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Destellos del pensamiento positivo
“Quizás la verdad sea triste”, decía Renan. “Hay que amar las verdades duras”, decían algunos maurrasianos tajantes.
San Pablo no tendría que sorprenderse hoy, como cuando escribía a los Gálatas: “¿Acaso me he convertido en vuestro enemigo por deciros la verdad?
Lo que nos libera no es la sinceridad, sino la verdad. Y ésta sólo nos libera porque nos transforma. Nos arranca de nuestra esclavitud interior de la que estábamos presos. Buscar ante todo la sinceridad es, quizá, en el fondo, no querer ser transformado. Es quererse a uno mismo, amarse morbosamente tal y como uno es, es decir, como un mentiroso. Es rechazar la liberación.
La sinceridad es como la felicidad y quizás como la belleza: sólo se las encuentra cuando no se las busca. Sólo se es sincero cuando no se piensa en serlo.
La mentira sólo es un vicio cuando hace daño, pero es una grandísima verdad cuando hace el bien.
Hay personas que se creen grandes porque viven en grandes edificios, porque están sobre altos pedestales o porque, de tanto mirarse a sí mismos, perdieron la perspectiva. Hace falta ser tonto para creerse grande por el edificio o por un cargo que tiene un político.
Servicio, la palabra clave del evangelio. Servir por amor. Lo nuclear es el servicio. Vocación y servicio. Humildad.
Pobre caminante si con su linterna ilumina la lejanía solamente, si le sirve para alumbrar las copas de los árboles pero no la inclina hacia el suelo. Indudablemente que no chocará contra ningún obstáculo arriba, pero fácilmente puede tropezar con cualquier piedra del camino y caer en bruces. Ocurre a veces que es más útil un humilde candil en las noches obscuras que un potente foco mal orientado que deslumbra y deforma la visión. Candil de la calle, oscuridad de su casa.
Escribir es una esperanza, escribirle a alguien es una alegría y una felicidad para quien la recibe. ¡¡¡Una carta puede cambiar toda una vida!!!
El que considera que por ser pobre nunca ha de salir de la miseria, y que no podrá remediar nada su estado, sigue siendo pobre y miserable, porque se empeña mentalmente en serlo, y convencerlo anticipadamente de lo inútil de sus esfuerzos, se resigna con su suerte. La vida es demasiado corta para hacerla pequeña./ Juan Covarrubias, colaborador.
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