Si algo me maravilla del misterio de los Reyes Magos es cuando perdieron la estrella que guiaba el camino a donde había nacido el niño redentor. Siguieron adelante guiados sólo por el radar de la fe. Hasta que gracias quizá a ese tesón, la estrella volvió a refulgir. Descifrar este subtexto de vida me parece fascinante. Probablemente porque los actores vivimos ese constante mundo en que tus logros fundamentales o búsquedas están regidas por decisiones de terceros. Por el azar del capricho. Al tardar en conseguir tus anhelos, muchas veces se pierde la fe. Se flaquea, se oculta la luz en la tiniebla.
Entonces muchos colegas tiran la toalla. La fe es esa perseverancia y ese creer que alcanzarás tu tierra prometida. Aunque te encuentres como los reyes en medio de la noche y en esa oscuridad hayas perdido la estrella que guiaba. Esa llegada a Belén al pesebre pobre me arroba gratamente. Es el arribo a la adoración a nuestro propio rey, a nuestro bebé que debe nacer, ese chiquitín interior que es nuestra posibilidad para salvarnos, para encontrarnos.
Dar con él cuesta mucho, se debe padecer, se debe estar muchas veces en penumbra. Y en esa noche de la nada anhelar cuál huérfano la luz cósmica de la protección. Ese numen que nos hará mejores seres humanos y por ende mejores actores. La humildad venciendo al vano y hueco egoísmo. Seamos cual los reyes en medio de ese desierto; al final veremos nuevamente esa estrella señalando el camino hacia nuestro niño del pesebre. Preparemos nuestra mirra, incienso y oro, será nuestra propia ofrenda de renacimiento. / Col. «Historias de Actores#45». Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México-Tenochtitlan.
Comments