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De primera mano: un conductor venezolano

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Buenos Aires.- Joaquín toma un Uber. El señor es venezolano, reciencito llegado a nuestras tierras, hace mes y medio. Joaquín le pregunta y él le cuenta:
Que allá vivía muy bien, en un caro barrio de Caracas; que junto a algunos socios tenía una empresa de traslados, una flota de combies y, con su esposa, también una casa de verano en Isla Margarita. Un día llegaron ellos a decirle que debía cooperar con el régimen. Todo ok……cómo cooperar? Pues utilizando su flota y sus choferes y su capital para hacer viajes al interior para levantar gente y traerla a Caracas a manifestar…….obvio que a favor del régimen. Y así comenzó a «cooperar».
Los viajes fueron cada vez más seguidos, cada vez más lejos, cada vez más gente……Decidió, junto a sus socios, vender su emprendimiento. Todo bajo absoluta reserva: si el régimen se entera, antes de lo que canta un gallo, confizcan todo y sanseacabó……El secreto valió la pena, pudo vender.
Ese fue el dinero que trajo para poder empezar en nuestro país.(Y pienso: cuántos miles no tienen nada que vender para poder irse a buscar otra vida, la que elijan, no la que les imponen).
En su «pentaus» (como lo dice en «venezolano») de Caracas quedó su esposa que, al decir de Ale (más verdad que chiste),»prefirió la casa antes que al marido» y en su morada de Margarita dejó «caseros» para que no se la usurpen: para el régimen bolivariano, casa vacía, casa tomada.
Acá, este venezolano, además de manejar su «uber», hace muchas otras cosas y, cada vez que envía 1000 (mil!!) pesos a su país, está mandando 3 (tres!!) sueldos mínimos de su país………..
Mientras, espera que todo se «ordene» y hacer lo que más desea en el mundo: Volver a su tierra.

Pat Oneto, argentina.

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