descanso responsable de ahí en adelante. Esa necesidad del actor de reforzarse en su ánimo. Somos a veces como unos niños que necesitan aprobación. En fin…
El rodaje fue hermoso. Una gran camaradería con mis queridos Víctor Hugo Arana, quien hizo su primer protagónico en esa película, con Emilio Guerrero, quien hacía a “Tolín”, el famoso cómico secuestrado, con él había trabajado en el teatro en la obra “Fugitivos”, dirigida por Raúl Zermeño. Recuerdo a la malosa banda de rateros: el buen Tomehuatzin, Jorge Zárate, y Jorge Sepúlveda quien por su papel de “Pancho” ganó el “Ariel”. Fue la primer película de Anita Serradilla. En el elenco estaba un actor al que yo siempre había admirado desde niño: Gastón Melo. Actor que yo veía en un celebrado programa de comedia televisiva llamado “La Cosquilla”. A Gastón lo recordaba por su famoso personaje de la Margarita. Un pobre hombre con poca fortuna que lloraba su desventura deshojando una margarita. Platicar con Gastón era un deleite. Estaba retirado, vivía en Oaxtepec, Armando siempre admiró su trabajo y lo rescató. Su experiencia y talento quedan de manifiesto en la película. Chihuahuense el gran Gastón. Con una carrera actoral impresionante. Hoy es miembro de la Compañía Nacional de Teatro.
Mucho talento hubo en esa cinta. Estaba el magnífico guión de Armando y de Rafael Tonatiuh, la fotografía de quien ahora es una estrella: el buen Alex Cantú. El maquillaje de Mario Zarazúa, el vestuario de Lulú Valle. Walter Navas en la producción. Un magnífico cuadro de actores.
La película fue un éxito desde su estreno en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara. Nominada a varios Arieles y lo mejor, con dos meses en cartelera comercial. Notable dado el poco gusto del público por el cine mexicano.
Para mí esa película es un recuerdo enorme: Fue enamorarme del cine. Fue encontrar una pasión activa dentro de la cinematografía. Siempre desde niño había sido cinéfilo. Pero yo hacía teatro y no había tenido la oportunidad de conocer lo que era hacer como actor una película y participar en todas las semanas de rodaje. A partir de ahí el cine siempre ha estado presente en mi vida. A veces con participaciones importantes otras no tanto. Pero ese momento al lado de una cámara es sublime. Es hacer el rito amoroso con ella. Así de cerquita y susurrándole casi al oído. Ver la película, una emoción. Si salió buena, un regalo incomparable. A diferencia del teatro, una función la podrás corregir al día siguiente, en el cine lo que quedó, quedó y ya no podrás enmendarlo.
A partir de esa película yo sólo diré que vengo de ahí de un Mundo Raro y que no sé del dolor que triunfé en el amor y que nunca he llorado. La película guarda una vigencia enorme no ha envejecido. La capacidad potente de su temática supera lo anecdótico y da capacidad de reflexión al espectador. La película ofrece metáforas en imágen de las enormes diferencias sociales y educativas que imperan en nuestro país. Siempre bajo un velo sard’onico y crítico.
Raúl Adalid Sáinz, en algún lugar de México Tenochtitlan.
Nota: » Un Mundo Raro», la puedes ver por la plataforma de Imcine, «Filminlatino».

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